sábado, 31 de enero de 2009

ESTRELLA CARDONA GAMIO

Taller libre de literatura
Estrella Cardona Gamio

Ensayo
C. Cardona Gamio Ediciones
Barcelona (España), 2006
ISBN: 978-84-935329-0-1
84 páginas

Estrella Cardona Gamio es una muy activa escritora, editora y columnista de nuestra Ciudad Letralia, que ha dedicado parte de su tiempo a responder las preguntas que sobre el aprendizaje del oficio literario le han formulado durante los últimos años los visitantes de CCG Ediciones, el sello que mantiene con su hermana Concha.

“Escribir no es todo, hay que tener vocación de escritor, y esa vocación significa el escribir contra viento y marea, sin desmayo aunque no nos editen nada, aunque nos rechacen constantemente los originales, aunque nos digan que no valemos, aunque nos publiquen en medios modestos que no pagan porque no son empresas financieramente fuertes, aunque nos tengamos que costear la edición nosotros mismos y muy pocos nos lean”. Así responde la autora a la primera de las preguntas del libro, sobre los pasos a seguir para convertirse en escritor.

Primera publicación impresa de una editorial que hasta hace poco sólo editaba en Internet, Taller libre de literatura aborda justamente los asuntos que preocupan al aprendiz de escritor, convirtiéndose en una excelente guía para quienes comienzan en el oficio. Autores a leer, patrones de vida del escritor, temas, valoración de la propia obra, vicios literarios, principio y final de una novela, bloqueos de escritor, literatura de género y otros son los vericuetos a través de los cuales fluyen las respuestas de Cardona Gamio.

Un libro necesario, huelga decirlo —en un medio tan difícil como competitivo—, que como valor agregado ofrece sus respuestas en el lenguaje de Cardona Gamio, que sin dejar de ser llano deja patente la experiencia de la autora.

JUAN ENSUNCHO BÁRCENA.

Mi mayor fracaso es no haber sido músico”
Andrés Neuman
Juan Ensuncho Bárcena



Según la web oficial del escritor, Andrés Neuman nació en Buenos Aires en 1977 y es “hispanoargentino”. Tuve la oportunidad de conversar con él, después de uno de los eventos oficiales de Bogotá 39, certamen que reunió en la capital del país a los supuestamente mejores escritores menores de 39 años de América Latina.
Neuman se licenció en filología hispánica por la Universidad de Granada, donde codirigió la revista Letra Clara e impartió clases de literatura hispanoamericana. Actualmente es columnista fijo en diarios como Sur, Ideal o El Correo, colabora habitualmente en numerosos medios españoles y latinoamericanos, y escribe guiones de tiras cómicas para Ideal.

Su primera novela, Bariloche (Anagrama, 1999), fue finalista del Premio Herralde y elegida entre las diez mejores del año por El Cultural del diario El Mundo. Su siguiente novela, La vida en las ventanas (Espasa, 2002), fue distinguida como finalista del Premio Primavera. Con Una vez Argentina (Anagrama, 2003) volvió a ser finalista del Premio Herralde de Novela.

Ha publicado los libros de cuentos El que espera (Anagrama, 2000), El último minuto (Espasa, 2001, de próxima reedición en Páginas de Espuma) y Alumbramiento (Páginas de Espuma, 2006). Ha desarrollado además una intensa labor de estudio y divulgación del relato breve: sus libros de cuentos incluyen apéndices teóricos sobre el género, y es el coordinador del proyecto Pequeñas Resistencias, una tetralogía sobre el cuento actual escrito en castellano en todo el mundo que está siendo publicada por la editorial Páginas de Espuma. Neuman fue autor de la edición del primer tomo, Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002), y se encargó de la parte argentina del tercer tomo, Pequeñas Resistencias 3. Antología del nuevo cuento sudamericano (Páginas de Espuma, 2004). Cabe destacar también su prólogo a los Cuentos de amor de locura y de muerte de Horacio Quiroga (Menoscuarto Ediciones, 2004).



Como poeta ha publicado Métodos de la noche (Hiperión, 1998, Premio Antonio Carvajal), El jugador de billar (Pre-Textos, 2000), El tobogán (Hiperión, 2002, Premio Hiperión) y La canción del antílope (Pre-Textos, 2003). Ha sido incluido en antologías de nueva poesía publicadas en México, Italia, Portugal o Bulgaria, además de numerosas antologías españolas como La generación del 99 de José Luis García Martín; La Lógica de Orfeo de Luis Antonio de Villena; Yo es otro. Autorretratos de la nueva poesía de Josep María Rodríguez; o Veinticinco poetas españoles jóvenes de la editorial Hiperión, entre otras.

Es también autor de un libro de aforismos y ensayos literarios, El equilibrista (Acantilado, 2005), y de dos colecciones de haikus, Alfileres de luz (Universidad de Granada, 1999, Premio García Lorca, en colaboración con Ramón Repiso) y Gotas negras (Plurabelle, 2003). Ha traducido el Viaje de invierno de Wilhelm Müller (Acantilado, 2003) y ha preparado la edición de una antología de Carlos Marzal, Poesía a contratiempo (Maillot Amarillo, 2002).

De Neuman se han dicho muchas cosas importantes y prometedoras. Por ejemplo, el propio Roberto Bolaño escribió: “Tocado por la gracia. Ningún buen lector dejará de percibir en sus páginas algo que sólo es dable encontrar en la alta literatura, aquella que escriben los poetas verdaderos. La literatura del siglo XXI pertenecerá a Neuman y a unos pocos de sus hermanos de sangre”. Por otro lado, Miguel García-Posada de ABC ha dicho: “Brillante y desenvuelto. Un escritor muy inteligente y dueño de un idioma preciso, centelleante. Neuman llega a la literatura con impulso propio, con energía personal y poderosa”. Por último, Lorenzo Oliván de El Heraldo de Aragón: “Andrés Neuman es un escritor torrencial al que nada relacionado con la escritura le es ajeno: ni la novela, ni el relato, ni la reflexión ensayística, ni la traducción, ni la poesía. Y en todos esos campos, pese a su pasmosa juventud, ha cosechado ya notables frutos. Neuman ha demostrado que tiene pulso en todos los frentes, y que hay en él madera de escritor completo”.

Por mi parte, tengo que confesar que no he leído a Neuman, pero después de conocer estas opiniones me surgen ganas de hacerlo. Lo recuerdo como un tipo de verbo y abrazo fácil, nervioso, fumador inquieto. A mi juicio, el joven escritor argentino es un hombre sonriente y con buen sentido del humor a quien le encanta, como a un rock star, estar rodeado de jovencitas que le preguntan cosas simples. Aproveché un espacio entre un autógrafo y otro para hacerle mi cuestionario. He aquí las respuestas:

—¿Cuál es el defecto propio que aprecias más?

—Dios mío, estoy viejo para esto. Y cansado. (¿Quién tiene mi fuego? —en la mano—. ¿Ves cómo estoy de viejo y cansado?) Te lo voy a decir: la insistencia. Por lo menos da buenos frutos, a pesar de todo.

—¿Cuál es el defecto que más aprecias en los otros?

—El miedo.

—¿Cuál es tu estado mental más extraño?

—El desvelo.

—¿Dónde y cómo te gustaría haber nacido?

—En Londres, a la edad exacta para comprar los discos de los Beatles, en la adolescencia.

—¿Por qué razón o por quién darías la vida?

—Espero que la realidad no obligue a nadie a seguir dando la Vida por alguien. Es un supuesto que prefiero suprimir. No daría la Vida ni por mí mismo.

—Si pudieras matar a un personaje de ficción, ¿a cuál escogerías?

—Ja. Al de El perfume, para que no sufra tanto. Le pegaría un tiro en la nuca, higiénico, respetuoso y me marcharía. Se llama Grenouille, creo.

—¿Cuál es tu extravagancia más estúpida?

—Todas mis extravagancias son estúpidas... estirar el cuello permanentemente en lugares públicos. Así (inclina su cabeza hacia la izquierda).

—¿En qué situaciones dices la verdad?

—Cuando nadie me mira.

—¿Qué persona viva te inspira más ternura?

—Mis padres.

—¿A qué persona viva desprecias?

—¿Tengo que decir sólo una? Ay, Dios mío. Es que elegir entre genocidas, dictadores... es que esta pregunta le salva la Vida a todos los demás, me niego a responder.

—¿Qué palabras o frases jamás usas?

—Una que contenga la palabra “inexorable”, “agrás” o “libérrimo”.

—¿Cuál es tu idea de la infelicidad perfecta?

—Estar vivo.

—¿Cuál ha sido tu acto más valiente?

—No huir. A veces.

—¿Cuál es tu mayor orgullo?

—Mi voluntad.

—¿Cuál es la virtud más subvalorada por la sociedad?

—La compasión.

—¿Qué es lo que más te gusta de tu apariencia?

—¿De mi apariencia física? Es que no me veo. No sé, es una pregunta para los demás. Bueno, creo que mi sonrisa, supongo. Que me río, ponlo así, que me río.

—¿Cuáles son los nombres que menos te gustan?

—Los de santos.

—¿Qué talento desearías arrojar a la basura?

—Talentos, ninguno, desearía tener algunos que no tengo. Nunca sobran, por Dios.

—¿Qué es lo que más te gusta de la vida?

—La salud.

—¿Cuándo y dónde has sido más infeliz?

—En un hospital.

—Si pudieras, ¿qué mantendrías de tu familia en el tiempo?

—La música. La mitad de mi familia son músicos.

—¿Cuál ha sido tu mayor fracaso?

—La música.

—¿Cuál es tu posesión menos valiosa?

—Una bicicleta estática que le regalé a una amiga, porque nunca uso. Se la regalé la semana pasada, antes de venir a Bogotá. Ya no es mi posesión.

—¿Cuál es la manifestación más clara de la riqueza?

—¿Qué riqueza? No lo sé, no he vivido ese caso.

—¿Dónde quisieras vivir?

—En un lugar donde nunca haya una guerra ni una dictadura militar. Ni para mí, ni para mis hijos, ni para mis nietos. Con eso me conformo.

—¿Cuál es tu pasatiempo más estúpido?

—¿Tiene qué ser estúpido? Mirar páginas de Internet sobre los Beatles. No porno, porque eso no es estúpido. Releer lo que ya sé de los Beatles en Internet.

—¿Cuál es la cualidad que más desprecias en una mujer?

—¿La cualidad? Tengo que hacer preguntas. Porque, ¿tiene que ser de una mujer? Porque yo te puedo dar una respuesta aplicable a un hombre, también. Porque podría ser que sea estúpida... pero que sea un atributo femenino supuestamente específico... el remilgo, creo que es un elemento de la educación sentimental femenina que por cierto se está perdiendo, por suerte, pero que es muy malo. Para ellas y para ellos.

—¿Cuál es la cualidad que más desprecias en un hombre?

—La prepotencia.

—¿Cuál es el héroe de ficción más deplorable?

—Brave Herat, que no era de ficción, pero bueno. Y como no es de ficción... creo que Superman. Es un error cultural. A Superman habría que suprimirlo.

—¿Cuáles son tus villanos favoritos de la vida real?

—Los ladrones de frutas, los detectives —que son unos sinvergüenzas— y falta un tercero, casi lo tengo... (Ríe)... y los editores.

—¿Qué es Buenos Aires?

—Un signo de interrogación.

—¿Y Argentina?

—Un lugar al que nunca he sabido si pertenezco.

miércoles, 28 de enero de 2009

JOHN UPDIKE

REPORTAJE: Adiós a un coloso de las letras estadounidenses
El reverso del sueño americano
John Updike, cronista y azote de las clases medias, muere a los 76 años de un cáncer de pulmón - El personaje de Conejo Angstrom es su gran creación literaria

BARBARA CELIS - Nueva York - 28/01/2009



Ya no habrá más libros ni más polémicas firmadas por John Updike. Ganador de casi todos los premios literarios salvo el Nobel, la voz imprescindible de este coloso de las letras estadounidenses se apagó ayer para unirse en el silencio de las recientemente desaparecidas de Norman Mailer o Saul Bellow. Con ellos compartió inquietudes generacionales y más de una acalorada discusión.


Bibliografía

Realismo a ras de suelo
Una extraña dulzura
El cortejo a las palabras



Updike, uno de los grandes cronistas de los cambios culturales y morales experimentados a lo largo del siglo XX por Estados Unidos, quedará como responsable, entre otras cosas, de elevar el adulterio suburbial a la categoría de alta literatura.

Falleció ayer en Beverly Farms, (Massachusetts).
Un cáncer de pulmón le quitó la vida a los 76 años, suficientes para que el prolífico escritor publicase 27 novelas y 45 colecciones de relatos cortos, ensayos, poesía y crítica. Aún tenía un libro pendiente, My father's tears and other stories que se publicará a finales de año.

Recogió dos veces el premio Pulitzer por sus libros Conejo es rico y Conejo en paz, dos de las obras de una tetralogía protagonizada por Harry Conejo Angstrom, personaje suburbial del que Updike se sirvió a lo largo de cuatro décadas para analizar los peores aspectos del llamado sueño americano. El lenguaje utilizado en esos libros, así como su descripción de las mujeres (a las que el personaje protagonista se refiere como "coños"), propiciaron una lluvia de acusaciones contra Updike por misoginia. Éstas le han perseguido a lo largo de su vida literaria gracias a una serie que le reportó sus mayores éxitos.

Conejo, el protagonista, es un hombre que vive su gran momento adolescente como jugador de baloncesto en una ciudad suburbial y que, tras casarse, comienza a hundirse a través de un matrimonio infeliz, continuas infidelidades
, un trabajo que no le llena, un repunte económico fugaz hasta su muerte en Florida con 56 años, un recorrido que emula sospechosamente al de millones de estadounidenses. El propio Updike lo describió como el vehículo para expiar sus angustias y sus resentimientos. Decidió matarlo en 1990 porque él mismo estaba enfermo y temía morir sin que sus lectores supieran dónde acababa su famoso personaje. No obstante, en 2001 Updike publicó una quinta entrega, titulada Conejo en el recuerdo y otras historias, en la que aparecían diferentes habitantes de la particular tetralogía.

"Ser un escritor famoso es como ser un enano alto. Siempre estás en el límite de la normalidad",
dijo Updike respecto a su condición de novelista célebre. Era una posición de la que nunca disfrutó demasiado y ni siquiera cuando Hollywood llamó a su puerta para llevar al cine su libro Las brujas de Eastwick se dejó ver en público más de la cuenta. Ni siquiera con las actrices de la película, Michelle Pfeiffer, Cher y Susan Sarandon.

"Ser famoso es un fardo, pequeño pero un fardo", declaró en una entrevista reciente en el diario Daily Telegraph. Además de misógino, se le acusó de racista y de falta de compromiso político y hubo quién, como Norman Mailer, le criticó por escribir para lectores ignorantes. El pasado año John Updike recibió el nada halagador premio en reconocimiento a su carrera por "mal sexo" en la literatura de ficción.No obstante, en cuestiones de estilo hay pocos escritores tan aclamados como Updike, entregado a los detalles y a la poetización de prácticamente todos los temas que tocaba, desde la crítica de arte hasta el golf. "Quiero darle a lo mundano un toque de belleza", comentó de su trabajo como escritor. En una entrevista en el diario británico Daily Telegraph, hace apenas tres meses, dijo: "Me interesa describir las cosas con precisión pero nunca me he visto a mí mismo como alguien que escribe bonito".

La revista The New Yorker fue la primera en ver su talento. Corría el año 1954 y Updike, que de pequeño había soñado con ser dibujante de cómics, se entregó de adolescente a la escritura, influido por su madre, escritora frustrada que trabajaba como dependienta. Había crecido en una ciudad de suburbio en Pensilvania a la sombra de un padre que perdió su trabajo durante la Gran Depresión y que le inculcó valores que hoy parecen perdidos, como el de la necesidad de trabajar duro para llegar lejos.

Estudió en Harvard y Oxford, donde también recuperó su pasión de infancia por la pintura y a los 22 años llamó a la puerta de The New Yorker con una poesía, Duet, With Muffled Brake Drums, y apenas dos meses después con un relato breve, Friends from Philadelphia.


A finales de los cincuenta, Updike ya había publicado su primera novela, La feria del asilo, una colección de relatos y otra de poesía. Sin embargo, su primer best seller llegaría en 1968 con Parejas, donde desmenuzaba con todo detalle la vida marital desde su punto de vista más deprimente, el de la infidelidad, el engaño y la frustración. Vendió millones de ejemplares. Hace dos años, presintiendo la muerte, publicó su ensayo Aún mirando, donde reflexionaba sobre las obras de artistas que sabían que sus días estaban contados, como Beethoven, Edward Said o Shakespeare. Hablaba de la curiosidad por las últimas palabras. Quién sabe cuáles fueron las suyas.


Bibliografía
- La gallina de la carpintería (1958).

- La feria del asilo (1959). - Corre, Conejo (1960).


- El centauro (1963).

- El libro de Bech (1970).

- El regreso de Conejo (1971).

- El golpe de Estado (1978).

- Conejo es rico (1981).

- Alcanzando la orilla (1983).

- Las brujas de Eastwick (1984).- De la finca (1987).

- Conejo en paz (1991).

- Brasil (1994).

- Lo que queda por vivir (1994).

- La belleza de los lirios (1996).

- Bech en la Bahía (1998). - Gertrudis y Claudio (2000).

- Conejo en el recuerdo y otras historias (2000).

- Busca mi rostro (2002).

- Sueños de golf (2002).

- Pueblos (2004).

- Aún mirando (2005).

- Terrorista (2006).

EDUARDO GALEANO

El escritor y periodista Eduardo Galeano habla de los
cafés, de la crisis económica mundial, de América
Latina, Bagdad, las palabras traicionadas y de la poca
originalidad de los medios de comunicación que tienen
menos capacidad de decir lo suyo. "Nos mean y la prensa
dice llueve".




Cuando era chico y ser periodista era cosa del futuro
lejano, me dije que entrevistar a quien ahora baja del
ascensor era mi máxima aspiración. La anécdota sirve,
como pocas, para reflejar la admiración que nos
despierta el entrevistado y sería totalmente injusto
omitir el dato, sabiendo lo fácil que usted se dará
cuenta al leer la entrevista, ajena a todo manual del
entrevistador: ahí donde decía que debíamos
interrumpirlo, lo hemos dejado hablar. Donde estaba
escrito eso de que "un buen periodista no muestra sus
sensaciones", hemos hecho el esfuerzo para que
estuvieran a flor de piel.

La reflexión sobre esta experiencia, cosa que los
manuales tampoco aconsejan hacer, nos arrojó una
interesante conclusión: la subjetivación del hecho
periodístico, ya de una manera intencionada, nos
permitió no sólo saborear el momento sino merodear la
esencia de quien teníamos enfrente, pero sentimos de
nuestro lado.

La puerta del ascensor se abre en la planta baja de
este refinado hotel de pretenciosa arquitectura y
decoración, pero de escaso buen gusto. De él baja el
único pasajero que transporta, procedente del décimo
piso: pantalones de jeans, camisa azul turquesa. Por
debajo, una camiseta negra. Por encima, un pulóver en
forma de mochila, colgando sobre sus hombros y cayendo
por la espalda.
Camina lento. No hay apuro en él. Las manos abrazadas
por detrás, a la altura de la cintura. Un paso y otro,
mirada marinero hacia el frente. Uno percibe una
armonía entre ese tempo de cada paso, entre esa manera
tan reflexiva de caminar y el intelectual que es, que
ya, a prima vista, se siente trasladado a otro espacio
y no en el anexo del Hotel Hermitage que lo hospeda en
estos primeros días de la IV Feria del Libro de Mar del
Plata, en la que es uno de los invitados ilustres y el
encargado de la apertura.


Transitamos los quince metros que nos distancian desde
el mostrador del lobby hasta su persona, es justo
reconocerlo, con mucha más prisa, ansiedad y
expectativa que él. Nos saludamos e intercambiamos las
primeras palabras: que el tiempo está loco, que es
extraño para la época el frío y el viento que hay hoy,
y otras vaguedades climáticas.

Caminamos por el hotel, ya metidos en su ritmo, en
busca de un lugar agradable y tranquilo donde poder
sentarnos a conversar, actividad que los tiempos
actuales desprecian. Ese sitio será el exclusivo café
para huéspedes, donde los (pocos) que están presentes
no hablan entre ellos sino con un alguien vía celular.
Ninguno de ellos repara en la presencia de Eduardo
Galeano. Es probable que, incluso, no sepan de quién se
trata ni quieran saberlo.

Hombres de negocios, negocios de hombres: la presencia
femenina es nula. Cada uno de ellos actúa tal como se
espera que actúen en un ambiente como éste. El salón
es, en efecto, una millonada de clichés, de poses y de
gestos comunes. Somos nosotros y él los únicos que
desentonamos con la geografía y eso más que una pena,
genera orgullo.
Antes que el grabador se encienda, uno ya se siente
complacido de estar a punto de cruzas palabras (de eso
se trata) con quien ha hecho de ellas alquimia de
sueños, dolores, alegrías, tristezas y las ha
incorporado a la vida cotidiana. Este viaje relámpago a
la Feliz con el exclusivo objetivo de entrevistar al
escritor de Las Venas Abiertas de América Latina, El
libro de los Abrazos, Patas Arriba y el reciente
Espejos, entre muchísimos otros a través de los cuales
ya hablamos con él; los intercambios de correos
electrónicos, el llamado al celular para avisar(nos)
que lo habían cambiado de "tapera", un decir galeanesco
para referirse a estos hoteles de múltiples estrellas:
todo queda en el pasado en el silencio que pregona la
primera pregunta.

P. Vamos a arrancar, como diría mi abuelo, por el
principio. Dicen que la vida es el reflejo de la
infancia. ¿Cómo fue tu infancia, qué te acordás de
aquellos años?

R. La verdad que no tengo mucho para contar de mi
infancia porque fue una infancia bastante silvestre. Yo
vivía en un barrio donde ahora en Montevideo hay
rascacielos pero en mis tiempos eran puro descampado.
Mi hermano y yo, la verdad, que tuvimos una infancia
muy libre, con bandas que se organizaban para pelear,
al estilo de la edad.

P. Así como cambió tu barrio, ¿cambió mucho Uruguay de
aquella época a hoy?
R. Sí, cambió. Claro que cambio. Cambio todo, Uruguay y
el mundo han cambiado muchísimo. El Uruguay que me
formó era el Uruguay de los cafés. Yo soy hijo de los
cafés de Montevideo. Yo no tuve educación formal.
Todo
lo que sé se lo debo a los cafés viejos de Montevideo,
los que me formaron. Ahora quedó uno solo vivo, pero
había muchos.

P. ¿Qué se aprende en los cafés que no se aprende en
los lugares formales?
R. En mi caso una lección de vida que es saber valorar
el tiempo y la posibilidad de perder el tiempo, tener
siempre tiempo para perder el tiempo.

P. Esta es otra de las cosas que también se perdió.
R. Sí, se perdió porque ahora el tiempo tiene un valor
de rentabilidad, que tiene un precio que es superior al
valor y entonces el tiempo se vende, como todo. En mi
caso en particular, aprendí el arte de narrar en los
cafés, escuchando narradores orales, gente que no sé
quiénes eran pero me colaba en las mesas. En aquel
tiempo se podía andar por Montevideo sin documentos,
sin nada. No había violencia, entonces yo en los cafés
me sentaba y escuchaba: así aprendí el arte de narrar.

P. Y ahora que hay menos cafés, ¿dónde se puede
aprender el arte de narrar?


R. Todavía tengo un café, que me lo habían cerrado pero
ahora me lo reabrieron, el Brasilero. Es un café de
1887, de las pocas cosas que quedan así vivas.
Y la
verdad que el café, hablando de rentabilidad, no es
rentable. Que un tipo esté tres horas en una mesa con
un cortado es inimaginable en el mundo de hoy. De todos
modos el arte de narrar se aprende escuchando, siempre:
eso no ha cambiado. Para no ser mudo hay que empezar
por no ser sordo. Si vos no sabés escuchar no vas a
saber hablar o en todo caso lo que digas no va tener
interés para los demás porque los laberintos de tu
propio ombligo pueden ser apasionantes para vos pero
para el resto de la humanidad no tienen porqué ser un
tema que interese demasiado
. Entonces creo que para
poder hablar hay que saber escuchar y hay que recibir
esas voces y aprender que las voces que valen la pena
escuchar suenan, a veces, en los lugares menos
presentable
s. Digamos, no en los foros universitarios,
en los centros donde se reúnen los expertos para
explicar cómo es el mundo, sino en lugares sencillos
simples, por ejemplo las paredes.


P. Vos has rescatado mucho los graffitis. ¿Qué admiras
de ellos?

R. Yo soy un gran lector de paredes, que es la imprenta
de los pobres, el periódico abierto a todos.
Y ahí, en
el Río Pinturas, en Argentina, están los primeros
graffitis: son esas manos, que es un modo de decir 'yo
estuve ahí, yo soy algo más que una mota de polvo en el
universo, yo soy algo más que un instantito de tiempo,
estuve aquí'
.

Y un poco lo que mueve a la gente a
escribir algo en una pared es eso, aparte de opinar. A
veces opinan estupendamente:

"Las vírgenes tienen muchas navidades pero ninguna Nochebuena" o "nos mean y
la prensa dice llueve".


P. Ese es de Buenos Aires

R. Ese es de Buenos Aires, el otro es de Montevideo.


pero hay millares de maravillas que uno va encontrando,
va rescatando, y después de lo que uno escucha, la
maravilla del relato oral.


Se supone que las voces del pueblo son nada más eco de las voces del poder, según
los técnicos, pero no es verdad eso.


Es verdad que el lenguaje popular se ha degradado mucho por obra de la
televisión y de los medios masivos que imponen cierto lenguaje obligatorio.

Yo tengo una amiga canaria, de las Islas Canarias, que se interesa mucho por estos
temas de lenguaje y el lenguaje rural en las aldeas perdidas de las islas.

Entonces andaba recorriendo por ahí con un aparatito de estos (señala al grabador) para recoger las voces de los viejos.

Y muchos de los viejos les decían, 'no, mejor hablé con él que habla mucho más
bonito'.
Y él era el nieto, el bisnieto.

Y ellos hablaban como la tele, por eso hablaban más bonito.

Galeano hunde sus labios en el cortado, los humedece, y
luego, lentamente, absorbe su contenido. No habla sólo
con su boca, no. Sus manos hablan también. Su mirada
tiene voces, que es preciso saber escuchar y también saber mirar. La boca te mira con la misma pasión con que los ojos sueltan las palabras.

Nos habla a nosotros pero casi podríamos jurar que le habla al café, a él
mismo, a la historia que será, al futuro que fue.

Le preguntamos en qué cosas América Latina sigue teniendo las venas abiertas y en cuáles fue suturando las heridas y no esconde el fastidio por una pregunta
que juzga reiterada en sus entrevistas.

Nos lo dice con la boca pero también con los ojos, las manos, los
gestos. "¿Qué te voy a contestar, lo mismo que siempre
contesto?, que me encontré con el conde Drácula en una
calle de Buenos Aires, que andaba buscando
psicoanalista por el complejo de inferioridad que le
producían las grandes corporaciones internacionales.


Eso contesto siempre para evadirme", argumenta para
volver a evadirse.

"Lo cierto que sí, -agrega- es una región del mundo que trabaja al servicio de otra. Sí,
es cierto, eso sigue siendo verdad, y que no hay ninguna riqueza inocente: toda riqueza se nutre de alguna pobreza y ahora fíjate con esta crisis mundial el mundo entero está aceptando con bastante pasividad, y hasta con aplausos, estos regalitos que van
recibiendo los banqueros, los pobres banqueros que son los culpables de esta catástrofe financiera", sostiene con ironía.

Luego se explaya sobre el plan de "salvataje" con que Europa y Estados Unidos hicieron de Papa Noel:

"Los banqueros son los que reciben la recompensa con que los
premian, por lo menos, con 3 millones de millones, que
te da una buena cantidad de ceros
.

A lo larga lo paga eso que llaman 'tercer mundo', o sea las naciones
sometidas, que venden lo que venden cada vez más
barato, pagan deudas externas que son como sogas ahí
metidas en el pescuezo con una vuelta de rosca y otra y
otra.

Por fin se le ocurrió a alguien -Correa, en Ecuador- ver si era legítima o no. Le vamos a pagar la
deuda legítima, pero primero vamos a ver qué es esa deuda. Argentina no sabe la deuda qué paga, Uruguay tampoco.

Se supone que son deudas que vienen de alguna parte, que tienen un fundamento, pero nunca a nadie se le ocurrió escarbar una por una para decir 'ésta deuda
no la vamos a pagar'", dice mientras escarba el aire con la mano.

"Chile no tendría que pagar los préstamos que le dieron
a Pinochet para que asesinara gente, al igual que otros
asesinos de países que contaron con auxilio
. La mayor
deuda se incrementa en la época de las dictaduras",
recita dando cuenta, una vez más, que ese crisol que es
América Latina tiene también, en lo más horroroso de su
historia reciente, una historia presente.

Estamos tratando de entender, Galeano mediante, lo
inentendible de un sistema que paga lo que no debe,
debe lo que no paga, premia lo que debería castigar y
castiga lo que debe premiar
. Semejante esquizofrenia
nos altera y las preguntas se preguntan si hubo un
hecho puntual, algún suceso concreto, que impulsó a
Eduardo a ponerle palabras a las injusticias, para que
sean menos injustas: "Yo nunca sentí que fuera el
denunciador de nada. Yo simplemente soy un enamorado de
la realidad y trato de contarla, en lo que tiene de
horrendo y en lo que tiene de maravilloso.
Porque si
contara nada más lo que tiene de horrendo, la gente se moriría de aburrimiento, que es lo que pasa con la mayor parte de la literatura bien intencionada, que en
lugar de generar indignación genera sueño.


No sueños sino sueño, o sea una irresistible necesidad de dormir
porque es aburridísima y en efecto estas letanías de
dolor incesante no conducen a ninguna parte porque
aburren a todos y además, justamente, los dolientes del
dolor lo que menos quieren es volver a escuchar el
dolor que padecen, encima que lo están padeciendo.


Entonces hay que saber cómo tratar de acercarse a estos
temas a veces muy espinosos logrando que sean
atractivos y que además estén siempre acompañados por
una contraparte: a veces una pequeña frase, una pequeña
cosita que indique que en medio de ese desierto hay un
trébol de cuatro hojas, o de cinco, o de seis hojas"


En criollo, diría la abuela, mezclar una de cal con una
de arena. ¿Ejemplos?: "Por ejemplo, en Espejos, hay
unas cuantas referencias a la guerra de Irak, claro,
lógico, una guerra que nació de una mentira
y que
mintiendo sigue y que ha matado no se sabe cuánta gente
porque se sabe cuántos muertos hay entre los invasores
pero no entre los invadidos, de eso no hay la menor
idea. Entonces hay unos cuantos textos que se refieren
a eso pero también hay uno que dice 'cuidado con
confundirse, querido lector, mucho cuidado. En Irak
nació el primer poema de amor de la historia de la
humanidad, en ese mismo lugar que es ahora ese
escenario de horror incesante, y que se refiere al
encuentro de una diosa inmortal y un pastor mortal'.


En mi versión sintetizada lo que dice ese poema es que 'la
diosa amó aquella noche como si fuera mortal y el
pastor fue inmortal mientras duró esa noche'".


P. ¿Como "las mil y una noches"?
R. En Irak nació la escritura, y en Irak la princesa
Sherezade contó las mil y una noches que es el libro
que nos enseñó a todos el arte de contar
, porque yo
aprendí lo que aprendí en los cafés pero también porque
Sherezade me enseñó que si el rey se aburría, le
cortaba la cabeza y que por lo tanto está prohibido
aburrir.


Y me enseñó el arte del suspenso porque
siempre dejaba los cuentos sin terminar para que el sultán no la matase.

Entonces para saber cómo terminaba la historia tenía que llegar a la noche siguiente.

Así te enseña la técnica del tigre en el aire, cómo se
puede lograr mantener la tensión del lector
.

Bueno, eso fue escrito en Bagdad, a partir de una cantidad inmensa
de historias que circulaban en la época.
Bagdad era el cruce de todos los caminos, allí se
encontraban las cosas y las palabras
: las cosas porque
era un centro comercial importantísimo y las palabras
porque era el centro cultural más importante del mundo,
por lejos.


Esta misma Bagdad ahora bombardeada,
despreciada, triturada por Occidente que, entre otras
cosas, aniquila lo que ignora.


Qué nivel de ignorancia.
Seguramente Bush cree que la escritura fue inventada en
Texas, estoy seguro. Qué nivel de brutalidad, qué nivel
de patanería que tienen los amos del mundo, es algo que
te deja visco (bizco)

Nos reímos, está claro, que para no llorar. "Tienen el complejo mesiánico de que son los salvadores del mundo, de blancos, negros, rojos, violetas.

Bush hablaba con Dios, nunca aclaró si era por fax, por mail y tampoco
qué días se comunicaba, pero él dijo que la orden de invadir Irak se la había dado Dios", esgrime Eduardo ya sin café que llevarse a la boca.

"Y quién nos salva a nosotros de ellos", le preguntamos
y nos reímos ya sin saber si para es, o no, para evitar
las lágrimas. "De ese tema Dios no dio orientaciones",
apunta Galeano, marcado los "olvidos" del Señor. "Lo
que quiero decir es que ellos tienen una vieja
costumbre, insana costumbre, tóxica para la humanidad,
peligrosa para la humanidad, de sentir que tienen que
salvarte. Yo no quiero que me salven, qué mierda.

Además todos los que vienen a salvarte terminan
chupándote hasta la última gota de tu sangre y
exprimiéndote hasta la última gota de tu sudor. Estos
salvadores...", dice meneando la cabeza, que también
habla, de izquierda a derecha.


"Además fíjense la importancia que tienen en Estados Unidos todas estas sectas evangélicas desde donde irradian esas ideas que insisten con la idea de la
salvación.

Salvar a los otros en lugar de respetarlos, de escucharlos.

En lugar de decir 'señores, por ahí ustedes tienen algo interesante que decir', no: el
mensaje siempre es al revés. Es unidireccional, del que manda al mandado, del que opina al opinado.

'Yo te voy a decir cómo son las cosas, te voy a explicar cómo es
el mundo, te voy a dar la receta para que te vaya mejor en la vida'".


P. ¿Por eso el sistema acepta la caridad, de arriba hacia abajo, y no la solidaridad, que es entre iguales?

R. Si, además ahora con los resultados estos podrían,
en un acto de sentido común, decir 'bueno al fin y al
cabo esa idolatría del mercado, que hay dejar que el
dinero actúe y que el Estado no joda, por lo menos es
sospechosa'. El hecho es que hicieron puré el Estado en
todo el sur del mundo. Los servicios públicos están
desechos. Mirá lo que es Aerolíneas Argentinas. ¿Qué
quedó? Un pobre resto humeante
.

Parece que hubiera sido victima de algún bombardeo: un avión de guerra que fue
victima de un bombardeo.

Yo viajaba en Aerolíneas Argentinas cuando dirigía la revista Crisis, y era la
mejor línea del mundo. Mirá cómo está ahora. Mira cómo
está el Correo. Yo estoy harto de mandar cartas de
Uruguay a la Argentina que no llegan nunca. Son
servicios religiosos: los entregan cuando Dios quiere.
(Otra vez risas compartidas. Otra vez, para no llorar).


P. Bueno, con YPF nos pasó algo muy parecido
R. YPF es otro desastre. Y los trenes. Esa
película, "La Próxima Estación", qué gran tarea hizo
Pino Solanas con eso. Todas esas situaciones son
collares de infamias por todas partes para aniquilar el
Estado porque era una molestia, algo que se interponía
entre el progreso y el hombre.


Y lo pulverizaron y ahora que lo necesitamos, ¿qué hacemos? ¿Cómo no va a
funcionar el correo? No puede ser.

Acá es especialmente desastroso pero en Uruguay,
fíjense lo que me pasó con Espejos, les cuento una sola
de las muchas experiencias que tuve: en Montevideo
tengo una casilla de correo, la 751, donde me llegan
las cartas, las revistas.
Entonces yo le quería mandar
el libro a un gran amigo mío que es músico y musicólogo
y tiene otra casilla en el mismo lugar, que es el
Correo Central de Montevideo. La casilla de él está a
un metro y medio de la mía
. Entonces yo voy con el
libro y le digo a los amigos que atienden ahí, que me
conocen de memoria, 'mirá, ponele este libro en su
casilla'. Y me dicen: 'No, eso no se puede hacer. Tenés
que franquearlo, mandar el paquete' y entonces...
recorrer ese metro y medio, demoró un mes".


La anécdota, por demás gráfica, permite que la charla
se entremeta con el deterioro de los servicios públicos
en todo el mundo, y en especial en América Latina.

Galeano rebalsa en anécdotas personales que ilustran de
qué hablamos: un libro perdido rumbo a la Argentina,
otro hacia España, paquetes que no llegan. "Esto es
horrible de decir pero en la época de Franco se decía
que 'la única carta que no llega es la que no se
escribe'. Y era verdad.


Y este deterioro de los servicios públicos conspira contra la democracia porque
la desprestigia.
Pareciera ser que los servicios públicos sólo funcionan bien cuando hay milicos en el
poder. Y ese es un flaco favor que le hacemos a la
democracia, porque también se supone que es un esfuerzo civil"

P. Los medios de comunicación también se mueven como si
muchas cosas funcionaran mejor con los milicos en el
Poder, por ejemplo con la seguridad, que pareciera
acechar como una flaqueza de la democracia.


R. Sí, yo a veces escucho TN y me da la impresión de
que Buenos Aires debe ser como Irán o Bagdad, y voy a
Buenos Aires y no tiene nada que ver con lo que cuentan
que es.

Además se ha dado un fenómeno, éste también
internacional: es impresionante cómo en la época de la
globalización se repite todo. Qué poca originalidad.



Los países tienen menos capacidad de decir lo suyo, de
caminar su camino. Entonces se dan esas copias
universales: los informativos de la televisión.
Empiezan, en casi todos los países, con temas de
seguridad pública, crímenes, violaciones, asesinatos.
Eso es la mitad o más del informativo, con lo cual la
población queda temblando y diciendo 'estamos en manos
de los delitos, de los delincuentes, de los criminales'.

P. Tocan las fibras del miedo...
R. Miedo que es el peor de los consejeros, porque el
miedo, ¿qué es lo que te va a aconsejar?: mano
dura. 'Acá lo que se necesita es mano dura' y
la
democracia tiene mano blanda, entonces a la nostalgia
de la dictadura militar hay un camino muy chiquito.
Es un tema bárbaro porque hasta ahora la izquierda no
ha podido resolver el tema de la inseguridad
.

Quizá porque la inseguridad no existe, la inseguridad es el
resultado de otras cosas, de la injusticia social, de la cultura del consumo.

Las palabras, quizás felices por ser bien tratadas, dan
una vuelta en el aire antes de meterse en el grabador,
en los oídos, en la boca, en los ojos.

Es extraño expresarlo pero hay una sensación de comunión, de común-
unión, que parece, también, dar vueltas en el aire.
Es posible, acaso, que nada de eso ocurra y el sólo
hecho de coincidir con lo que este escritor está
escribiendo con la boca, nos genere tal impresión. El
manual dice en ese punto que es el primer error
del "periodista ingenuo" que se deja convencer con lo
que el entrevistado dice. ¿Será así?


"Antonio Machado, el gran poeta español, decía una
frase lindísima: 'ahora cualquier necio confunde valor
y precio'.


Y ese es un retrato del mundo de nuestro
tiempo. Entonces la cultura del consumo, que es lo que
se le inyecta a la gente todos los días sobre todo por
los medios, pero también por el sistema educativo,
sostiene la idea de que el que no consume, no existe. Y
esa cultura se funda en esa confusión del valor y el
precio. Entonces vos valés si tenés ropa más cara. Y
eso es una incitación al delito porque si vos le metes

eso en la cabeza a los chicos de la villa o la gente
más desamparada de la población, la idea de que ser es
tener, y que sino tenés no sos, es una invitación al
delito.


Es decirles 'dale, andá con esa vieja que está ahí al pedo, dale, arrancale la cartera'".

P. Y eso también lleva a que veamos al otro, como
describe una frase tuya, "como una amenaza y no como
una promesa"


R. Exactamente. Y hay una dictadura del miedo en escala
universal. Ahí también todo se copia.

Hay una vieja leyenda china, que tiene miles de años, de un leñador
que pierde el hacha. Entonces el leñador lo mira al vecino, y ve que tiene cara de ladrón, aspecto de ladrón: '¿usted no vio un hacha?', le pregunta. 'No,
no', contesta el vecino. 'Me contestó como un ladrón',

piensa el leñador. Le coincidía todo. A las dos o tres
horas encuentra el hacha que se le había caído en unos
árboles, vuelve a mirar al vecino y piensa: 'La verdad
que no tiene para nada cara de ladrón'. Pero mientras
el hacha estaba desaparecida el vecino era el culpable
.


El tema de la justicia por mano propia proviene de ese
equívoco, incide en los linchamientos y castigos de
muchos que son inocentes.

Es imposible eludir, a esta altura, los intentos que a
ambos lados del Río de la Plata pretenden bajar la edad
de imputabilidad de los menores. (¿y qué dirán los
manuales al respecto?). Las cejas de Galeano se arquean
en forma de herradura. Los ojos se clavan en un más
allá que no alcanzamos a ver y las manos levantan
vuelo. Todo el cuerpo dice una ironía: "Yo me pregunto,
¿y los bebés? Porque los bebés son bastantes jodidos.
Ya Freud lo tenía estudiado a eso, la perversidad del
bebé, entonces si el bebé es perverso, bueno, que vaya
a la cárcel..."

P. El manual se enoja pero el humorismo vuelve: "O
mejor, que ya desde el embarazo los metan presos con
sus madres".


R. Pero no lo repitas porque les das ideas. Van a meter
presa a la que tiene el delincuente en la panza.


P. Tarde, ¿no fue eso lo que hicieron los militares
genocidas?

R. Sí, es así. Incluso muchos se han de haber contado
el cuento que así los salvaron. Supongo, porque la
conciencia culpable siempre necesita alivio, consuelo,
aún en el caso de los tipos más jodidos. Probablemente
disfrazaron ese robo, el más siniestro de todos, ese
botín de niños que hubo sobre todo en la Argentina.
Esta idea de que el vencedor, quizá recibiendo el
trofeo, se contaba el cuento de que estaba salvando a
aquel chico de la corrupción roja
.

P. Eduardo, vos que sos un escritor que trabaja con las
palabras, ¿te han contado ellas el dolor que sienten
por el cambio de significado que han tenido?
Nombrabas
la palabra "mercado" y antes el mercado era otra cosa,
proceso era otra cosa al "Proceso". ¿Se sienten dolidas
las palabras?

R. Está lindo eso que me decís. Sí, yo creo que sí. Hay
una responsabilidad en el ejercicio de las palabras.
Aquello que el maestro Onetti me dijo cuando era
chico: 'Las únicas palabras que deben existir son las
palabras mejores que el silencio'
. Pero cuando vos
estás peleando para encontrarlas y aparecen, hay que
cuidarlas, regarlas, acariciarlas.

Las palabras están muy mentidas, manoseadas, prostituidas. Entonces las
cosas no significan lo que son, son lo que significan.
Es un desastre, el diccionario parece un basurero. Y
claro que a las palabras les duele ser basura. Nacieron
para algo mejor, nacieron para ser manos que tocar,
brazos que abrazan.


P. En tus libros has rescatado que para los guaraníes,
la palabra era el alma
. ¿Cómo era eso?
R. Sí, ñeñé, que significa palabra y alma. Toda la
belleza de los mitos de origen guaraníes coincide en
que los paraguayos son hijos de la palabra que los
llamó. Y que sonó de adentro de un Cedro, un cedro
mágico. Ahí sonó la palabra que los llamó
. Es muy
hermosa la idea de que la uva está hecha de vino.
La frase se materializa, producto de los gestos que
acompañan el racimo, en la imagen de la uva. El
grabador se apaga pero la conversación no. (En este
punto el manual también es confuso sobre los pasos a
seguir).

La charla sigue por los pasillos del Hotel
que, después de largo rato, volvemos a habitar pese a
no haber salido físicamente de él. Galeano relata, con
lujo de detalles, su experiencia en la frontera entre
Brasil y Venezuela, hace ya unos años, donde se infectó
la malaria. Nos cuenta la experiencia de dormir en una
hamaca paraguaya sobre el río, y ver pasar las
serpientes por debajo.
Hablamos de Luis Sepúlveda y "el viejo que leía poemas
de amor";
de aquel negro orgulloso con sus dientes de
oro macizo que Eduardo rescata en uno de sus textos;
algo de fútbol es inevitable; criticamos en conjunto el
mal gusto del hotel, en conjunto criticamos a los
críticos por el mal gusto de decirnos cómo se debe
mirar, elogiamos un par de sueños de los "Sueños de
Kurosawa"; admiramos a Vicent Van Gogh y el texto que,
para uno de nosotros, constituye uno de los mejores
relatos de los múltiples relatos que constituyen
Espejos.


Afuera ha parado de llover pero dentro nuestro hay un
diluvio. El saludo se repite una vez más, pero esta vez
sí es definitivo.
Se aleja unos pasos, a ese ritmo de ver las cosas, en
busca del ascensor que lo trajo a la planta baja.

Antes de perderse en él, nos dice sonriendo, en esa voz que
no alcanza a ser grito pero que está mucho más elevada
del tono medio, que nos entendemos con el tiempo. Ya no
hay tiempo de preguntarle porqué.
Es una buena excusa para inventar un nuevo encuentro.





Luis Zarranz, Florencia y Francisco Silio, Agencia
Rodolfo Walsh

__________________

sábado, 17 de enero de 2009

luis del olmo


Yo, JOSÉ JOAQUÍN TRENADO
Luis del Olmo: "La prensa es un peligro cuando manipula"
El periodista leonés presenta el programa "Protagonistas" desde 1973, lo que lo convierte en el locutor más veterano de la radio española
JOSÉ JOAQUÍN TRENADO - Utrera - 23/09/2008





Iñaki Gabilondo: "Los hechos son sagrados, las opiniones son libres"





Señor Del Olmo, tantísimos años haciendo radio y con el mismo empuje que desde el principio, ¿qué tiene la radio para que le atraiga tanto y, sobre todo, que no posean los demás medios? Bueno, pues la radio tiene la fantasía, la imaginación, ¿te parece poco?.

Pues, fíjate, sobre todos los medios, la fantasía y la imaginación.

Ha sido, y es, un adalid de la libertad de expresión, ¿es consciente de la importancia que tienen sus palabras y las ideas que vierte entre su público?.

Me gustaría que no cayeran en saco roto, yo intento predicar con el ejemplo y que, efectivamente, sea creíble. Si lo consigo o no eso ya es otro asunto.

¿Qué se siente cuando, por el hecho de defender la libertad, queda colocado uno en el punto de mira de unos malhechores como ETA?

Se siente un escalofrío de emoción y de miedo también, porque estos bestias, en cualquier momento, te pueden quitar la vida, pero éste es mi oficio, ¿no?

La verdad informativa aparece muchas veces velada por intereses políticos y económicos, ¿en alguna ocasión le han presionado los grupos políticos a la hora de dar su información?

No, y que no lo intenten nunca. Ellos me conocen y saben que les "mandaría al carajo" inmediatamente. [Risas...].¿

Cuándo es un peligro la prensa?

Es un peligro cuando miente, cuando manipula, cuando toma el pelo a sus lectores.

Eso es un peligro. Cuando, en definitiva, no es decente y, por lo tanto, ni es prensa ni es nada.

¿Se arrepiente de haberse enfrentado a Federico Jiménez Losantos, llamándole incluso "talibán de sacristía"?.
¿Qué le ha parecido la sentencia?.

Bueno, es que "talibán de sacristía" no es ningún insulto. Ser talibán es pertenecer a una cofradía, con la cual yo no comulgo. En cuanto a la sentencia, me parece justa. Me parece que no se puede ir por el mundo insultando a la gente y llamando cosas terribles, como ha hecho este ciudadano.

¿Le han negado alguna entrevista?.

¿A quién no le haría ninguna?.

Sí, el señor Xabier Arzalluz [Ex presidente del PNV] me ha negado una entrevista, pero vamos me he quedado tan tranquilo.

A quien yo me negaría a realizar una entrevista sería a un terrorista.

Luis, como el periodista más veterano de España que es, ¿qué recomendaría a esos estudiantes de periodismo que tenemos ahora?

Pues que se lo tomen en serio, que lo tomen con cariño, que se den cuenta que están en la profesión más hermosa del mundo, y que no se preocupen si un buen día terminan la carrera y no encuentran trabajo, que insistan, porque hoy en día se presentan dificultades para encontrar un puesto, un sitio; pero que, tarde o temprano, y, sobre todo, si tienen vocación y si tienen ganas encontrarán su lugar en una emisora, en una columna de prensa o en un espacio de televisión.

Este encuentro se realizó desde el Teatro Municipal Enrique de la Cuadra, en Utrera (Sevilla), lugar donde Luis del Olmo llegó con la mayor gira medioambiental que se ha hecho en España, "Protagonistas en verde", así como para celebrar el 25 aniversario de radio en Utrera. Desde aquí queremos agradecer a este comunicador su amabilidad y cercanía en la consecución de esta entrevista.

domingo, 11 de enero de 2009

BEN BRADLEE


ENTREVISTA: MAESTROS DEL PERIODISMO Ben Bradlee Periodista. Vicepresidente y ex director de 'The Washington Post'
"El fundamento del periodismo es buscar la verdad y contarla"
JUAN CRUZ 11/01/2009



Ben Bradlee (87 años) va cada día a The Washington Post, el diario que dirigió hasta la gloria en medio de la época política más turbulenta de Estados Unidos. Él convenció a Katharine Graham, la empresaria, de que era imprescindible, por el honor del oficio, hacer caso a unos jóvenes reporteros, Bob Woodward y Carl Bernstein, que habían visto que algo olía a podrido en el caso Watergate.

El resto es historia del periodismo; como en la película Todos los hombres del presidente, en la que su papel lo interpreta Jason Robards, el crédito se lo llevan los reporteros, y el periódico, y él es el capitán en la sombra.

Cuando se retiró, en 1991, le hicieron tantas fiestas de homenaje que el hijo de la señora Graham dijo que las crónicas de esas fiestas daban para la lectura de un año.

Lo que él atesora de toda aquella gloria es algo que dijo uno de sus grandes amigos, el columnista Art Buchwald: "Estamos ante un magnífico director de periódico".

Creyeron que se iba, le nombraron vicepresident-at-large, una especie de vicepresidente-para-todo, pero lo han tenido desde entonces, siempre, cada día, en la sexta planta de The Washington Post, en este lugar donde nos recibe. Es un cuarto sin ventanas, con la puerta abierta; a su alrededor hay algunas fotografías: la de Buchwald, la de Katharine Graham, la de su gran amigo John F. Kennedy, la de Jason Robards..., pero no la de Todos los hombres del presidente. Y algunos recortes. El viejo periodista se dedica ahora a avisar a sus sucesores sobre nuevos nombres que van surgiendo en el periodismo; si los contratan, él luego los invita a comer, o a tomar café.

¿Para adoctrinarlos? "No, ¡jamás! Ellos ya saben qué es The Washington Post". Ya hizo eso desde el principio de su mandato en el periódico, donde aglutinó a jóvenes de todas las razas, y donde impuso controles férreos para que la dudosa atribución de fuentes no fuera un lugar común al que los periodistas se agarraran para simular sabiduría; pero aun así se le coló Janet Cooke, que ganó un Pulitzer con una historia que era mentira...

"Uno de mis grandes errores". Su libro Vida de un periodista (A good life, en inglés) es una biblia del periodismo y un libro de estilo, y hablar con él es acercarse a un periodista total que se agarra al oficio como de chico se agarró a las barras de gimnasia para que la polio no le venciera el ánimo. Y por ahí empezamos, una mañana de diciembre de 2008, a hablar con él en su cuarto de vigía de The Washington Post.




"Uno de los placeres del periodismo es que nunca sabes de qué vas a escribir cuando vas al trabajo".

"Agarraba mi coche, conducía hasta la Casa Blanca, aparcaba, ¡y cenaba con el presidente!"

" Los presidentes ya no pueden salirse con la suya. En los tiempos de Roosevelt, cuando había una rueda de prensa en la Casa Blanca, sólo había diez reporteros. Ahora, hay acreditados 1.500 reporteros."


Pregunta. Uno le imagina ahí, venciendo la polio, y ese suceso de su vida parece una imagen para entenderle.

Respuesta. Sí, la verdad es que ése fue un periodo muy importante de mi vida. Pero siempre he sido feliz, soy demasiado tonto para ser infeliz. No era el único que tenía polio; éramos 180 en la escuela y 20 la contrajimos. Era en 1936 y yo tenía 14 o 15 años. Me llevaron en una ambulancia; iba con otro niño con los mismos síntomas; murió dos días después. Fue la primera persona cercana que yo supe que había muerto. Mi padre me sacó de la ambulancia, me cogió en brazos y me subió tres pisos. Empezaba un drama.

P. Difícil sobrellevarlo.

R. Después de dos semanas, te bajaba la fiebre y te quedabas allí, tumbado, en la cama, sin poder moverte; entonces venía el doctor y te tocaba los músculos... El doctor me pedía que frunciera el ceño, que levantara las cejas, que moviera las orejas... Y todo iba bien hasta que llegamos a la zona del pecho. Me di cuenta de que no lo podía levantar. Fallaban los músculos de mi estómago. Pasaron cuatro meses antes de que pudiera levantarme y empezar a caminar de nuevo.

P. Sobrevivir a esa experiencia hace fácil afrontar cualquier experiencia.

R. Así es, siempre he sido un optimista. Creo que la vida es más fácil así.

P. Usted dice que la vida siempre está en el futuro.

R. Sí, pero para tener un futuro tenía que sobrevivir a aquello.


P. ¿Sigue siendo un optimista?

R. Más que nunca. Tengo 87 años y buena salud. Hace poco me quitaron la vesícula, ¡y fue la primera vez en veinte años que estaba enfermo! Así que soy muy optimista. Mis hijos están bien, tengo una esposa fabulosa...

P. Y ganó varias guerras...

R. Los jóvenes no entienden que la guerra haya sido tan importante para nosotros y para la gente de mi generación. ¡Fue lo primero que hicimos que fuera significativo! Primero íbamos a la universidad y de ahí nos íbamos a la guerra. Pasé tres años en el Pacífico, a bordo de un barco, tengo medallas de esa época. Entonces me daba miedo admitirlo, pero me lo pasé muy bien. El barco era bueno, la gente era buena. ¿Qué otra cosa iba a hacer? Tenía 20 años, ¡y no era cosa de ponerme a trabajar en un banco!

P. Tal vez por eso se hizo periodista.

R. Mi primer trabajo fue de chico-para-todo en un periódico, en verano. Tenía 16 años, y si usted mira ahí, en ese panel, está el primer texto que escribí. ¡No lo lea, por favor!

P. ¿Qué piensa usted de todos esos recuerdos?

R. Me siento orgulloso. Creo que a lo largo de mi vida he tomado las decisiones correctas. Sólo he tenido un único trabajo. Periodista.
Fui reportero en The Washington Post en 1948, y me quise ir a Europa, y ya era padre de un hijo. Pensé: ahora o nunca. Así que acabé en la embajada norteamericana en París como agregado de prensa. Seguí buscando trabajo, y me hicieron corresponsal de Newsweek. El Newsweek y el Post son los únicos periódicos para los que he trabajado...

P. Raro verle de agregado...

R. Empecé de ayudante del agregado... Y luego fui agregado durante dos años. No me gustaba. Era un trabajo demasiado pasivo. La gran noticia del momento era la guerra de Indochina. Los americanos querían ayudar a los franceses y tener que explicar eso desde un punto de vista positivo era difícil.P.

Una época en que el periodismo no tenía nada que ver con este periodismo. Entonces tenía que saber de todo.

R. ¡O simularlo! Decían: los periodistas saben de muchas cosas, pero de todas sólo un poco. Y es verdad. Uno de los placeres del periodismo es que nunca sabes de qué vas a escribir cuando vas al trabajo. ¿Qué va a ocurrir en el mundo hoy? ¡Ni idea! Eso es lo excitante.

P. Kennedy es su figura. Es atrayente comparar aquel periodo, "lleno de esperanzas y promesas", y este de ahora.

R. Él se murió tan pronto... Sólo fue presidente mil días. Y en ese tiempo le dio a América tanta esperanza... Fue el primer presidente de Estados Unidos nacido en el siglo XX. Murió a los 44 años. Fue el primer político al que conocí cuando tenía poco más de veinte años. Se mudó a una casa que estaba al lado de la mía, su mujer se hizo amiga de la mía. Nuestros hijos nacieron más o menos en las mismas fechas...

P. Usted lloró en su entierro... debe ser difícil separar la amistad del periodismo...

R. Suena difícil, pero él lo hacía fácil. Decidimos que nuestra amistad debía seguir aunque él fuera presidente
. Y Newsweek, para la que trabajaba entonces, me envió a cubrir la Casa Blanca. ¡Y no a la Casa Blanca: al presidente! Pero no fue difícil. Decidimos que yo podía usar todo lo que me contaba, a no ser que me indicara lo contrario. Fue una regla simple, pero funcionó. Él no tuvo ningún problema. A veces, yo le suplicaba que me dejara escribir sobre algo que me había contado y que él había vetado..., pero no hubo ningún problema grande.

P. Pero usted se enteraba de las cosas antes que otros... Estaba más cerca.

R. Pero recuerde que Newsweek no es de tirada diaria, no vas buscando el gran titular de todos los días. Mis exclusivas tampoco eran grandes noticias; ahondaba más en lo cotidiano...

P. Una relación especial.

R. Y maravillosa. Fue una oportunidad fuera de serie. Agarraba mi coche, conducía hasta la Casa Blanca, aparcaba, ¡y cenaba con el presidente!

P. Y debió ser un mal trago que su libro de conversaciones con Kennedy acelerara la enemistad con la viuda...


R. Estoy acostumbrado. Siempre hay gente a la que no le gusta lo que escribes. Ella reconoció que yo había respetado mi parte del trato con Jack, pero no le gustaba verlo impreso. Pero tampoco yo era amigo suyo... Cuando él murió, ella se fue a vivir a una casa de Georgetown, enfrente de donde yo vivo ahora. Se quedó sólo un par de meses, no le gustaba Washington. Y se fue a Nueva York. Hasta que ella murió la habré visto diez veces, y una vez, cuando publiqué mis conversaciones con Kennedy, me retiró el saludo.

P. ¿Siente usted la misma esperanza con Obama que cuando estaba Kennedy?

R. No conozco a Obama. He coincidido con él sólo un par de veces. Pero sí hay conexiones entre ellos; los dos son jóvenes... Pero hay muchas cosas que los diferencian. El tiempo, por ejemplo.

P. Una elección que cambia todo.

R. Es una elección increíble para un hombre que sólo lleva diez años en la vida pública. Ha pasado del anonimato casi absoluto a ser el presidente electo. Pero ha logrado capturar la imaginación de los americanos, sobre todo la de los jóvenes. ¡Y la del mundo entero! ¿No es fantástico? Sí, por decirle lo que usted está buscando, me impresiona y me da esperanza.

P. Llega en un momento en que el mundo entero está hecho un desastre.

R. ¡Y va a peor! El pobre hombre llega en un momento en que el país se desmorona, la economía cae... Si pensó que iba a ser difícil su periodo, imagínese ahora. Pero va a tener el apoyo de la gente. Y eso es fantástico. Contar con esa popularidad siendo tan joven y con tan escasa experiencia... Si pudiera ayudar a solucionar el problema económico en el primer año y mantener luego su popularidad creo que será un gran presidente.

P. ¿Y qué piensa del que se va, de Bush? Usted siempre ha luchado contra la mentira, y hemos sido testigos de lo que ha pasado con las mentiras de Bush.

R. Sí, mintió, es verdad que mintió. No sé si era consciente de que era una mentira. No lo sabemos. Creo que sí sabía que era una mentira, y exageró... Siempre ha sido así. Todos mienten. Ahora la prensa es mucho más consciente de esas mentiras. Y se aseguran de demostrar que lo son. Mucho más que antes.

R. Quizá por Watergate.

R. O por Vietnam. Con Vietnam, América, por primera vez, empezó a dudar seriamente de lo que se le contaba acerca de lo que ocurría en otros países
. Nos dijeron que en Vietnam las cosas iban bien cuando el país se estaba desintegrando.

P. Vietnam, Watergate, los papeles del Pentágono... Usted decía que detrás de los tres asuntos había mentiras, y su misión era desvelarlas...

R. Con Vietnam, la prensa empezó a examinar de forma mucho más agresiva las palabras y las acciones de sus líderes. Los presidentes ya no pueden salirse con la suya. En los tiempos de Roosevelt, cuando había una rueda de prensa en la Casa Blanca, sólo había 10 reporteros. Ahora hay acreditados 1.500 reporteros.

P. ¿Y hacen las preguntas que deben hacer?

R. Hacen las preguntas que ellos creen que deben hacer, o que sus jefes piensan que deben hacer
. Los reporteros y los periodistas ahora están muy preparados, muy informados. Imagínese qué pasaba entonces: ¡sólo nueve hombres y una mujer para cubrir la Casa Blanca!

P. A veces mentimos a los nuestros, pero la mentira política afecta a todo el mundo.

R. Yo creo que ya no mienten tanto... porque no pueden hacerlo. Mire lo que le pasó a Nixon. Estaba preparado para ser presidente. Lo hizo bien, a excepción de Watergate. ¡Pero adónde le llevaron las mentiras! Le costó la vida política.

P. Usted dice que los periodistas no siempre tienen la verdad.

R. No sabemos la verdad. Si el primer ministro de un país me cuenta una mentira, no sé que me está mintiendo. Y lo voy a escribir. Pero ahora hay una gran preocupación por la verdad.

P. Tras Watergate, los periodistas empezaron a preocuparse por las fuentes...

R. ...siempre que las puedan identificar, eso es bueno, y siempre que se refieran a hechos que ellos conozcan... Tuve que echar a un periodista de The Washington Post porque puso en boca de Robert Kennedy algo que éste pudo haber dicho pero que jamás pronunció. ¡Mintió! No hay argumento contra eso. El director depende de sus fuentes de información. Un periodista es la fuente de un director, ¡y si al director le falla la fuente...!

P. Internet es una fuente inmensa... ¿Cómo la ve?

R. Mi vida periodística acabó antes de Internet, ¡menos mal! Internet lo ha cambiado todo. Y has de convivir con ello. Pero puedes exigir que los estándares de Internet sean buenos. Y hay aspectos en que lo son. Pero hay mucho loco también.

P. Su autobiografía es como un epitafio de lo que fue el periodismo con respecto al periodismo que se hace ahora.

R. No lo sé. Las preguntas han cambiado. Sobre todo a causa de Internet. La instantaneidad de las noticias empezó con la televisión, e Internet es la apoteosis de lo instantáneo... La cantidad de noticias frescas es ahora menor en los diarios, eso significa algo. En la portada de The Washington Post aparecen noticias que ya se conocen, o por Internet o por la televisión. No estamos aportando nuevas historias, nuevos hechos... Por eso tenemos que concentrarnos en el significado de esos hechos que ya no damos nosotros en primer lugar; tenemos que saber si son importantes, si influyen en la historia, qué pasará en el mundo si se consolidan... Tenemos que saber eso y contarlo. Ésa es nuestra función ahora.

P. Y no sólo hay hechos. ¿No confundirá tanta opinión al público?

R. No, la gente presta atención a lo que se dice en los periódicos importantes, y si la opinión la da un periódico importante, la gente no confunde los hechos con las opiniones. Por eso es tan importante mantener la reputación de los periódicos.

P. Así que usted se siente optimista también sobre el periodismo y los periodistas.

R. No le quepa duda. ¿Qué sentido tiene la vida si uno no es optimista? Siempre lo he sido, y siempre he creído en la habilidad del cambio. Si alguien me dijera que el martes por la noche el mundo entero se va a ir al garete, pensaría también que habría que buscar una oportunidad para cambiar esto. Y el periodismo es un buen instrumento para cambiar las cosas.

P. Un director suyo, Ralph Blagden, le dijo que la esencia del periodismo es la superficialidad...

R. Era un filósofo, y lo dijo cuando yo estaba escribiendo una historia sobre los veteranos de la guerra; describí el asunto con tanto detalle que me dijo que era demasiado, y entonces soltó esa frase: "La esencia del periodismo es la superficialidad". Dijo: "Cuenta la historia, pero no entres en detalles, porque entonces la historia terminará muerta".

P. Su colega Alan Riding dice que los medios son cada vez más sofisticados, pero que el mensaje es cada vez más banal...

R. Quizá sea cierto, pero tenemos que vivir con ello...

P. "Nos hacemos periodistas por el deseo de arreglar las cosas torcidas".

R. Sí, eso es mío; y dije también que no se puede ser cínico, que los periodistas no podemos ser cínicos... Y a lo mejor lo he sido. Cuando uno llega a mi edad ha escuchado tantas mentiras...

P. Hay un personaje en su vida, Katharine Graham...

R. Una mujer maravillosa, una editora fantástica. Ella se fiaba de ti y te dejaba ir a buscar la historia que tú creías que era importante contar. Extraordinaria...

En una empresa hay dos tipos de acciones: acciones de tipo A y acciones de tipo B. Las acciones que son abiertas al público, las de tipo B, tienen un poder limitado. Sin embargo, las acciones A están en The Washington Post en poder de la familia Graham.

William Buffet
tiene muchas acciones, pero no puede hacer cambios. Sin embargo, Don Graham, que también es dueño de muchas acciones, levanta un dedo y los cambios se producen.

Es el jefe. Hay una diferencia muy grande entre administrar el periódico y tener acciones. Es de propiedad pública, pero está gestionado por una entidad privada. Los buenos periódicos de Estados Unidos funcionan así. Nosotros somos uno de ellos. Otro es The New York Times.

P. Su nombre se asocia a un momento dorado del periodismo. ¿Se acabó?

R. ¡Por supuesto que no! Éstos son momentos buenísimos para el periodismo. ¡Están ocurriendo tantas cosas! El acceso a la información es tan amplio. En los días de Roosevelt no teníamos ni idea de lo que estaba ocurriendo en el mundo. Hoy impresiona la cantidad y la calidad de reporteros que hay.

P. Usted ha sido muy feliz en este oficio, se ve. El mejor oficio, según García Márquez...

R. Y yo estoy totalmente de acuerdo. No hubiera sido periodista si no hubiera sido este oficio como es...

P. En la recepción del periódico están los viejos principios del fundador del Post. ¿Cuáles son los suyos?

R. Los principios son para los dueños, no para los editores. Y para un periodista el principio fundamental es buscar la verdad y contarla. Es verdad que hay muchas verdades, es complicado buscarlas...

P. Uno de sus primeros trabajos en el Post fue para denunciar racismo en una piscina pública... Sesenta años después hay un negro en la Casa Blanca...

R. Es el símbolo más emocionante de la llegada de Obama al poder. Hemos tenido una experiencia muy complicada con el racismo en este país. Fue extraordinario pasar de la esclavitud a la segregación, y mire todo lo que sucedió después... Ahora tenemos a un hombre negro de presidente y muy pocos países desarrollados lo tienen. Y por ello me siento orgulloso. ¡Es fantástico para este país!

P. Dijo de usted Art Buchwald que era un magnífico director. ¿Ahora qué es?

R. ¡Soy un ex editor, ja ja ja! Pero también soy vicepresidente de The Washington Post sin tarea alguna. Me siento aquí, en esta esquina, hablando con gente muy interesante. Estoy involucrado en proyectos y escribo, no mucho, pero lo hago. Ayudo a otros y pululo por aquí. Bajo a la sala de reporteros, digo hola, como con la gente y ayudo a los jóvenes reporteros. S

oy una parada en el tour de este lugar. He estado aquí mucho tiempo, así que pienso que no les estorbo. Y cuando encuentro a alguien con talento, bajo y lo comunico...

P. Y admite sus errores...

R. ...como el de Janet Cooke. De ése nunca me arrepentiré demasiado.

P. Y sus triunfos, como el Watergate...

R. El mérito fue haber persuadido a Katharine Graham de que el periódico debía ir hacia la excelencia, de que había que convertir The Washington Post en algo grande. The Washington Post era el tercer diario en importancia en Washington cuando llegué, en 1968... Ahora no les cuento a los jóvenes con los que me reúno las batallas que tuvimos que dar. ¡Ya ellos saben de qué va The Washington Post, y yo renuncio a adoctrinarlos! A veces me preguntan por el Watergate, y les cuento, si quieren saber.

sábado, 10 de enero de 2009

lorenzo silva

--------------------------------------------------------------------------------

Lorenzo Silva

Por

©Luis García

Lorenzo Silva. Madrid 1966. Ha sido proclamado ganador del Premio Nadal 2000 con El alquimista impaciente. En 1997 quedó finalista del mismo premio con La flaqueza del bolchevique. Es autor también de algunas obras para el público juvenil, y de las novelas La sustancia interior, El lejano país de los estanques, con la que obtuvo el premio Ojo crítico en la modalidad de narrativa, El ángel oculto y El urinario. Autor de Del Rif al Yebalà. Viaje al sueño y a la pesadilla de Marruecos (Destino, 2001). Más información en su página personal www.lorenzo-silva.com







Introducción.- Es Lorenzo Silva, Premio Nadal 2000 por su novela El alquimista impaciente, el creador de una de las parejas de investigadores mas castizas y peculiares de cuantas se hayan podido dar en los últimos años. El sargento Bevilacqua y la Guardia Chamorro, que ya van por su segunda entrega, dan lo mejor y lo peor del Cuerpo e inevitablemente de quien les procuró la vida (literaria). Falta hacía que la renovación de las letras alcanzase al género negro, uno de los mas denostados y menos valorados de la literatura. Y aunque no hay mal que cien años dure, que para eso se encarga la Semana Negra de Gijón, Lorenzo Silva lleva camino de convertirse en un clásico. El tiempo lo dirá.

Luis García.- Empecemos por el principio. ¿Cómo ha visto la Semana Negra de Gijón 2001?.

Lorenzo Silva.- La he visto interesante y alocada, como de costumbre. Creo que son sus dos rasgos distintivos. Interesante por la variedad de los escritores invitados (desde el guionista de Theo Angelopoulos hasta un ex militar argelino, pasando por un policía antimafia siciliano en activo). Alocada porque la semana parece siempre un caos, aunque quizá lo sea más aparente que real.

L.G.- Se lo pregunta porque me consta que existe mucho "purista" que la encuentra un tanto... prostituida y desvirtuada de sus orígenes.

L.S.- Siempre me han importado un bledo los puristas, con perdón. La vida es bastarda.

L.G.- El lejano jardín de los estanques, El alquimista impaciente.... ¿Cómo nació la pareja protagonista?. Quiero decir, ¿qué le hizo a usted fijarse en dos tricornios como arquetipo de investigador hispano?.

L.S.- En primer lugar, la lógica. El primer crimen que seme ocurrió sucedía en una zona rural. La policía legalmente encargada de eso es la Guardia Civil. Después por dificultad y novedad: a ningún escritor español (salvo quizá, Aldecoa) le había dado por escribir de guardias civiles más que para denigrarlos. Y tercero, por interés: un cuerpo jerarquizado, militar, en el que acaba de entrar la mujer, y que lidia con los asuntos que lidia, es una fuente inagotable de situaciones novelescas.

L.G.- ¿Entraba en sus planes el ganar el Nadal con una novela negra?.

L.S.- En mis planes nunca entró nada más que escribir, y en eso llevo ya más de veinte años. Pero ¿por qué no podía ser? La novela negra, o policial, o de misterio, o como quieran llamarla, puede ser tan digna como cualquier otra. Como decía Raymond Chandler, depende del escritor y de lo que tenga adentro para escribir.

L.G.- Porque no es precisamente un Certamen que premio ese tipo de novela...

L.S.- Pues no, pero tampoco soy el primero. Ya lo ganó García Pavón con "Las hemranas coloradas", una novela de su detective Plinio, hace mucho tiempo.

L.G.- Sorprende la frescura de su narrativa, de sus diálogos, aunque por otra parte muchos otros lo ven mas como un defecto que como una virtud. ¿Cree que está el género negro infravalorado?.

L.S.- Infravalorado, depende por quién. Por los críticos ceñudos, tal vez. Por los lectores, no lo creo. Mis novelas policíacas son con mucha diferencia las que más lectores han conseguido. Me interesan naturalmente otras historias, y por eso las escribo, pero no puedo dejar de constatar lo que es un hecho. Y visto ese hecho, lo de los ceñudos se vuelve bastante irrelevante. Y si alguno cree que la frescura es un problema, bueno, hay mucha literatura polvorienta en la que zambullirse. Cada uno debe buscar su inclinación.

L.G.- Y son asimismo novelas muy cinematográficas. De hecho se van a llevar al cine y está usted colaborando en los guiones. ¿Le atrae ese mundo?.

L.S.- ¿A quién no le atrae el cine? O dicho de otro modo: ¿A quién, interesado por la narración, puede no atraerle la forma en la que se cuenta hoy historias al mayor número de personas? En todo caso, acepto que son dos mundos diferentes, y el mío es el de la literatura. Asisto con curiosidad a estas películas, y mi excursión como coguionista de una de ellas es un experimento personal que me apeteció hacer (y quizá me apetezca repetir), pero no quiere decir que vaya a cambiar mis prioridades creativas.

L.G.- ¿Cuáles son los referentes literarios de Lorenzo Silva, que seguro tendrá?.

L.S.- Alguno tengo, sí. No por haber escrito algunas novelas policiacas soy analfabeto, como algunos deben de creer. No quiero aburrir a nadie con listas largas u obvias: puedes citar a Kafka, Chandler, Proust, Sender, Stendhal, Sabato, Conrad, etcétera.

L.G.- ¿Le ayuda su verdadera profesión (abogado) a la hora de escribir sus novelas, o es de los que se definen como abogado en sus ratos libres?.

L.S.- Mi verdadera profesión es la de escritor. Durante mucho tiempo, sin perjuicio de lo anterior, me he ganado la vida como abogado, y eso me ha ayudado mucho en varios sentidos. Siempre he escrito lo que creía que debía escribir. No he escrito una sola línea por dinero en toda mi vida. Y creo que eso es un privilegio. Por otra parte, tener una profesión en el "mundo real" me ha protegido del ensimismamiento estúpido al que a veces puede conducir la exclusiva dedicación a la literatura.

L.G.- Siempre mantuve que el género negro, junto con el cómic, era uno de los más adecuados para incentivar a la lectura a una juventud excesivamente dependiente del videojuego y de la televisión. Sin embargo, ¿a que cree que se debe ese desinterés de las Editoriales por el género?.

L.S.- Estoy de acuerdo en que el género negro, por su amenidad y por el recurso de la intriga, es ideal para estimular la lectura. Y no sólo de la juventud. Yo no sé si hay desinterés de las editoriales por el género. Si tomo mi caso, no he percibido ese desinterés respecto de mis novelas policiacas. Creo que lo que no hay es un interés organizado e institucionalizado, tipo Série Noir en Francia. Pero no sé si eso es bueno o si es una etiqueta artificial que propicia la inercia escritora y editorial.

L.G.- ¿Ayudó la Semana Negra de Gijón a dignificar el género?.

L.S.- Ayudó a difundirlo, a propiciar que se hablara de él en serio, y no con condescendencia. Por lo demás, a dignificarlo ayudan los buenos libros, que los hay.

L.G.- ¿Para cuando la tercera entrega de la serie?.

L.S.- Sin prisa, esto no es ni quiere ser una fábrica de churros. Escribí la primera novela en el 95, la segunda en el 99, y creo que hay que dejar que madure una idea diferente, que los personajes evolucionen. Es posible que el año que viene esté la cosa madura y pueda salir una tercera. Estoy en ello. Pero quiero que sorprenda, no quiero reeditar lo ya hecho en busca de los frutos inmediatos. No me importa mucho la gloria literaria, que sus expendedores la administren como mejor les parezca, pero sí quisiera que el lector que ya lo es, y los nuevos, percibieran que en el empeño, dure los años y los libros que dure, hay honestidad, rigor y respeto hacia ellos.

L.G.- Leyendo El nombre de los nuestros, su última obra publicada, sorprende la variación del registro utilizado, así como el conocimiento de una de las épocas mas olvidadas de la historia de España. ¿Cómo nació la novela?. ¿Cuál fue su génesis?.

L.S.- Es que yo no creo que un escritor deba tener un registro. Cada historia tiene su registro, y el escritor debe adaptarse a ella, y no a la inversa. A mí me aburren los escritores que suenan igual cuando cuentan una historia de gángsteres o una expedición al Kilimanjaro; esos que pretenden imponer su sonsonete más que servir con lealtad y eficacia a la historia que cuentan. La novela nació hace muchos años, cuando mi abuelo, veterano de la guerra de África, le contó a su hijo, que era mi padre y todavía un niño, muchas de las cosas que allí vivió. Luego esas historias me llegaron a mí, también de niño, en parte a través de mi propio abuelo pero sobre todo a través de mi padre. De ahí nació el interés. Luego estudié y leí todo lo que pude y busqué la historia concreta para esta novela. Sin prisa, a lo largo de muchos años. Era una deuda demasiado importante con los míos como para improvisar las cosas.

L.G.- Usted, como hijo y nieto de militares que es, ¿se sintió en algún momento condicionado por ello a la hora de elaborarla?.

L.S.- Me sentí favorecido. Mi padre nunca me inculcó un respeto reverencial por nada, sino una visión crítica de las cosas, basada en el razonamiento y en la exigencia ética. Eso quiere decir que no me cuesta nada criticar lo mucho que de criticable tenía aquel ejército. Pero por otra parte, tener militares en la familia me permite conocerlos mejor, y sobre todo, no participar de la visión a veces un poco simplista que se tiene de ellos. El ejército no es un monolito. Hay una razonable biodiversidad dentro de él.

L.G.- Es una novela dura, que arranca con un hecho dramático que sorprende por su crudeza. ¿Se la podría considerar antibelicista?.

L.S.- ¿Qué imbécil puede contar una guerra y dejar de deplorarla?

LG.- ¿Cómo eligió a los personajes?.

L.S.- No diré que me eligieron ellos a mí, pero casi. Son representativos de los españoles de aquel tiempo y de los que allí fueron enviados. El sargento Molina representa la extracción de mi abuelo, por ejemplo, un campesino andaluz enviado allí a la fuerza y que por razones probablemente inexplicables decide quedarse. Otros representan a los oficiales, a quienes siguieron siendo hostiles a quienes los mandaban mientras empuñaban el fusil y luchaban sólo por su vida, a los héroes, a los cobardes, incluso a los miserables que sacaban tajada de aquello. Quise que todos tuvieran voz.

L.G.- También se ha introducido en la novela juvenil. ¿Cómo se encuentra en ese terreno?.

L.S.- Me encuentro extraordinariamente a gusto. Los jóvenes son magníficos lectores, no sólo generosos, sino también intensos y profundos. Se los conoce poco, y se hace poco por conocerlos. Cuando sales a su encuentro, y cuando sienten que no los defraudas ni intentas utilizarlos, sino que te los tomas en serio, responden siempre.

L.G.- ¿Para cuando un libro de relatos, que seguro que tendrá guardado en algún cajón?.

L.S.- Tengo relatos guardados en el cajón. Pero no me considero un buen cuentista.
Sólo practico el relato corto por compromiso, y con esto quiero decir cuando me ofrecen alguna historia interesante por algún motivo particular o me lo pide un amigo. Por eso soy escéptico respecto de la conveniencia de publicar ese libro de relatos, aunque incluso tengo un título para él. Lleva mucho tiempo durmiendo en el cajón, creciendo lentamente, y puede que siga todavía bastante tiempo ahí. Quizá para siempre.

ROBERTO BOLAÑO


Roberto Bolaño

Por

©Luis García

Santiago de Chile 1953.
Falleció en 2004.

Ha publicado Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce (1984), Amuleto, Llamadas Telefónicas, Los detectives salvajes, Los Perros Románticos, La Pista de Hielo (1992), La senda de los elefantes (1994), La literatura nazi en América (Seix Barral, 1996). Monsieur Pan, Nocturno de Chile, Estrella Distante y Tres



Introducción.- Introducción.-Quisiera poder quedar con él, pero me es imposible. Quisiera poder decirle que le conozco literariamente desde hace... casi veinte años, en concreto desde que yo un día entrara en la Librería Morgana de Oviedo, una de esas pequeñas librerías que suplantaban fondo editorial por culto literario, y me hiciera con un ejemplar de Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, (Premio Ámbitu Literario de de Narrativa 1984), una novela negra, negra, escrita en colaboración con Antoni García Porta. Quisiera poder decirle que no me extrañó que se alzara con el Premio Herralde de Novela por Los detectives salvajes, ya que la carrera literaria de Roberto Bolaño, si bien había comenzado a mis ojos a comienzos de los ochenta, está plagada de éxitos (Premio Ciudad de Alcalá de Henares 1992 con La pista de hielo). Las comparaciones con el otro chileno exiliado ilustre son inevitables, pero tampoco vienen a cuento. Ahora, presenta dos nuevas obras, Nocturno de Chile, Editorial Anagrama, novela con el trasfondo del Chile actual, y Tres, un curioso poemario editado por El Acantilado que no ha pasado desapercibido para casi nadie.

Pregunta.- Premio Herralde de novela con Los Detectives salvajes, pero pocos le recuerdan en sus comienzos con aquella obra coescrita con Antoni García Porta Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce. ¿Cómo recuerda aquellos inicios?.

Roberto Bolaño.- Con una alegría un poco insana. Por aquella época trabajaba en Roses, a medio camino entre Figueras y Cadaqués, aunque mi vida no tenía nada de glamour, sobre todo si entendemos la palabra glamour tal como la entienden y la ejemplifican esos cientos de exiliados latinoamericanos, sobre todo aquellos que se dedican al arte o al espectáculo (de hecho, dudo mucho que sepan la diferencia entre arte y espectáculo). Digamos que entonces yo trabajaba vendiendo bisutería, es decir que tenía mi pequeño negocio, y vivía como un árabe de las Mil y una noches, o como un judío del ghetto de Praga, sin frecuentar el círculo de Kafka, pero aprendiendo esos nombres tan pintorescos que designan las diversas piezas de bisutería. Los mediodías solía ir a bucear a una escollera del puerto en donde aún era posible ver pulpos. Cuando los pulpos me veían se alejaban y yo los seguía, sin tocarlos, durante un buen trecho. Por las noches, después de contar las ganancias y las pérdidas del día, y anotarlas en un cuaderno muy grueso, me ponía a escribir, tirado en el suelo (no tenía mesa) y a veces pensaba en el ojo del pulpo que había visto ese mediodía y todo me parecía magnífico. Si no hubiera sido víctima de una estafa, probablemente aún seguiría en el mismo negocio.

P.- ¿Se siente cómodo en su papel de triunfador?. Es decir, ha pasado en veinte años (casi nada) de ser un escritor marginal a ganar el Herralde de Novela y después el Rómulo Gallegos con la misma obra. Le repito: ¿cómo se siente en dicho papel?.

R.B.- No creo en el triunfo. Nadie, con dos dedos de frente, puede creer en eso. Creo en el tiempo. Eso es algo tangible, aunque no se sabe si real o no, pero el triunfo, no, de ninguna manera. En el campo de los triunfadores uno puede encontrar a los seres más miserables de la tierra y hasta allí yo no he llegado ni me veo con estómago para llegar.

P.-.- ¿Qué hace un chileno como usted en la costa gerundense?. ¿Qué le decidió a quedarse allí?.

R.B.- Me gusta este lugar. Supongo que si viviera en otro sitio, también acabaría acostumbrándome a él y viviendo más o menos feliz. Mi familia paterna, por otra parte, es una familia de emigrantes, mi abuelo era gallego y mi abuela catalana. Mi padre, que nació en Chile, se ha convertido en un mexicano. Mi familia o parte de ella es de clase obrera, y la clase obrera sólo necesita un pequeño empujoncito para dejar de creer en la patria, que es un invento burgués, y cuando digo burgués estoy pensando tanto en la burguesía francesa como en la burguesía soviética o la burguesía china. Por otra parte tengo que aceptar que estoy casi siempre en contra de la mayoría y la patria es el lugar en donde la mayoría (los compatriotas) impone con mayor persuasión sus dogmas y sus castigos y sus premios.

P.-.- ¿Se siente heredero del boom, o se identifica más con la generación del crak, usted que también pasó y se quedó un tiempo en Méjico?.

R.B.-No, no, no me siento heredero del boom de ninguna manera. Aunque me estuviera muriendo de hambre no aceptaría ni la más mínima limosna del boom, aunque hay escritores muy buenos, que releo a menudo, como Cortázar o Bioy. El boom, al principio, como suele suceder en casi todo, fue muy bueno, muy estimulante, pero la herencia del boom da miedo. Por ejemplo, ¿quiénes son los herederos oficiales de García Márquez?, pues Isabel Allende, Laura Restrepo, Luis Sepúlveda y algún otro. A mí García Márquez cada día me resulta más semejante a Santos Chocano o en el mejor de los casos a Lugones. ¿Y quiénes son los herederos oficiales de Fuentes? ¿Y de Vargas Llosa? En fin, corramos un tupido velo. Como lectores hemos llegado a un punto en donde, aparentemente, no hay salidas. Como escritores hemos llegado literalmente a un precipicio. No se ve forma de cruzar, pero hay que cruzarlo y ese es nuestro trabajo, encontrar la manera de cruzarlo. Evidentemente en este punto la tradición de los padres (y de algunos abuelos) no sirve para nada, al contrario, se convierte en un lastre. Si no queremos despeñarnos en el precipicio, hay que inventar, hay que ser audaces, cosa que tampoco garantiza nada.

P.-.- Suele escribir historias crudas, que resultan de difícil digestión. ¿Qué le deben sus novelas a la vida?.

R.B.- Todo. No hay nada que no le deba todo a la vida.

P.-.- ¿Y su poesía?. ¿De quien se siente heredero?.

R.B.- Una obra poética suele ser el resultado de una biblioteca y de una vida, de los saltos y sobresaltos de esa vida. En ese sentido es inútil nombrar a uno o a diez poetas, son miles, y su influencia, por otra parte, siempre es relativa, está condicionada por la aventura. Cuando digo aventura no sólo quiero decir viajes y riesgos sino también enfermedades, amistades, hechos mínimos y cotidianos, y la amistad, por supuesto, que es lo único que queda de la época en que los hombres eran dioses y los dioses hombres. Bueno, no, también queda el amor, pero el amor tiene la vista un poco más delicada.

P.-.- ¿Cómo ve la reciente poesía española usted que ha participado en algunas Jornadas Poéticas de esas que tanto gustan a los amantes del folclore y de la diatriba?.

R.B.- Para mí la poesía nueva española es, todavía,Leopoldo María Panero y Pere Gimferrer. La verdad es que la obra de Gimferrer meinteresa muchísimo, toda la obra de Gimferrer, no sólo la estrictamente poética.También me gusta Miguel Casado, un poeta que pareciera buscar la invisibilidad,aunque lo que realmente busca es la precisión. Cierto que a veces invisibilidady precisión son la misma cosa.

P.-.- Leí en alguna entrevista suya, que hubo un momento en que se convirtió en un profesional de los concursos literarios. De hecho, su leyenda mantiene que tenía en ellos una forma de supervivencia. ¿Qué hay de cierto en ello?.

R.B.- Es estrictamente cierto. Participaba en todo tipo de concursos literarios para ganar dinero. Por lo tanto enviaba mis poemas y mis dos únicas novelas a cuanto concurso se ponía a tiro. Todos terminaron ganando algún premio y algunos más de dos (con títulos distintos, por cierto). Digamos que fue una actividad alimenticia. Escribí un cuento sobre este asunto, "Sensini", que aparece en "Llamadas telefónicas", en donde ponía punto final a esta etapa, que fue básicamente melancólica pero que también tuvo momentos de gran expectación que luego no he vuelto a vivir, pese a ganar algunos premios de los llamados importantes, tanto en España como en Latinoamérica.

P.-.- Sus libros adolecen de cierto trasfondo político irrenunciable. (No podría ser de otro modo viniendo de alguien que fue acusado de terrorista en su país, y que se considera un exiliado). Pero, ¿a que se debe que no participe activamente en España en movimientos sociales como lo hace por ejemplo Luis Sepúlveda?.

R.B.- Bueno, a mí cuando me detuvieron en Chile me acusaron de "terrorista extranjero", porque mi acento era mexicano. Lo sentí como una medalla. Lástima que esa medalla no duró demasiado tiempo. El teniente de carabineros que me detuvo, en un control de carretera, era claramente un esquizofrénico y probablemente nadie le hacía caso. En algunas publicaciones alemanas he leído, con estupor, que estuve medio año preso. En realidad sólo fueron ocho días. Con respecto a participar en movimientos sociales, no tengo idea en qué clase de movimientos sociales participa Luis Sepúlveda, pero seguro que a mí no me dejarían entrar a ese club. Ni a ese club ni a ningún otro. Así que podría decir que no participo por cortesía, por delicadeza, para evitarles el mal trago de mi más que segura expulsión. O dicho en otras palabras: que se ocupen ellos de esa política que yo ya tengo bastante trabajo con ocuparme de la literatura y de mi política. Una última puntualización: yo jamás me he sentido un exiliado en España, como tampoco me sentí un exiliado en México, ni en Centroamérica, ni en ningún otro lugar en donde se hablara español.