sábado, 10 de enero de 2009

lorenzo silva

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Lorenzo Silva

Por

©Luis García

Lorenzo Silva. Madrid 1966. Ha sido proclamado ganador del Premio Nadal 2000 con El alquimista impaciente. En 1997 quedó finalista del mismo premio con La flaqueza del bolchevique. Es autor también de algunas obras para el público juvenil, y de las novelas La sustancia interior, El lejano país de los estanques, con la que obtuvo el premio Ojo crítico en la modalidad de narrativa, El ángel oculto y El urinario. Autor de Del Rif al Yebalà. Viaje al sueño y a la pesadilla de Marruecos (Destino, 2001). Más información en su página personal www.lorenzo-silva.com







Introducción.- Es Lorenzo Silva, Premio Nadal 2000 por su novela El alquimista impaciente, el creador de una de las parejas de investigadores mas castizas y peculiares de cuantas se hayan podido dar en los últimos años. El sargento Bevilacqua y la Guardia Chamorro, que ya van por su segunda entrega, dan lo mejor y lo peor del Cuerpo e inevitablemente de quien les procuró la vida (literaria). Falta hacía que la renovación de las letras alcanzase al género negro, uno de los mas denostados y menos valorados de la literatura. Y aunque no hay mal que cien años dure, que para eso se encarga la Semana Negra de Gijón, Lorenzo Silva lleva camino de convertirse en un clásico. El tiempo lo dirá.

Luis García.- Empecemos por el principio. ¿Cómo ha visto la Semana Negra de Gijón 2001?.

Lorenzo Silva.- La he visto interesante y alocada, como de costumbre. Creo que son sus dos rasgos distintivos. Interesante por la variedad de los escritores invitados (desde el guionista de Theo Angelopoulos hasta un ex militar argelino, pasando por un policía antimafia siciliano en activo). Alocada porque la semana parece siempre un caos, aunque quizá lo sea más aparente que real.

L.G.- Se lo pregunta porque me consta que existe mucho "purista" que la encuentra un tanto... prostituida y desvirtuada de sus orígenes.

L.S.- Siempre me han importado un bledo los puristas, con perdón. La vida es bastarda.

L.G.- El lejano jardín de los estanques, El alquimista impaciente.... ¿Cómo nació la pareja protagonista?. Quiero decir, ¿qué le hizo a usted fijarse en dos tricornios como arquetipo de investigador hispano?.

L.S.- En primer lugar, la lógica. El primer crimen que seme ocurrió sucedía en una zona rural. La policía legalmente encargada de eso es la Guardia Civil. Después por dificultad y novedad: a ningún escritor español (salvo quizá, Aldecoa) le había dado por escribir de guardias civiles más que para denigrarlos. Y tercero, por interés: un cuerpo jerarquizado, militar, en el que acaba de entrar la mujer, y que lidia con los asuntos que lidia, es una fuente inagotable de situaciones novelescas.

L.G.- ¿Entraba en sus planes el ganar el Nadal con una novela negra?.

L.S.- En mis planes nunca entró nada más que escribir, y en eso llevo ya más de veinte años. Pero ¿por qué no podía ser? La novela negra, o policial, o de misterio, o como quieran llamarla, puede ser tan digna como cualquier otra. Como decía Raymond Chandler, depende del escritor y de lo que tenga adentro para escribir.

L.G.- Porque no es precisamente un Certamen que premio ese tipo de novela...

L.S.- Pues no, pero tampoco soy el primero. Ya lo ganó García Pavón con "Las hemranas coloradas", una novela de su detective Plinio, hace mucho tiempo.

L.G.- Sorprende la frescura de su narrativa, de sus diálogos, aunque por otra parte muchos otros lo ven mas como un defecto que como una virtud. ¿Cree que está el género negro infravalorado?.

L.S.- Infravalorado, depende por quién. Por los críticos ceñudos, tal vez. Por los lectores, no lo creo. Mis novelas policíacas son con mucha diferencia las que más lectores han conseguido. Me interesan naturalmente otras historias, y por eso las escribo, pero no puedo dejar de constatar lo que es un hecho. Y visto ese hecho, lo de los ceñudos se vuelve bastante irrelevante. Y si alguno cree que la frescura es un problema, bueno, hay mucha literatura polvorienta en la que zambullirse. Cada uno debe buscar su inclinación.

L.G.- Y son asimismo novelas muy cinematográficas. De hecho se van a llevar al cine y está usted colaborando en los guiones. ¿Le atrae ese mundo?.

L.S.- ¿A quién no le atrae el cine? O dicho de otro modo: ¿A quién, interesado por la narración, puede no atraerle la forma en la que se cuenta hoy historias al mayor número de personas? En todo caso, acepto que son dos mundos diferentes, y el mío es el de la literatura. Asisto con curiosidad a estas películas, y mi excursión como coguionista de una de ellas es un experimento personal que me apeteció hacer (y quizá me apetezca repetir), pero no quiere decir que vaya a cambiar mis prioridades creativas.

L.G.- ¿Cuáles son los referentes literarios de Lorenzo Silva, que seguro tendrá?.

L.S.- Alguno tengo, sí. No por haber escrito algunas novelas policiacas soy analfabeto, como algunos deben de creer. No quiero aburrir a nadie con listas largas u obvias: puedes citar a Kafka, Chandler, Proust, Sender, Stendhal, Sabato, Conrad, etcétera.

L.G.- ¿Le ayuda su verdadera profesión (abogado) a la hora de escribir sus novelas, o es de los que se definen como abogado en sus ratos libres?.

L.S.- Mi verdadera profesión es la de escritor. Durante mucho tiempo, sin perjuicio de lo anterior, me he ganado la vida como abogado, y eso me ha ayudado mucho en varios sentidos. Siempre he escrito lo que creía que debía escribir. No he escrito una sola línea por dinero en toda mi vida. Y creo que eso es un privilegio. Por otra parte, tener una profesión en el "mundo real" me ha protegido del ensimismamiento estúpido al que a veces puede conducir la exclusiva dedicación a la literatura.

L.G.- Siempre mantuve que el género negro, junto con el cómic, era uno de los más adecuados para incentivar a la lectura a una juventud excesivamente dependiente del videojuego y de la televisión. Sin embargo, ¿a que cree que se debe ese desinterés de las Editoriales por el género?.

L.S.- Estoy de acuerdo en que el género negro, por su amenidad y por el recurso de la intriga, es ideal para estimular la lectura. Y no sólo de la juventud. Yo no sé si hay desinterés de las editoriales por el género. Si tomo mi caso, no he percibido ese desinterés respecto de mis novelas policiacas. Creo que lo que no hay es un interés organizado e institucionalizado, tipo Série Noir en Francia. Pero no sé si eso es bueno o si es una etiqueta artificial que propicia la inercia escritora y editorial.

L.G.- ¿Ayudó la Semana Negra de Gijón a dignificar el género?.

L.S.- Ayudó a difundirlo, a propiciar que se hablara de él en serio, y no con condescendencia. Por lo demás, a dignificarlo ayudan los buenos libros, que los hay.

L.G.- ¿Para cuando la tercera entrega de la serie?.

L.S.- Sin prisa, esto no es ni quiere ser una fábrica de churros. Escribí la primera novela en el 95, la segunda en el 99, y creo que hay que dejar que madure una idea diferente, que los personajes evolucionen. Es posible que el año que viene esté la cosa madura y pueda salir una tercera. Estoy en ello. Pero quiero que sorprenda, no quiero reeditar lo ya hecho en busca de los frutos inmediatos. No me importa mucho la gloria literaria, que sus expendedores la administren como mejor les parezca, pero sí quisiera que el lector que ya lo es, y los nuevos, percibieran que en el empeño, dure los años y los libros que dure, hay honestidad, rigor y respeto hacia ellos.

L.G.- Leyendo El nombre de los nuestros, su última obra publicada, sorprende la variación del registro utilizado, así como el conocimiento de una de las épocas mas olvidadas de la historia de España. ¿Cómo nació la novela?. ¿Cuál fue su génesis?.

L.S.- Es que yo no creo que un escritor deba tener un registro. Cada historia tiene su registro, y el escritor debe adaptarse a ella, y no a la inversa. A mí me aburren los escritores que suenan igual cuando cuentan una historia de gángsteres o una expedición al Kilimanjaro; esos que pretenden imponer su sonsonete más que servir con lealtad y eficacia a la historia que cuentan. La novela nació hace muchos años, cuando mi abuelo, veterano de la guerra de África, le contó a su hijo, que era mi padre y todavía un niño, muchas de las cosas que allí vivió. Luego esas historias me llegaron a mí, también de niño, en parte a través de mi propio abuelo pero sobre todo a través de mi padre. De ahí nació el interés. Luego estudié y leí todo lo que pude y busqué la historia concreta para esta novela. Sin prisa, a lo largo de muchos años. Era una deuda demasiado importante con los míos como para improvisar las cosas.

L.G.- Usted, como hijo y nieto de militares que es, ¿se sintió en algún momento condicionado por ello a la hora de elaborarla?.

L.S.- Me sentí favorecido. Mi padre nunca me inculcó un respeto reverencial por nada, sino una visión crítica de las cosas, basada en el razonamiento y en la exigencia ética. Eso quiere decir que no me cuesta nada criticar lo mucho que de criticable tenía aquel ejército. Pero por otra parte, tener militares en la familia me permite conocerlos mejor, y sobre todo, no participar de la visión a veces un poco simplista que se tiene de ellos. El ejército no es un monolito. Hay una razonable biodiversidad dentro de él.

L.G.- Es una novela dura, que arranca con un hecho dramático que sorprende por su crudeza. ¿Se la podría considerar antibelicista?.

L.S.- ¿Qué imbécil puede contar una guerra y dejar de deplorarla?

LG.- ¿Cómo eligió a los personajes?.

L.S.- No diré que me eligieron ellos a mí, pero casi. Son representativos de los españoles de aquel tiempo y de los que allí fueron enviados. El sargento Molina representa la extracción de mi abuelo, por ejemplo, un campesino andaluz enviado allí a la fuerza y que por razones probablemente inexplicables decide quedarse. Otros representan a los oficiales, a quienes siguieron siendo hostiles a quienes los mandaban mientras empuñaban el fusil y luchaban sólo por su vida, a los héroes, a los cobardes, incluso a los miserables que sacaban tajada de aquello. Quise que todos tuvieran voz.

L.G.- También se ha introducido en la novela juvenil. ¿Cómo se encuentra en ese terreno?.

L.S.- Me encuentro extraordinariamente a gusto. Los jóvenes son magníficos lectores, no sólo generosos, sino también intensos y profundos. Se los conoce poco, y se hace poco por conocerlos. Cuando sales a su encuentro, y cuando sienten que no los defraudas ni intentas utilizarlos, sino que te los tomas en serio, responden siempre.

L.G.- ¿Para cuando un libro de relatos, que seguro que tendrá guardado en algún cajón?.

L.S.- Tengo relatos guardados en el cajón. Pero no me considero un buen cuentista.
Sólo practico el relato corto por compromiso, y con esto quiero decir cuando me ofrecen alguna historia interesante por algún motivo particular o me lo pide un amigo. Por eso soy escéptico respecto de la conveniencia de publicar ese libro de relatos, aunque incluso tengo un título para él. Lleva mucho tiempo durmiendo en el cajón, creciendo lentamente, y puede que siga todavía bastante tiempo ahí. Quizá para siempre.

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