sábado, 14 de noviembre de 2009

wislawa szymborska

■ La premio Nobel de Literatura 1996 cumple 85 años este miércoles

Szymborska necesita “tiempo para callar, pues la poesía surge del silencio”
■ No soy una institución cultural, dijo la escritora polaca en una de sus escasas entrevistas

■ Después de una vigilia de tres años, prepara nuevo poemario para publicarse a finales de año

Dpa


Wislawa Szymborska y sus nuevos poemas en gestación
Varsovia, 30 de junio. En su 85 aniversario la poeta polaca Wislawa Szymborska persiste en ser fiel al principio de evitar la opinión pública a toda costa.

No sería “propio de ella” celebrar ese día “a lo grande”, dijo Michal Rusinek, secretario de la tímida Premio Nobel de Literatura 1996, días antes del cumpleaños, el jueves 2 de julio.

Cuando la escritora, quien vive retirada en Cracovia, recibió a principios de junio una alta distinción del Ministerio de Cultura polaco, la ceremonia tuvo lugar –por expreso deseo de la galardonada– casi en secreto, sin despliegue de cámaras.

“No soy una institución cultural”, dijo Szymborska, quien nació en 1923 cerca de Poznan, en una de las escasas entrevistas que ha concedido.

La poeta argumentó que no puede estar continuamente mostrándose y “hablando de las ocho de la mañana hasta la noche, hablando, hablando, hablando”. Añadió que necesita “tiempo para callar, pues la poesía surge del silencio”.

Y ese silencio artístico es el que la poeta precisa especialmente ahora, ya que a finales de 2008 publicará nuevo poemario, tras una pausa de tres años. Rusinek dijo que ya están preperados 15 o 16 poemas para el libro, pero el resto están en gestación.

Éste sería el primer libro de poemas desde que en 2005 se publicó Dos puntos. En 2002, Szymborska publicó su poemario Instante. En opinión de críticos polacos, con estas publicaciones justificaba la concesión del Nobel. Ambos libros desataron elogios entusiastas y, además, registraron muy buenas cifras de ventas. La razón de su éxito se debe, según la crítica, a un idioma sin artificios y a una independencia ajena a corrientes artísticas.

Desde 1931 la poeta vive en la capital cultural de Cracovia, donde estudió literatura y sociología. Su primera publicación en el suplemento de un diario data de 1945.

Su primer libro de poemas, Por eso vivimos, apareció en Cracovia en 1952 y se correspondía con la forma literaria de entender el “realismo socialista”, lo que algunos críticos todavía le reprochan.

Interés por la política

Tras la muerte de Stalin y de la tormenta política de 1956, el talento de Szymborska se pudo desplegar por completo en el libro publicado en 1957, Llamada a Yeti. Le siguió Sal (1962), por el que se alzó como una de las poetas más destacadas de Polonia, junto a Tadeusz Rozewicz y Zbigniew Herbert.
La distancia que ella mantiene con los medios no debe confundirse, sin embargo, con la falta de interés por cuestiones políticas o sociales.

Szymborska creó una fundación para marginados sociales y cuando no hace mucho las fuerzas conservadoras nacionalistas que arroparon a los gemelos Kaczynski quisieron acusar de confidente a Lech Walesa, la escritora firmó una dura carta de protesta junto a reconocidos artistas.








Entrevista con Wislawa Szymborska
El amor, origen de la poesía
La poeta polaca, premio Nobel de Literatura en 1996, habla de la ironía, que le permite mantener una distancia crítica respecto de sus textos, y recuerda con humor a algunos de sus enamorados de infancia. Además, se publican dos de sus poemas inéditos en castellano
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Foto: AP
Wislawa Szymborska (Kornik, 1923) vive en un departamento en Cracovia y trabaja todos los días en sus poemas. Se le concedió el Premio Nobel, al que entre risas llama "la catástrofe", en 1996. En España se acaba de distribuir una antología muy amplia de sus poemas, Poesía no completa (FCE), en traducción de Abel A. Murcia Soriano y Gerardo Beltrán, quienes también volcaron al castellano esta conversación.

--¿Tiene alguna fórmula mágica para escribir?

--Sé lo que quiero escribir, pero no siempre me sale. Trabajo constantemente en los poemas. Hay algunos poemas que surgen de forma espontánea... (Es mi secreto: no voy a decir nunca cuáles salen con facilidad y cuáles salen con esfuerzo.) Pero no siempre salen de forma espontánea.

--¿Y cómo es la Szymborska que narra sus poemas?

--Creo que cada poema lo escriben dos personas. Hay una persona que es la que siente las cosas, la que las experimenta, la que piensa. Y otra persona, que está detrás de mí y dice: "¿No estarás exagerando?, ¿qué va a entender el lector de lo que estás escribiendo? y, además, ¿para qué le sirve?" Ese yo irónico está siempre, pero si desaparece escribiré muy malos poemas... ¡Y si desaparezco yo, también serán malos! [Risas].

--Utiliza un lenguaje muy especial.
--Mi lengua es una lengua viva. Utilizo frases hechas, lengua coloquial, juegos de palabras, que no necesariamente funcionan en otras lenguas... La suerte de los poetas en el exterior depende de los traductores.

--¿Hablamos de los temas de su poesía?

--Todos mis poemas nacen del amor. Diría incluso que todos los poemas nacen del amor; incluso aquéllos que transmiten el mal tienen en el fondo una forma de amor hacia el mundo. Estoy totalmente convencida... Y si no es así, lo siento por esos poetas.

--¿Y el odio?
--Tengo un poema sobre el odio, que es verdaderamente un sentimiento del siglo XX, el más fuerte, el que encuentra más seguidores. Y eso es algo horrible. Quizá en algún momento fue necesario pero ahora el odio es un sentimiento horrible. Aunque parece más fácil que un loco propague sus ideas con los nuevos medios. Antes, alguien llegaba y se subía a un cajón en una plaza y se ponía a hablar con un megáfono... Todo era más pequeño.

--En sus poemas aparecen muchos animales.

--No imagino la poesía sin los seres que nos acompañan en la vida: los animales, las plantas... e incluso las piedras. Mi animal preferido es el mono. Me encantó un libro de Jane Goodall, A través de la ventana: treinta años estudiando a los chimpancés, en el que cuenta su investigación en Tanzania con los primates y con los chimpancés. No los estudió como un grupo, sino como individuos. Estuvo años siguiéndolos de uno en uno, investigando cada animal en concreto y descubrió que uno era individualista, otra era una mala madre, otra era muy cariñosa, otro era muy travieso... Se trataba de una forma de estudiar a los animales desde una perspectiva totalmente diferente. No me imagino otro enfoque distinto al del análisis individual. Todos somos un poco diferentes. El hombre se somete a diversas ideas de grupo y no siempre es bueno.

--También aparecen muchos sueños en sus poemas.

--Escribo de la realidad y los sueños son una parte de la realidad.

--Además de escribir poemas, está haciendo collages.

--Son un juego. Hoy veo muy clara la diferencia entre la forma de hacer literatura y la forma de hacer arte. La escritura requiere soledad, aislamiento, trabajo y cansancio. He visto a pintores trabajando mientras hablaban, riéndose, rodeados de gente, y eso es imposible para un escritor. Necesito tiempo y que nadie me moleste. Mis collages son un juego, para que la gente los disfrute. Son mi forma de descansar. Me canso mucho escribiendo.

--Pero sigue escribiendo sin parar.
--Aún estoy viva, para extrañeza de algunos y también para la mía. Y soy escéptica ante la poesía, incluso ante la mía.

--Por eso utiliza tanto el humor.

--Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica.

--Y una parte cósmica.
--Recuerdo una anécdota de Filipovich, un fabuloso escritor que supera la prueba del tiempo: cuando el hombre llegó a la Luna, mucha gente en Cracovia estaba asombrada. Filipovich estaba pescando y trataba de ver el acontecimiento con prismáticos. [Risas]. Una vez, caminando por los alrededores de Cracovia con Filipovich, nos paramos a identificar estrellas, y cuando nos dimos vuelta, había un enorme grupo de gente a nuestro alrededor; tanta, que al día siguiente la prensa publicó que se había producido el avistamiento de un ovni. Una información que nunca fue desmentida. Espero que eso hiciera feliz a alguien. Escribí un poema en el que decía que no hay que mandar bromistas al Cosmos.

--Le fascina el espacio, pero realmente se ha movido muy poco.

--No sé si es por mi signo zodiacal --cáncer--, pero no me gusta viajar. Nací un día después (y muchos años después) que Proust, que escribió doscientas páginas para decir cómo se preparaba para ir a la playa. No me gusta viajar, pero me gusta volver.

--¿Es cierto que estudió español?
--Hace mucho tiempo iba a unas clases de español. No me acuerdo de nada, pero la estructura de la lengua todavía la controlo. Leíamos fragmentos de El Quijote. Nos daba clase un profesor que no sé si se esmeraba mucho, porque se preparaba la clase el día anterior, pero tenía unos discos maravillosos con música española: canciones populares estupendas. Soy admiradora del Goya luminoso, el de los retratos, el de los tapices, el de las escenas costumbristas y el de las majas. Y he corregido a Velázquez en uno de mis collages: he sacado a una de las meninas al aire libre.

--Hablaba antes del amor. ¿Le puedo preguntar algo de los suyos?

--Le contaré algunas historias de mi infancia. A los doce años me enamoré perdidamente del novio de mi hermana, que no me hacía ningún caso. Un día me vendé la cabeza y él dijo: "¿Qué le ha pasado a eso?" Años más tarde lo volví a ver y me pregunté cómo podía haberme enamorado. No era nada interesante. También había otro chico. Me seguía. Era tan tímido que no me dirigía la palabra. Me escribía cartas. En una de ellas, donde me arreglaba toda la vida --"por ti surcaré los mares, subiré a la cumbre más alta..."--, decía al final: "Estaré mañana bajo tu ventana si no llueve". [Risas]

--Leer también es una forma de acabar con las formas puras.

--Leo todo el tiempo. Muchos libros de divulgación científica y de antropología, de zoología. Leo a Brodsky, con el que tenía mucha afinidad. Pero como no quiero olvidarme de nadie sólo voy a decir que leo a Rilke. Con él comenzó mi fascinación por la poesía.

Por Félix Romeo

Juan Goytisolo

Efe | Barcelona
Actualizado jueves 12/11/2009 13:57 horasDisminuye el tamaño del texto Aumenta el tamaño del texto



El escritor Juan Goytisolo, que hoy ha presentado en Barcelona el sexto volumen de sus obras completas, considera que a día de hoy se aprende más sobre literatura española "en las universidades americanas que en las españolas", debido a que en éstas "todavía no se ha producido la Transición cultural".

En su opinión, aún impera un canon muy marcado por siglos de "nacionalcatolicismo", y se ha preguntado por qué en Nueva York se estudia "La lozana andaluza" y aquí no. "Cuando en la New York University ofrecí un curso sobre este libro fui acusado por un crítico español, ex cura, de pornográfico", ha rememorado.

No han sido las únicas aseveraciones controvertidas que ha hecho hoy Goytisolo durante la presentación de sus "Ensayos Literarios", de entre 1967 y 1999, publicados por Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, que empiezan con "El furgón de cola" y van hasta el "Cogitus interruptus", con un apéndice en el que da a conocer su correspondencia con Américo Castro o unas entrevistas que realizó a Jean-Paul Sartre y Jean Genet.

Para el estudioso y antólogo Antoni Munné, este sexto volumen se puede considerar la "biografía intelectual" del autor barcelonés, que se adentra tanto en el pensamiento de Mariano José de Larra o de Luis Cernuda como en el del expatriado José María Blanco White (1775-1841) o en uno de sus referentes más cercanos, Américo Castro.

Excepto el libro "España y los españoles", el resto de los títulos incluidos (El furgón de cola; Presentación Crítica de J.M. Blanco White; Disidencias; Crónicas Sarracinas; Contracorrientes; El Bosque de las Letras; y Cogitus Interruptus) no son unitarios.

Para el escritor, los ensayos publicados permiten comprender mejor la evolución de sus propuestas en el campo creativo, y ha llegado a afirmar que "toda la obra literaria que he hecho desde 'Don Julián' hasta ahora no hubiera sido posible sin estos ensayos".

Aunque no ha podido pararse en cada uno de los autores que cita a lo largo de estas casi 1.600 páginas, sí ha tenido un recuerdo especial para Blanco White, "el mejor escritor, superior a Larra, de la primera mitad del siglo XIX, que escribió la mayor parte de su obra en inglés".

Cuando lo traducía, ha reconocido hoy, "tenía la impresión de estar leyéndome a mí mismo y que, en realidad, lo que traducía era yo quien lo escribía".

Américo Castro fue otra figura "fundamental" y ha recalcado de él que analizó el problema de las castas, "sin el que no se entiende la literatura española desde el siglo XV", una época marcada por el antijudaísmo que, entiende, provocaba la Iglesia.

Espacios mentales
Goytisolo cree que, "mientras los españoles se dedicaban al antijudaísmo", moriscos y judíos "construían la verdadera literatura española", y ha aprovechado para volver a repetir su teoría de que la Cultura "es la suma de las influencias exteriores que un país recibe a lo largo de los siglos".

Respecto a la mirada que ha tenido siempre hacia todo lo oriental, el Premio Nacional de las Letras ha señalado que, en realidad, "Oriente y Occidente son espacios mentales".

"Soy el primer escritor que habla árabe dialectal -ha proseguido-. ¿Les parece eso normal? A mí no, porque hablando árabe dialectal he aprendido montones de cosas sobre el español".

Preguntado sobre si el paso del tiempo le ha hecho modificar alguno de sus pensamientos de hace más de cuarenta años, ha referido que lo que ha cambiado, más que sus ideas, es que "ahora hay más gente estudiando árabe, e incluso el Instituto Cervantes ofrece cursos".

Respecto a los poetas y escritores que sigue en la España actual, ha dicho que le gusta el poeta Andrés Sánchez Robaina y que, como escritores, prefiere a José María Pérez Álvarez, Daniel Pastor, José Francisco Ferré, José María Ridao y los jóvenes "rupturistas" Manuel Vilas, José Vicente Mora y Juan Cantabella.

Sobre el hecho de que en la lista no incluyera a ninguna mujer, ha indicado que cree que la mejor novelista del momento es Nuria Amat, aunque es "boicoteada" por una "especie de paternalismo machista".

domingo, 1 de noviembre de 2009

Federico Jeanmaire.

Federico Jeanmaire: "Todo lo que escribo es muy argentino"
El ganador del Premio Clarín de Novela 2009 escribió una novela que cautivó al jurado de manera unánime. En Más liviano que el aire, convierte el encuentro fortuito entre una anciana y un adolescente en una metáfora contundente sobre la violencia y la imposibilidad de diálogo. En esta entrevista, el autor habla de los temas y autores que lo inspiran, de las crisis personales que lo motivan y de su necesidad de transformar la vida en literatura.
Por: Jorgelina Nuñez

CONSAGRACION para la extensa trayectoria literaria de Federico Jeanmaire.
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Al menos van a empezar a escribir bien mi apellido". Bromea el flamante ganador del Premio Clarín de Novela cuando se le pregunta qué espera de los premios. El, que ha sido finalista de tantos –primera mención en el de Clarín 1998, el Herralde, el Planeta varias veces– y que ha ganado algunos –el Ricardo Rojas (1999) y el Emecé, el año pasado– sonríe ahora confiado en que algunas cosas van a cambiar a partir de este reconocimiento. Tras los festejos, apenas durmió un par de horas y se levantó a mirar la noticia en Internet para asegurarse de que esta vez sí lo había logrado. Enseguida empezó a sonar el teléfono: todas las radios de Baradero ("cuatro", aclara), su ciudad natal, querían tener la palabra del escritor ahora famoso.

-Lo primero que me llamó la atención –dice– fue que hablaran de mí como de un autor singular. Y por cierto, es así y lo asumo, porque trabajé mucho para alcanzar esa singularidad. Con esto no quiero decir que sea especial, sino que yo tuve que ir convenciendo a fuerza de libros que lo mío era una estética. O sea, hay un trabajo de años en busca de cierta comprensión de esa singularidad.

-¿En qué consiste?

-Yo no soy un escritor correcto. Jamás me interesó presentar una novela a un premio pensando en que estaba bien escrita y podía atrapar al lector de la primera a la última página. Eso está muy lejos de lo que pretendo. Lo que me importa es la propuesta estética basada en las cosas que me interesan. De lo contrario, no escribiría. Y lo que me interesa va cambiando y me provoca grandes crisis.

-¿El premio va a cambiar algo?

-De mí como escritor, nada. Lo que espero es otra relación con los lectores, porque con los premios lo que sí cambia es el lugar que ocupás en las librerías.

Libros que preguntan

En la novela hay un núcleo muy potente, pero al mismo tiempo muy riesgoso: una anciana de clase alta encierra en el baño de su casa al adolescente que ha intentado asaltarla. Toda la acción transcurre en esos tres días de encierro en los que sólo se escucha la voz de ella mientras que lo que el adolescente dice se deduce de las réplicas de la mujer.

-Sostener esa tensión significó hacer una apuesta muy alta. ¿Cómo la concibió?

-A mí me gusta que los libros me pregunten cosas, que no me resuelvan nada. Porque me gusta trabajar: yo escribo durante doce horas diarias. Es lo único que quiero hacer en la vida porque además es en lo que me siento absolutamente libre. La literatura es mi pasión, soy muy feliz escribiendo y los desafíos son lo que más me divierte. Los diálogos que construyo en mis libros no los sé de antemano, me obligo a no saberlos. Cuando alguien habla, nunca sé lo que va a contestar el otro. Todos los días escribo cerca de tres páginas y si siento que el relato fluye, ahí paro y empiezo a sospechar y a cuestionarme por qué me sale tan fácil, si no estaré siendo muy previsible. Uno sabe que en la primera frase se juega el nivel de la novela. Por lo general, me propongo un techo alto y trabajo para no bajarme de ahí. Pero algunas veces no me sale y la novela se viene abajo. Entonces tiro todo y empiezo otra vez.

-Entre los protagonistas se juega una cuestión de poder, de quién tiene la palabra.

-A pesar de que yo diga que soy absolutamente libre, y que no sé cómo hago para que la próxima página no se caiga, también soy obsesivo a la hora de buscar formas literarias. Como me interesaba mucho establecer esa cuestión, pensé cómo hacer para que no fuera explícita, que la protagonista no tuviera que decir: "Yo soy de clase alta y vos no". Tenía que encontrar el retorno de lo que dice el chico y está perdido en el texto, absorbido por la voz de esta mujer que es quien tiene el poder y lo ejerce a través del encierro y la palabra.

-Toda una construcción literaria...

-A eso apunto. Mis maestros tienen más de cuatro siglos: Cervantes, Quevedo, el barroco y el renacimiento. Me siento muy ligado a ellos por la concepción estética y el funcionamiento de los textos.

Dos maestros

Uno sabe que lo que dice Jeanmaire es cierto. Que dedicó cuatro años a escribir Miguel, una biografía ficticia de Cervantes y veinticinco al ensayo Una lectura del Quijote, y que la novela sigue deslumbrándolo como la primera vez que la leyó, porque "está todo ahí", dice.

-El Quijote fue mi taller de escritura y también lo que decidió mi vocación. Cuando lo leí me dije que quería ser escritor. Te cuento una anécdota: a los 22 años yo vivía en Madrid y le llevé a una tía muy querida, licenciada en Letras, un cuento sobre el que había trabajado mucho. Ella me citó en su casa y me lo dijo sin vueltas: "Es una porquería". Y enseguida me preguntó: "¿Vos leíste el Quijote? ¿Cómo se te ocurre escribir sin haberlo leído?" Tenía razón: no sólo porque contiene el germen absolutamente de toda la literatura, sino porque creo que el propio Cervantes aprende a escribir la novela escribiéndola. Y entonces leyéndola se pueden seguir sus aprendizajes: cómo hacer un salto temporal, qué es un narrador, los juegos narrativos. Y también es fundamental el papel que juega el lector, es evidente que él espera lectores que trabajen con el texto; no lectores que se entretengan un rato y nada más. Y yo quiero lo mismo para mis novelas: que formulen preguntas y que las posibles respuestas de los lectores sean muy diversas.

-En el otro extremo de sus preferencias está Sarmiento, protagonista de su novela "Montevideo". ¿Por qué?

-Porque es un escritor maravilloso y también porque él representa el núcleo de lo argentino, de los problemas de ser argentino y del habla argentina. La escritura de Sarmiento tiene una respiración con la que me siento muy ligado. Trabaja con párrafos y oraciones largas que en algún momento se llenan de proposiciones y se van complicando, pero llega un momento en el cual él les da significación con una oración muy corta y muy potente. Va amasando, amasando la idea en la escritura y la remata como un látigo. En Sarmiento descubrí esa manera de ir construyendo la verdad o el verosímil. Yo no podría escribir sin Sarmiento.

-A propósito del verosímil, me llamó la atención que Lita, la protagonista de "Más liviano que el aire", tuviera 93 años y se enfrentara a un chico de 14. Me parecía demasiado anciana para todo lo que puede hacer.

-Eso tiene una doble motivación. Por un lado, pensé mucho en mi mamá y en una amiga de ella que tiene 95 y está bárbara. Y la cosa con los viejos: la soledad, la incomunicación, la inseguridad. El trabajo del habla de esta mujer está inspirado en algún sentido en mi madre, que como está sola vive pegada a los acontecimientos externos. Se la pasa leyendo y mirando la tele. Entonces, cada vez que hablo con ella, me cuenta cosas tremendas. Por otro lado, la oposición encierra una idea estética que es la de jugar con los extremos. Cuanto más inverosímiles, hay más trabajo para hacer. Es un postulado sarmientino: forzar los límites. Si me sale mal, caigo en el ridículo, en la tontería. Pero en el desafío está la gracia.

Las crisis fecundas

Cuando le señalo que quince libros publicados son muchos para un escritor argentino y que esa obra debe darle una idea de cuál es su lugar en el sistema literario nacional respecto de otros escritores de su generación, Federico Jeanmaire desestima esto último rápidamente. "Para mí las generaciones no significan nada, no creo que por compartir edades también se compartan estéticas o temas", dice. Y respecto del lugar que ocupa, señala: "Creo que es un lugar muy cómodo, que aparentemente no molesta a nadie, porque lo mío es muy personal. Trabajo básicamente con la lengua y con algunas formas de la ficción que no me emparentan con otros y entonces tampoco me hacen tener problemas. Seguiré en ese lugar, porque yo como escritor no cambio".

-¿Hay etapas o períodos reconocibles en su producción?

-Las dos primeras novelas fueron como intenciones o ideas sobre la literatura que están plasmadas de una manera precaria. Luego intenté proponerme siempre un riesgo. Tengo etapas en las cuales escribo dos, tres novelas, buscando algo que no sé muy bien qué es, y al cabo de las cuales termino completamente aburrido. Casi siempre tengo crisis bastante importantes en lo personal, en relación con toda mi vida, porque escribir es mi vida. Paso meses sin poder escribir, preguntándome cómo seguir y la paso muy mal. Entonces trato de salir en una dirección distinta. Cuando terminé Miguel, sentía que tenía que seguir escribiendo sobre los libros que amaba: así me pasó con Prólogo anotado, que era como un gran juego lúdico sobre aspectos de los libros que me gustaban; después vino Montevideo, sobre Sarmiento, y de ahí salí para el lado de Mitre, que no tuvo que ver con una crisis sino con una percepción particular.

-¿Cuál fue?

-Siendo ministro de Menem, Carlos Corach invitó a un grupo grande de periodistas a tomar un desayuno en las Cañitas, debajo de las vías del ferrocarril Mitre, porque se cumplían cien mañanas que recibía a la prensa en su casa. Cuando están entrando, cae un tipo del tren y muere. Entonces, la mayoría de los periodistas se niega a ir al festejo, y él les dice "No importa, no pasa nada". Eso me impresionó tanto que de ahí salió Mitre, que es una forma particular de ver la realidad, dentro del espacio reducido de un tren. Esa novela dio origen a otras dos, Los Zumitas y Una virgen peronista, que me hicieron preguntarme muchas cosas sobre lo argentino, sobre los problemas mentales que me causa ser argentino y vivir en la Argentina. Luego vino una etapa de ficción autobiográfica, ligada al dolor por la muerte de mi padre. De ahí salieron Papá, La patria y Vida interior. Países bajos tiene un origen muy distinto y también fue producto de una crisis personal. Como siempre trabajé en casa, yo me encargué de la crianza de mi hijo desde que era un bebé. El empezó a gatear y a caminar muy chiquito y yo no hacía otra cosa que mirarlo porque me aterraba que se golpeara. Durante un año dejé de escribir por completo y me sentía pésimo, a pesar de todo mi amor de padre. Hasta que decidí que ese año lo iba a perder, como si hiciera la conscripción. Entonces empecé a disfrutar de mi hijo y me divertí muchísimo, aunque también me angustiaba no saber qué iba a ser de mí. Para salir de esa situación me propuse contar una historia de amor con elementos clásicos pero con una estructura que alterna el pasado con el presente.

-"Más liviano que el aire", ¿también es producto de una crisis?

-De una situación. Hace tres años empecé a salir con una periodista que trabaja en un noticiero y que hoy es mi novia. Yo pasé años sin leer un diario y viendo muy poca televisión, pero por verla a ella y estar enterado, me dediqué a leer todos los diarios on line. Así empecé a prestarle atención a cosas que antes no me atraían, me conecté con la realidad de otra manera.

-¿No había ahí una idealización de la figura del escritor, del que se encierra a escribir y pierde contacto con la realidad?

-Puede ser, una idea romántica. Lo que pasa es que a mí me gusta ser feliz... (risas) Entonces me aíslo, busco el lugar más lindo de la casa y la paso bien escribiendo. A decir verdad, uno siempre se entera de las cosas importantes, es inevitable. Todo lo que yo escribo es muy argentino, mi biblioteca es completamente en castellano, porque necesito el diálogo con los escritores en mi lengua, a pesar de que leo autores extranjeros. No podría escribir lo que escribo sin los textos de Gutiérrez o de Sarmiento, o si Marechal no hubiera escrito Adán Buenosayres, rompiendo con el acartonamiento de la literatura argentina y haciendo explotar la lengua hacia el lado del habla. Tampoco sin Antonio di Benedetto o sin Cortázar, Puig y Walsh. Los problemas que se me cruzan tienen que ver con los grandes temas nacionales: el peronismo, los gauchos, la Iglesia, y todo lo que se deriva de la violencia cultural y de la violencia física que es su correlato y la consecuencia de la falta de comunicación, de la imposibilidad de dialogar. En este último tiempo, el tema me rondaba con insistencia. Una mañana se me presentó la situación con estos dos personajes aunque no tenía idea de cómo iba a llevarla adelante; a medida que avanzaba barajé muchas posibilidades. El desenlace se me impuso unas veinte páginas antes del final; yo pensaba que iba a terminar de otro modo, tal vez de una manera más dulce, pero no. Es un desenlace muy fuerte, me salió así.

Quizá la singularidad de la obra de Federico Jeanmaire que él mismo no alcanzó a definir al comienzo de esta charla, nazca del cruce entre deliberación y sorpresa, entre un objetivo para el que se trabaja con ahínco y el desconocimiento de los medios para alcanzarlo. Y del empecinamiento por desentrañar esa materia difusa y aterradora a la que nos someten las grandes crisis y que son la condición de posibilidad de lo realmente nuevo.















Federico Jeanmaire, escritor, Baradero, en 1957, República Argentina.

Seudónimo.

Es licenciado en Letras y ha sido profesor en la Universidad de Buenos Aires, en la cátedra de Beatriz Sarlo. Investigador del Siglo de Oro, fue becado en 1990 por el Ministerio de Relaciones Exteriores de España para trabajar en la Sala de Manuscritos de la Biblioteca Nacional, en Madrid. Ese mismo año su libro Miguel, una biografía ficticia de Cervantes, fue finalista del Premio Herralde de Novela y publicada por la editorial Anagrama. Con su novela Mitre, obtuvo el Premio Especial Ricardo Rojas, a la mejor novela argentina escrita entre 1997 y 1999, galardón otorgado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Asimismo, después de 20 años de estudio, publicó Una lectura del Quijote (Seix-Barral, 2004), un ensayo que lo confirmó como uno de los mejores especialistas y lectores de Cervantes. ... Leer más

Obras




* Un profundo vacío en el pie izquierdo (autoedición, 1984),



* Desatando casi los nudos (Norma, 1986, y Seix Barral, 2007),



* Miguel (finalista del Premio Herralde de Novela, Anagrama, 1990),



* Prólogo anotado (Sudamericana, 1993),



* Montevideo (Norma, 1997),



* Mitre (Norma, 1998; Seix Barral, 2006),



* Los zumitas (Norma, 1999),



* Una virgen peronista (Norma, 2001),



* Papá (Sudamericana, 2003, y Seix Barral, 2007),



* Países Bajos (Seix-Barral, 2004),



* Una lectura del Quijote (Seix Barral, 2004),



* El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (edición para niños, adaptación junto con Ángeles Durini, Emecé, 2004),



* Cómo se empieza a escribir una narración, VV.AA. (Libros del Rojas, 2006),



* La patria (Seix Barral, 2006).