sábado, 23 de abril de 2011

Montxo Armendáriz

ENTREVISTA: Montxo Armendáriz
"Conservo una marcada conciencia de clase"


JESÚS RUIZ MANTILLA 17/04/2011



Cineasta de plena solvencia y conciencia social, Montxo Armendáriz vuelve a meter el dedo en la llaga con 'No tengas miedo', un retrato crudo de los abusos a menores.

Este navarro con rizos enlanados tiene cierto aire de profeta. Lo que ocurre es que a ese aire se unen sus razones objetivas y su ojo certero a la hora de colocar a través del cine debates que se aproximan como una tormenta a nuestras vidas, asuntos cruciales de nuestro tiempo. Cuando el problema de la inmigración era una leve sospecha en España, Montxo Armendáriz lo colocó antes que nadie sobre la mesa en Las cartas de Alou; cuando la herida supurante sobre la memoria histórica andaba en pañales tras la última oleada, él rodó Silencio roto; cuando el nihilismo juvenil balbuceaba, retrató la generación anterior al botellón en Historias del Kronen...
También firmó una obra maestra que viajó a Hollywood titulada Secretos del corazón y ahora se ha atrevido a reflejar un asunto durísimo como el de los abusos a menores en No tengas miedo.

* El chico que arreglaba televisores

Montxo Armendáriz Barris

A FONDO

Nacimiento:
1949

Lugar:
Olleta


"Navarra es un reflejo de los extremos. La cuna de Euskadi y los carlistas"

"Los casos más graves de violación se dan en los colegios y en las casas"

Para Armendáriz, el cine es entretenimiento y arma social. No ha renunciado a esa visión desde una conciencia de clase y un fuerte apego a la identidad que ya se observó en Tasio, su primera obra. Hijo único de una familia obrera, niño trasto e inquieto, creció rodeado de tabúes.
Quizá por eso las películas de Armendáriz son análisis profundos de la sociedad en varios planos y a varias escalas que conviven entre sí forjando telas de araña como la de Secretos del corazón. En ellas se entrecruza lo oculto con lo palpable, lo visible con lo invisible, sin saber con certeza qué es lo más real o lo que nos afecta más profundamente.

En No tengas miedo, esta convivencia que lucha a fondo entre sus contradicciones se atrae y se repele. Alcanza una cima y sitúa el debate en un punto admirable, sin prejuicios, con elegancia supina, con delicadeza, pero crudamente, como solo lo puede hacer un maestro acompañado de tres actores muy valientes para encarnar sus papeles como son Lluís Homar, Belén Rueda y Michelle Jenner.

Hombre discreto, alejado de los focos pero solvente y amante de su oficio, Armendáriz camina sin alterarse por el panorama del cine español sin enganche al Twitter ni a los focos, sin obsesiones delirantes de estilo y bebiendo de la fuente de la vida y la calle con la sed de los creadores honestos, arriesgándose siempre y sin renunciar a plantear temas espinosos sobre la pantalla.

Ya sé que a usted, como a Orson Welles, no hay cosa que le resulte más ridícula que hablar de sus películas, pero esta nueva obra suya necesita ser bien explicada porque el tema de los abusos es absolutamente tabú. ¿Cómo se atrevió?

Por dos razones: por el descubrimiento del asunto a través de psicólogos, psiquiatras. Accedí por medio de ellos a las secuelas físicas y psicológicas que aportan una gran riqueza dramática para construir una historia. Creo que el cine es un arma fundamental para mostrar ante nuestros ojos problemas sociales que necesitan ser abordados. Más en un tema del que nadie quiere hablar, que nadie quiere reconocer ni afrontar. Por eso el cine puede resultar útil para dar una señal de alarma y abordarlo.

Pero es que en este asunto se trata de mostrar sin mostrar, de ser elegante y no explícito, narrar desde el punto de vista del tabú, con supuestos, entredichos, miradas, la sugerencia de lo oscuro.

Era el mayor riesgo de la película. Traté de rodarla formalmente de forma natural, sin artificio, en planos secuencia para que viéramos bien lo que ocurre dentro de la protagonista, para que nada altere objetivamente lo que apreciamos en su interior. La clave no era la historia en sí, existen muchísimas, desgraciadamente. La clave era encontrar el punto de vista, la mirada apropiada que narrara el horror en que viven estas personas, cómo estos hechos destrozan vidas...

Para siempre...

Para siempre. Se trataba de enfrentarse a todo ello sin caer en el morbo, ni en otro montón de circunstancias que acompañan. Eso es lo que me atrae del cine. Buscas una historia que te seduzca y después descubres algo que enlaza con el cine directamente. En todas las personas que conocía veía historias de supervivientes, gentes que luchan contra la adversidad de un destino absolutamente injusto y que perseveran en el afán de buscar una vida digna.

Fíjese que en ese drama íntimo y callado, usted aplica un discurso propio de revolución social. Y es que el abuso, la injusticia más dura, suele ser la que se vive de puertas para dentro. ¿Qué cree?

Los abusos son el meollo de una enfermedad social. Un abuso siempre existe en situaciones de poder y sumisión. Lo más triste es que sea un menor y dentro de una familia. Pero esos casos particulares no escapan a lo que ocurre en las sociedades. Aunque las consecuencias personales son terribles: el dominio, el sometimiento de los más débiles, no ser dueño de tu propio cuerpo con todas las secuelas de extrañeza que quedan hasta destrozar vidas en todos los niveles.

Ahí se derrumban todas las categorías morales y de las sociedades avanzadas. Por mucho que se construya el progreso, la sofisticación, el abuso ocurre y responde a los instintos más primarios. ¿Por qué?

Nadie puede huir de sus demonios, por muy desarrollada que esté la sociedad. En España se rehúye el tema, la gente no quiere ni oír hablar.

Ese es uno de los mayores riesgos de la película a priori, que a nadie le va a apetecer entrar al cine. ¿Cómo les convencerá?

Es que yo creo que el cine tiene esa misión social de la que hablaba Renoir. Él decía que no le interesaban las películas perfectas, sino aquellas que sirven para tender puentes con el conocimiento humano. En una sociedad como la que nos encontramos es fundamental que el cine, aparte de divertir y entretener, sirva para estas cosas. Pero a mí me interesaba narrar esta historia en positivo, como una lucha de superación personal, transmitir que se puede salir del pozo, pero que para eso antes hay que reconocerlo y enfrentarlo.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que una victoria vital para estas personas es un pequeño paso, una pequeña decisión. Las dimensiones del éxito para ellos son microscópicas vistas desde una situación normal.

Mudarse, tomar una pequeña decisión, resulta algo asombroso. Son gente que pelea con un desgaste mayor que otras.

Resulta muy consecuente con su cine por otros aspectos. No solo por esa superación de adversidades, también por los múltiples planos de la realidad, los secretos, lo oculto.

Eso me interesaba mucho. Está en todas mis películas. Pero es que es común a la condición humana: la apariencia y los mundos internos de los que no somos conscientes, pero que resultan responsables de pulsiones y actos fundamentales en nuestra vida.

En eso, 'Secretos del corazón' era una película autobiográfica, pero para esta ¿qué ha conocido alrededor suyo ahora para llevarle a contar una historia tan terrible?

Dos cosas, el valor y el coraje de enfrentarse cada día a construir una nueva vida, un destino digno frente a un pasado del que no eres responsable. Eso me animó a hacerlo, pero es que mientras me metía, al hablarlo, me topé con una gran cantidad de gente incluso cercana que ha sufrido abusos. Al tocar el tema, confiesan.

Este país es poco dado a remover. Pasa con el tema de abusos en el ámbito de los colegios religiosos. En Irlanda, Alemania, México, hay plataformas; aquí apenas existen, y no será por falta de casos.

Somos proclives a no remover cosas que duelen o poner en evidencia asuntos que no nos gusta sacar a la luz.

¿Y así va pudriéndose más y más todo?

Cierto. Los mayores casos se dan en el ambiente familiar y en el educativo, las violaciones fortuitas son menos comunes y eso concita el apoyo general de las familias. Es en los colegios y las casas donde se dan los problemas graves, y las víctimas desarrollan un sentido de culpa atroz porque no se atreven a denunciar. Creen que levantarán sospechas, como aquel cura que dijo que iban provocando. ¿En qué cabeza cabe? Solo en mentes enfermas.

¿Existe la mala conciencia de las víctimas en mayor grado que la de los agresores?

Es un asunto peliagudo. Ahí entran tópicos y prejuicios que debí apartar al escribir la historia. Quien abusa debe ser juzgado y condenado. Pero no solo en eso termina la valoración que debe hacerse. La gran mayoría de los abusadores han sido víctimas y, por tanto, necesitan ayuda psicológica para superar su problema.

En eso ha sido admirable la valentía de los actores al elegir sus personajes, sobre todo en el caso de Lluís Homar y Belén Rueda, padre y madre de la niña abusada. No sabría decirle quién de los dos es peor, ¿quien actúa o quien no quiere ver?

Los dos. Ambos son partícipes de un mismo hecho. Una como encubridora y otro como agresor. En el caso de los actores, es cierto, no son los papeles que les van a proporcionar cariño y admiración del público, pero pone de manifiesto su gran profesionalidad. Ser conscientes de la necesidad de hacer una película así y de que debe haber intérpretes que los encarnen.

¿Cómo les convenció? Por dinero no sería. ¿Retándoles a salir a la plaza? Les costaría aceptar.

A la primera dijeron que sí. Lluís, nada más leer el guión. Era mi primera opción. Belén Rueda se incorporó después. Leyó el guión, vino a verme y me dijo: "Quiero que me expliques por qué quieres hacer esta película. Se lo expliqué y la convencí.

¿Y a Michelle Jenner, la hija, le dijo en qué se metía?

En las pruebas no les doy texto de la película, les doy otras cosas en las que haya situaciones similares. Hizo una prueba estupenda y al pasarle el guion se quedó un poco asustada. Me tendrás que ayudar, me dijo. Por supuesto... Debía empezar a ensayar dos meses antes y a preparar con víctimas, psicólogos, libros y películas todo.

¿Qué le recomendó ver?

Bastantes películas, desde Repulsión, de Polanski, hasta Celebración, de Tomas Winterberg; La zona oscura, de Tim Roth; Speak...

Al repasar su filmografía es difícil encontrar algo malo. De 'Tasio' a 'Obaba', pasando por 'Las cartas de Alou', 'Historias del Kronen', 'Silencio roto' o 'Secretos del corazón', no hay patinazos. Y todo eso con discreción. ¿Qué necesita el cine español para no meterse en tantos berenjenales y dedicarse sencillamente a hacer buenas películas?

Pues dedicarnos a trabajar y dejarse de parafernalia y pasarelas. Todo depende del concepto que uno tenga del cine. Yo, como Marcel Carné, encuentro que cada vez hay más personas que viven del cine y no para el cine. Se me quedó muy grabado aquello. Y añadía que cada vez se hacían más películas, pero él veía menos cine. Me preocupo de aquello que debo hacer y nada más. También de la taquilla, no soy alguien con vocación de hacer cine para uno mismo; es más, uno de nuestros mayores problemas son los extremos.

¿En qué sentido?

Pues que existe por un lado el cine comercial, puro y duro, y por otro, el cine para ir a los festivales, al margen y a espaldas de circuitos comerciales. Ese margen intermedio donde yo me movía, el que sirve para divertir y entretener, pero al tiempo para reflejar la sociedad en la que vivimos, cada vez tiene menos espacio. Puede que sea un síntoma de nuestra sociedad, del blanco y negro, de la polarización general de las cosas.

¿Para eso no es aconsejable pensar en el bien colectivo y huir del egocentrismo creador?

Claro.

Es que en el cine español se da mucho el ego desbocado, no solo para defender las películas propias, sino para meterse en todos los saraos. ¿No haría falta más templanza y menos 'twitteros'? Peter Bogdanovich lo decía de una manera muy simple: antes de empezar a rodar una película se preguntaba para qué serviría.

Yo me lo pregunto, sin lugar a dudas. La gente se extraña de que tarde tanto. Para mí resulta muy difícil sacar las cosas adelante. Primero es complicado encontrar algo que te seduzca, que te interese, artística y socialmente, y luego debes ser consciente de que eres capaz de hacerlo. Además debes hallar financiación adecuada, no hay inversión privada que proporcione los medios.

De acuerdo, eso desde el punto de vista práctico, pero desde el punto de vista de la ética creadora también se echa en falta esa honradez, esa crudeza de planteamiento, si se quiere.

Pero es que eso es reflejo de la sociedad en que vivimos. Repetimos lo que ocurre a nuestro alrededor. Nadie pregunta cómo has conseguido no sé qué, sino cuánto has conseguido. Lo único que vale es conseguir, tener, ser famoso. Eso no es prioritario del cine. Ocurre en nuestro mundo, pero no es importante. ¿Cuántos constructores se preguntan si es necesario levantar más casas?

Ya, pero a un constructor no le vas a pedir ética creativa.

Yo ahí discrepo. El arte es todo aquello bien hecho que sirve para vivir o entender la vida mejor. En ese sentido, aunque sean cosas distintas, cada oficio tiene su parte artística y ética.

¿No será que hablamos de lo artesanal en ese caso?

Bien, lo artesanal, pero debe existir porque si no se centra uno en el trabajo bien hecho, la sociedad se desgaja, se parte. Tienes razón, obviamente lo artístico es todo aquello que trasciende una base artesanal, pero ese supuesto artesanal es muy importante, fundamental, para que todo funcione.

Usted antes de entrar en el cine tuvo su pasado en la electrónica. ¿De ahí le viene su apego a lo más terrenal?

Antes del cine hice varias cosas, una de ellas dar clase de electrónica.

¿Era un 'manitas'?

Pues sí, reparaba televisores, montaba juegos de luces psicodélicas en fiestas, me ocupaba de ordenadores y de las primeras sistematizaciones que aparecieron en diversos oficios. Eso me dio un contacto con el mundo real y algo que me ha servido luego para relativizar este mundo: mantener los pies en el suelo. El conocimiento técnico y científico de cómo ocurren las cosas y las relaciones personales. Eso me ha servido para no dejarme subyugar por las luces ni el glamour. Es ficticio, una parte de nuestra profesión que no conduce a nada.

¿Estar en la vida más que en el cine? A muchos es que se les va la olla con eso, ¿no?

Bueno, bueno. Terrible. Yo soy una persona más pragmática, más práctica. Examino pros y contras, pero eso no es ni bueno ni malo, muchas veces se convierte en un inconveniente. A veces me gustaría ser mucho menos pragmático y más loco, más aventurero, para acometer cosas que no salen de otra forma.

Y ese sentido práctico ¿de dónde le viene?

De la educación que me dieron mis padres. Vengo de una familia obrera, pero fui hijo único. Mis hermanos murieron.

¿Cómo ocurrió aquello?

Eran mayores que yo. Murieron muy pequeños, uno creo que nació muerto, era un tema que no se podía tocar.

¿Esos secretos del corazón?

De la familia, aunque no fue muy traumático para mí. Lo notaba sobre todo porque estaba muy protegido, demasiado mimado para que no me ocurriera nada. Eran secretos que siempre me han interesado después, en lo cotidiano. Pero en medio de eso me dieron una educación absolutamente práctica, por qué, para qué y qué efectos producen las cosas que haces antes de meterte en ellas. Luchar por buscarse el currusco les hacía plantearse cada paso. Yo, aun así, les comenté un día que quería hacer cine. Tenía 14 años, me miraron extrañadísimos y me convencieron de que no lo hiciera, que antes me dedicara a algo más seguro, de ahí lo de la electrónica, pero siempre tuve el gusanillo.

¿Desde cuándo?

Desde pequeño, cuando me metía programas dobles y triples varias veces. Me hacía ver y conocer mundos ajenos. Yo no conocí el mar hasta que tuve 12 años. Y eso lo veía en el cine.

¿Qué tipo de cine?

Todo, el cine negro, los musicales, las películas del Oeste. Pero también recuerdo lo que me marcó Roma, città aperta en un pase semiclandestino porque descubrí que existía un tipo de cine que contaba los sufrimientos y adversidades de gente con la que yo me identificaba.

Pero en Pamplona, en aquella época y en una ciudad alejada del meollo del cine, cuesta imaginar cómo un chaval de su edad tuviera tan claro que quería dedicarse a ello.

No tenía idea de cómo podía ser ese mundo. Pero a los 14 años, con el primer dinero que gané me compré una cámara de fotos, después un super 8 y leía revistas. Tenía un conocimiento muy vago de lo que podía ser aquello, muy academicista. Sabía qué era el montaje, el revelado, desconocía lo que podía ser la puesta en escena y la planificación, pero iba aprendiendo.

O sea, que era usted un jovencito aplicado.

Bueno, no tanto. Era muy malo.

¿De verdad?

Sí, de hecho, en el pueblo, mis padres se tuvieron que ir porque no hacía más que darles disgustos.

¿Cómo?

Pues un día dejé a todo el pueblo sin luz.

¿Usted, el futuro electrónico?

Pues sí, no había caído. Olleta no tenía ni luz ni carretera entonces, cuando yo tenía unos cuatro años pusieron luz eléctrica. Había un cacharro en la pared que se encendía y se hacía la luz. Me contaron que el invento venía de una caseta en el monte, que era el transformador. Me fui para allá con mis amigos y nos pusimos a tirar piedras y hierros a ver si reaccionaba. Hasta que uno hizo ¡zas!, dio un petardazo y se quedó todo el pueblo a oscuras. Iban diciendo: ¡Ha sido Ramonín! Porque yo era Ramonín. Eran cosas de esas. Me decían mucho: ¡Mala hierba nunca muere!

¿Y a qué pensaba que se referían?

Pues no lo sabía y se lo preguntaba a mi madre. Entendía que era un insulto por la forma que me lo decían. Hasta que me di cuenta de que se referían a que era el menor de todos mis hermanos y que eso de alguna manera marcaba.

¡Qué maledicencia la de la gente!

Bueno, en un pueblo sin luz, ni agua, en los años cincuenta...

Suelen decir los mayores que tiempos pasados fueron mejores, pero aquel país era para regalárselo.

El progreso es bueno para la condición humana, depende de cómo se utilizan los avances.

¿Pero no cree que ahora los españoles tienen mejor voluntad, más nobles intenciones?

Ahí soy más escéptico. Yo creo que el desarrollo y el progreso han dado mejores posibilidades a los listillos. Hoy se domina y se sojuzga más sofisticadamente, de una manera aparentemente democrática por medio del consumo, del mercado. Todo está mediatizado en torno a una serie de poderes que controlan eso. Las sociedades tienen su parte buena y mala. Antes estábamos aislados en lugares reducidos y las tensiones explotaban, pero no sé si era mejor o peor en ciertos aspectos.

Llegó después a estar en la cárcel, ¿conserva conciencia clara de sus orígenes?

Conservo una marcada conciencia de clase. Me metieron en la cárcel porque estaba en las comisiones de barrios y con la muerte de Puig Antich se hicieron unas octavillas. Yo tenía el enlace. Cuando me detuvieron a mí desapareció media Pamplona y dedujeron: "Éste es importante". Me inflaron a leches y me rompieron dos costillas.

Pegaban bien entonces.

Sí, pegaban bien, no consiguieron nada, pero me pedían cinco años. Estuve 40 días en la cárcel y luego llegó la amnistía. También tuvimos suerte porque conmigo detuvieron al hijo de un general y nos beneficiamos todos los que estábamos en el sumario.

Así que aquella Pamplona donde campaba el Opus con sus ministros colocados en el Gobierno de Franco también era un nido de rojos liderados por usted.

Sin lugar a dudas.

Qué curiosa Navarra. ¿Cómo es? Defínamela, si se atreve.

Es una provincia en la que se dan todos los extremos. Es el germen de Euskadi y las guerras carlistas al tiempo. Un reflejo previo de tensiones generales. No es extraño que fuera la comunidad en la que se escindió el PP en UPN, que sea la pieza de cambio con las campañas de ETA, esas cosas.

¿Pero para usted es más Euskadi que España o al revés?

Yo puedo hablar por mí, yo me siento vasco, lo cual no quiere decir que otros no lo hagan así y lo respeto totalmente. Pero es una sociedad en la que se da esta dicotomía en todos los ámbitos.
El chico que arreglaba televisores

Montxo Armendáriz (Olleta, Navarra, 1949) nació en el seno de una familia obrera en plena posguerra. Antes de dedicarse al cine fue profesor del Instituto Politécnico de Pamplona, donde enseñaba electrónica, un oficio que había desempeñado él antes.

Su carrera como director de cine comenzó en 1984 con Tasio. A partir de ahí ha dirigido un total de siete largometrajes y documentales, como Escenario móvil y La guerrilla de la memoria, junto a Javier Corcuera. Su película Secretos del corazón fue candidata a los premios Oscar, y tiene dos Goyas como guionista de Historias del Kronen y Las cartas de Alou. Además, en 1998 ganó el Premio Nacional de Cinematografía por toda su carrera, que hasta entonces no comprendía sus dos últimas películas: Obaba y No tengas miedo, que se estrena el próximo 29 de abril.

miércoles, 20 de abril de 2011

Leer es una fortuna. La certeza de que nunca vas a estar solo.

Jesús Marchamalo (Madrid, 1960) ha desarrollado gran parte de su carrera periodística en Radio Nacional y Televisión Española y ha obtenido, entre otros, los premios Ícaro, Montecarlo y Nacional de periodismo Miguel Delibes.

Colabora habitualmente en el suplemento literario del diario ABC, en la revista Muy Interesante donde tiene una página dedicada al lenguaje, y en diversas publicaciones culturales.

Ha publicado casi una decena de libros, entre ellos: La tienda de palabras (1999), 39 escritores y medio (2006), Tocar los libros (2010) , Las bibliotecas perdidas (2008), y 44 escritores de la literatura universal (2009)

En la actualidad trabaja en distintos proyectos de difusión cultural.

* ¿Eres lector desde siempre o te has ido convenciendo por el camino? ¿Tienes alguna imagen lectora de tu infancia querecuerdes como si fuera hoy?

La verdad es que soy bastante intrépido con los recuerdos; los invento a menudo. Así que mi memoria es poco fiable. Pero sí me recuerdo de pequeño en la cama con sarampión o fiebre, y con un libro.

Mis primeros recuerdos de lectura tienen que ver -es curioso- con las enfermedades infantiles: con el vicks vaporub y la aspirina con azúcar, la tos, los estornudos, y una papelería que había cerca de mi casa donde comprábamos los cuadernos, las gomas y algún libro de aquella colección de clásicos Bruguera que tenía los rostros de los protagonistas en el lomo.


* ¿Qué género literario prefieres leer?

Me gusta la novela, el ensayo, las biografías, la poesía… Depende del día. Y a veces de la mañana, o de la tarde. Te diría que leo de todo y de una manera bastante caótica y desordenada. Lo normal.


* ¿Recuerdas algún libro o autor que te impresionara de manera especial?

Hay muchos libros que me han impresionado. Me impresionó, de adolescente, la lectura de Sábato, por ejemplo Sobre héroes y tumbas, o de Camus o de Kafka. También de García Márquez, Cien años de soledad. Me gustaba también mucho Cortázar, sus cuentos, y aquellos libritos que hizo llenos de imágenes y textos provocadores: Último round, La vuelta al día en ochenta mundos… En su momento Auster, Kapuscinski, Ibargüengoitia y Coetze, Desgracia, que recuerdo como un deslumbramiento.


* ¿Algún libro que hayas leído últimamente y que nos quieras recomendar?

Me resisto a recomendar libros sin conocer a la persona a la que van a ir destinados, porque siempre es un riesgo. Últimamente me ha gustado mucho Correr, de Echenoz, y Hommer y Langley, de Doctorow. La historia de aquellos dos hermanos que acumulaban objetos inservibles: papeles, ropa, máquinas –llegaron a tener un Ford del modelo T- en una inmensa casa de la Quinta Avenida neoyorquina donde vivían sin luz ni agua.

Pero los dos libros que más he recomendado y prestado son Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez y El olvido que seremos, de Héctor Abad Fanciolince. Con éstos no creo que haya posibilidad de equivocarse.


* Imagínate que conoces a una persona que no tiene el hábito de la lectura. ¿Cómo le animarías a que leyera? ¿Qué títulos le aconsejarías?

Qué difícil… La verdad es que no soy nada talibán con la lectura. Creo que leer no te hace ser mejor persona. Depende de lo que leas. Y cómo. Pero leer es una fortuna. La certeza de que nunca vas a estar solo.

A mí, hay veces que me arregla el día un libro. Aunque hay días, también, que te lo arregla una llamada, una carta, una cerveza… No sé si convencería a alguien con argumentos tan endebles.


* Tu blog se llama El Don de la impaciencia. ¿Por qué cosas sientes tú impaciencia? ¿Se siente impaciencia en la literatura?

Me divirtió el nombre porque de siempre ha habido una reivindicación de la paciencia como valor personal. Te dicen que hay que saber esperar, ser paciente, no dejarse llevar por los impulsos… Y sí, lo cierto es que soy un impaciente en muchas cosas: en la literatura y en la vida.


* Eres usuario y defensor de las bibliotecas. Sabrás que por la dichosa crisis, algunas bibliotecas se están cerrando. Si estuviera en tu mano, ¿qué harías o qué no harías por las bibliotecas?

No sabía, la verdad, que estuvieran cerrando bibliotecas por la crisis. De hecho, lo lógico sería pensar lo contrario, que los lectores acudirían más a las bibliotecas en tiempos de crisis. Pero me parece tremendo que no haya bibliotecas, o que haya que pagar por sacar un libro. Hace años firmé un manifiesto donde se pedía que se mantuviera la gratuidad del préstamo de libros, y me encontré muy a gusto allí en la lista con José Luis Sampedro o Carlo Frabetti, entre otros muchos escritores que reivindicaban el valor de las bibliotecas.


* Eres, además, un gran fotógrafo. ¿Cómo explicarías la relación existente entre la literatura y la fotografía? ¿Una imagen vale más que mil palabras?

No creo que una imagen valga mil palabras, ni quinientas, ni trescientas cincuenta. Creo que es una batalla un poco artificial ésta de la imagen y el texto. Parece ser que si escribes tienes que aborrecer el mundo de la imagen, y viceversa. A mí me gusta hacer fotos –no estoy nada convencido de ser un gran fotógrafo, ni siquiera mediano-, y me gusta escribir. Son dos maneras de contar las cosas absolutamente compatibles y, si me apuras, complementarias.


* También practicas el tiro al arco. Al elegir el título de tus libros, ¿aciertas en la diana a la primera, tensas la espalda, fallas varias veces antes del certero…?

Lo de ser arquero es una de mis actividades estelares. Hace unas semanas he estado en Cuenca visitando colegios en los que hablaba de periodismo a niños de primaria –una fantástica experiencia- y a menudo lo que más les interesaba de lo que hago –libros, conferencias, reportajes, cursos- era el tiro con arco.

Lo cierto es que tirar con arco es una de mis excentricidades confesables favoritas. Pero no, nunca acierto a la primera con mis títulos. Y siempre me cuesta muchísimo dar con uno que me guste. Soy peor tirador de títulos que tirador con arco. Y con el arco no paso de ser un principiante…


* Tienes libros publicados donde nos hablas largo y tendido sobre bibliotecas particulares y algunas manías y anécdotas de escritores. Nosotros, los lectores, los leemos. Mira que somos fisgones, ¿eh?

Creo que la curiosidad es algo consustancial al ser humano. Ver a los demás y reconocerse en ellos, o ver lo que nos diferencia. Hay que ser un poco cotilla, desde luego, para ser periodista. Y para ser escritor también. Así que tengo una doble coartada.


* ¿Por qué en los medios de comunicación no hay espacio o el que hay es mínimo para los escritores, la creación, los poetas, el mundo editorial? ¿Tema de audiencias?

No sabría decirte. Lo cierto es que hay una obsesión, bastante absurda, por las audiencias. Si no tienes diez mil lectores eres un fracaso. O un veinte por ciento de cuota de pantalla en televisión. Y es ridículo. Nunca me ha obsesionado si me lee mucha gente o poca. Puestos a elegir, prefiero tener muchos lectores, pero no hasta el punto de que ese sea el único objetivo, sobre cualquier otro, a la hora de escribir un libro.Y aquí pueden jugar un papel muy importante las nuevas tecnologías: blogs, páginas web, redes sociales donde se hable de libros y lectores y que sirvan para esas pequeñas audiencias de las que no se ocupan los medios tradicionales.


* Tienes página web, blog, te mueves por las redes sociales… ¿De qué manera han modificado las nuevas tecnologías tu ámbito profesional?

Sí, tengo de todo. Página web, correo electrónico, blog, ordenador portátil, cámara digital, ipod… Lo compenso escribiendo con estilográfica, leyendo en papel y mandando cartas por correo postal.

Hay una parte de la tecnología que tiene que ver con la fascinación del propio hecho tecnológico y que, a mi modo de ver, no sirve para nada. Y otra parte de la tecnología que nos hace la vida más fácil, que nos facilita la comunicación, el trabajo… Yo soy de los que buscan en la tecnología que me resuelva problemas. Pero el gran cambio tiene que ver con la pasividad, los lectores ya no tienen por qué ser pasivos, sino que pueden participar, opinar, intervenir, o convertirse ellos mismos en fuentes informativas a través de un blog. Y eso me parece interesante.


* ¿Para cuándo nuevo libro?

De momento van a salir dos. Uno en junio, publicado por Fórcola, que todavía no sé cómo se titulará pero que estará dedicado al Cortázar lector. Sus libros están en la Fundación Juan March, en Madrid, y he tenido ocasión de ver sus manías lectoras: cómo anotaba los libros, los subrayaba, los marcaba… Creo que da una imagen muy original, e inédita, de Cortázar y su relación con los libros. El otro saldrá en otoño y lo publicará Siruela. Este sí tiene título, Donde se guardan los libros, y es un recorrido por veinte bibliotecas de escritores: Vargas Llosa, Javier Marías, Clara Janés, Fernando Savater, Soledad Puértolas, Gamoneda… Para este libro, además del texto, he hecho más de un centenar de fotografías. Una curiosa experiencia.

Y en octubre saldrá la edición italiana de Tocar los libros, con un prólogo de Umberto Eco. Un inesperado honor.

Agradecemos a Jesús Marchamalo su cercanía, su amabilidad y su tiempo. Ha sido un gran cómplice.

viernes, 8 de abril de 2011

Eduardo Anguita

Eduardo Anguita (52)
"He vivido muchas vidas"
Ex guerrillero y escritor prolífico, estuvo preso y fundó un Hogar para chicos de la calle. Cárcel, muerte, conquistas y paternidad.


Su historia está llena de agujeros, de esos agujeros que no se tapan jamás con nada. Ex guerrillero del ERP y preso durante casi 11 años, Eduardo Anguita tuvo que empezar, literalmente, de nuevo. Su madre fue secuestrada en los años negros de la dictadura y nunca más la volvió a ver. Su ex esposa corrió la misma suerte, pero pudo contarla. Este hombre que supo parirse a sí mismo estudió Comunicación Social, escribió libros y fundó un Hogar para chicos de la calle con el dinero que recibió por la desaparición de su madre.
Noticias: ¿Por qué se metió en la guerrilla?
Eduardo Anguita: Recuerdo un largo tránsito antes del día de la decisión. Estudié en el Nacional Buenos Aires y a los 14 años, desde el Centro de Estudiantes pedimos un minuto de silencio por los estudiantes muertos en Corrientes, en mayo del ‘69. Los celadores habían amenazado con sancionarnos. Lo hicieron con uno de mi división y yo salí segundo, tomé la posta. Después empecé a estudiar marxismo y un buen día con un amigo cruzamos al Uruguay a comprar libros que acá estaban prohibidos. Los entramos clandestinamente, al estilo de dos pibes atorrantes de 17 años: cambiamos las etiquetas de la aduana al equipaje todavía no revisado. Y, junto con eso, nos reunimos con un compañero del club donde jugábamos al rugby y ahí decidimos que teníamos que hacer la lucha armada, aunque no éramos tipos de armas tomar. Y empecé en ese momento, a fines del año 70.
Noticias: A 30 años de aquello, ¿cuál es la autocrítica?
Anguita: Lo interesante es que las sociedades encaren la autocrítica. Lo más importante de esos años fue la militancia: integrarme a una cosa colectiva, poner la mirada en los que menos tenían… El problema de hoy es que uno está muy imbuido de mentalidades individualistas, yo mismo me siento atravesado por la individualidad. Hubo una masacre de los participamos de esa lucha y la sociedad quedó bastante dividida; me parece que el salto abrupto de Malvinas a la democracia dejó de lado a quienes fuimos protagonistas de esos años. La autocrítica de los militantes de Uruguay, por ejemplo, fue ir a tomar mate a los barrios, poner en marcha un mecanismo por el cual la gente les pudiera decir cómo reorientarse, qué hacer y qué no. Acá hubo la instalación de los dos demonios. Recién ahora se vive un clima en el que la gente se apropia de lo que pasó en los ’70, más allá de la crítica hacia nosotros.
Noticias: Usted estuvo 10 años en la cárcel…
Anguita: 10 años, 10 meses y dos días. Al otro día de salir me invitaron a hablar a una radio y los oyentes llamaban y me puteaban: "Saquen a ese comunista, a ese guerrillero". Tuve temor al escarnio, al maltrato, al desprecio social. Después de tantos años de cárcel uno queda endurecido en muchas cosas y muy frágil en otras.
Noticias: Su madre fue uno de los 30 mil desaparecidos, ¿de qué la acusaban?
Anguita: Yo estaba preso en La Plata, en un pabellón llamado "de la muerte", armado por Ramón Camps y Suárez Mason junto con la gente del servicio penitenciario de la provincia, activa participante de esa represión. Habían secuestrado a algunos militantes en los pabellones, a otros directamente los habían matado. Mi madre, cuando empezaron a matar presos y a sus familiares, presentó un recurso de amparo y formaba parte de las asociaciones de familiares de los presos. Otra cosa que hacía era depositar dinero, no sólo a mi nombre sino al de Alberto Elizalde Leal, cuya familia completa había sido secuestrada. Y eso para ellos, que decían: "Nuestros enemigos no son sólo los subversivos sino también sus familiares", era una decisión. La amenazaron en su trabajo y recuerdo que le dije que se fuera y me contestó "Hasta que no salga Wanda (esposa de Anguita, también presa) y vos, no me voy a ir". Fueron a la inmobiliaria donde trabajaba y se la llevaron. Al otro día requisaron mi celda y se llevaron las cartas de mi madre. Mi padre me dijo que se la habían llevado un 24 de julio.
Noticias: ¿Su madre o su esposa aparecieron?
Anguita: Mi esposa sí, la dejaron irse a Europa. Mi mamá no volvió.
Noticias: ¿Alguna vez sintió culpa de haber perdido a su madre porque ella se jugó por usted?
Noticias: Mirá, la preparación que uno tiene en esos momentos es… te doy un ejemplo: yo hacía autocontrol hasta para dormir. Me despertaba de noche para hacer gimnasia, porque estaba prohibido. Cuando se llevaron a mi mamá estaba leyendo "Siberia", de Dostoievski, y pensé que no podía cambiar de libro. Me costaba una enormidad, entre fiebre y llantos me decía que no podía quedarme en el camino de nada. Sólo en un momento estuve al borde de la locura: había decidido matar a un oficial penitenciario. No soportaba más el dolor…
Noticias: ¿Qué era lo que más dolía?
Anguita: El desborde. Llegué a planear su muerte, y salió mal.
Noticias: ¿Lo intentó?
Anguita: Sí. Había un oficial, famoso por golpeador, que cada tanto se llevaba a alguien al calabozo para cagarlo a trompadas. Cuando salíamos al patio no podíamos levantar la cabeza, entonces pensé en levantarla cuando él pasara a mi lado, para que me llevara al calabozo. Y en el momento en que me dijera algo, lo iba a matar delante de todos.
Noticias: Una locura…
Anguita: Sí, pero tenía una técnica bastante sofisticada, una manera de ahorcar a un tipo que no falla: metiéndole los dedos en la tráquea y rompiéndosela. Otros presos dormían con una gillette para cortarse las venas, cada uno se refugiaba… era un duelo con la muerte: matar o morir era lo mismo. Se lo comenté a otro preso y me dijo que no lo hiciera, que yo tenía que apostar a la vida.
Noticias: ¿Qué le diría a su madre, si pudiese volver a verla?
Anguita: (se queda unos minutos callado) Mirá, cuando cobré la indemnización fundé con ese dinero un Hogar para niños. Le diría: "Tengo unos pibes que a lo mejor ni saben quién fuiste, pero si vos no hubieras existido, estos pibes no estarían en esta casa". Así como ella se ocupó de mi arriesgando su vida, yo hago una cosa muy maricona, que es poner unos pocos recursos para que otros laburen con pibes. Al principio me encargaba personalmente, pero ese nunca fue mi laburo. Ella también era madre... yo no soy padre.
Noticias: ¿Por qué no fue padre?
Anguita: Ehhh… En realidad, porque no tuve suerte... en dos o tres oportunidades quise tener hijos, incluso me hice análisis y el médico me diagnosticó varicocele, una enfermedad que podía afectar a los espermatozoides móviles… me operé a la semana. Y después de que me casé con mi actual mujer, ella quedó embarazada y lo perdió. Voluntad había...
Noticias: Hablando de voluntades, usted escribió junto a Martín Caparrós "La voluntad", en tres tomos que describen aquellos años negros...
Anguita: Te voy a contar algo que tiene que ver con "La voluntad": yo cobré un dinero por haber estado preso, cosa que nunca hubiera imaginado, así que sentí la tranquilidad de que por unos años iba a poder contar con un dinero para vivir. Si la hubiera ganado trabajando, hubiera estado mejor (ríe).
Noticias: ¿Cuál era el peor miedo dentro de la cárcel?
Anguita: Está muy poco estudiado qué le pasa a alguien que perdió la libertad, sobre todo si tiene un espíritu revolucionario. Estaba alterado, pero tenía la creencia sistemática de que iba a salir libre. Era lo que me mantenía vivo y eso me hacía no tenerle miedo a nada.
Noticias: ¿En qué cosas siente que la cárcel lo fortaleció y en qué lo volvió más frágil?
Anguita: Me fortaleció el ser muy metódico. Cuando salí de la cárcel tuve la sensación de que tenía que empezar de nuevo. Y hacerse cargo de eso es tremendo. La fragilidad que tenía al otro día de salir después de casi 11 años, sin plata, sin trabajo, sin saber qué hacer... En la cárcel era un revolucionario, en la calle no era nada. Me ofrecieron un trabajo en la revista "Entre Todos", pero no era periodista, ni siquiera sabía escribir a máquina. Era muy pobre, vivía en un departamento de mi mamá y no tenía plata para pagar las expensas. Y nadie me daba trabajo. Entonces, mi ex mujer me regaló un libro que tenía un cartoncito impreso con el teclado de la máquina de escribir y todas las mañanas, antes o después de hacer gimnasia, aprendía un poco. Hice la carrera de Comunicación, estudié inglés, empecé de cero a los 31 años. Hasta ese entonces había vivido muchas vidas. Estaba muy golpeado, no sabía cuáles eran mis sentimientos, tenía muchas corazas, no sabía a quién quería. No tenía modelos, porque por un lado seguía admirando al "Che" Guevara, pero eso no me servía para todos los días. Tenía demEduardo Anguita (52)
"He vivido muchas vidas"
Ex guerrillero y escritor prolífico, estuvo preso y fundó un Hogar para chicos de la calle. Cárcel, muerte, conquistas y paternidad.


...Noticias: ¿Por qué razón se cuidaba el físico en la cárcel?
Anguita: Hacía una gimnasia mezcla de añoranza del rugby de pibe y la de combate. Tenía una rutina muy dura, que practicaba en mi celda, a oscuras y en medio de la noche.
Noticias: ¿Por qué le preocupaba tanto el estado físico?
Anguita: Mirá, una de las pocas cosas que tenía era mirarme y gustarme, y eso funciona mucho en la cárcel. Porque es la competencia con el otro modelo de hombre que hay ahí, el hombre penitenciario. Ellos nos despreciaban por intelectuales, pero por otro lado nos tenían miedo por nuestra aptitud física. Concretamente, cuando me llevaban al calabozo y me cagaban a trompadas, el entrenamiento físico era lo único que me servía. No era un flan, la gimnasia me servía doblemente: necesitaba una especie de colchón corporal para soportar los golpes y también por la agilidad que da la actividad.
Noticias: Después de casi 11 años de cárcel, ¿cómo es empezar de nuevo en el amor?
Anguita: Ufffff... Se me plantearon dos desafíos: en esos años no tuve contacto afectivo y tampoco sexual... era empezar de nuevo. Por suerte volvió mi ex mujer y tuvimos como una ceremonia de reencuentro, para mí era una cita obligada, algo muy duro. Tenía mucho miedo y mucha inseguridad física. Así como en la cárcel bañarme con agua helada era normal, en un encuentro sexual se ponían en juego otras cosas. Me sentí inseguro durante bastante tiempo.
Noticias: Después de lo que vivió, debe haber sido difícil volver a entregarse...
Anguita: Eso... eso todavía no lo tengo claro.
Noticias: ¿Está diciendo que nunca más volvió a entregarse?
Anguita: Y... no sé, son experiencias que endurecen mucho.
Noticias: ¿Cuánto hace que volvió a casarse?
Anguita: Dos años y medio. Sinceramente, no sé qué decirte, uno tiene que aceptar que hay cuestiones en la condición humana que te atraviesan, que son pérdidas.
Noticias: Utiliza un lenguaje muy psicoanalítico, ¿ha pasado por el diván?
Anguita: Hice poca terapia, con un equipo especial para esos casos. Pero hubo mucho juego entre los mismos compañeros, mucho análisis en equipo. Desde ese entonces, siento que tengo libertad interior.
Noticias: Una vez dijo que sentir que uno fracasó en algunas cosas no lo hace un perdedor, ¿en qué cosas fracasó como persona?
Anguita: No tengo ningún gran fracaso, pero sí pequeñas cosas que no pude cumplir: todavía siento que puedo ser padre biológico, pero también me doy cuenta que si a los 58 voy a buscar a un chico al jardín de infantes... siento que me faltan los hijos a los que hubiera podido acompañar en su crecimiento, y mi vida hubiera sido distinta. Siento un vacío ahí. Me hubiera gustado ser un deportista famoso, destacado, importante.
Noticias: ¿Cómo nació el Hogar Matilde Vara, bautizado con el nombre de su madre?
Anguita: Nació cuando cobré la indemnización por su desaparición. Pensé en hacer algo con un grupo de gente muy diversa.
Noticias: ¿Qué les faltó a esos chicos?
Anguita: No hay antecedentes de chicos de la calle, porque sus padres nunca han tenido un trabajo formal ni fueron educados para el trabajo. Es muy complicado el concepto de familia de esos chicos, porque se nuclean en ranchadas, término carcelario que indica un grupo de gente que se junta por afinidad y son guiados por un jefe con experiencia carcelaria. Son pibes que no quieren volver a su casa y lo que hacemos con ellos es un trabajo de revinculación con la familia...
Noticias: Debe ser difícil lograr que esos chicos construyan un vínculo de afectos…
Anguita: Sí, pero por un lado hablan y añoran a unos padres imaginarios, que nunca tuvieron y, por el otro, el día que la madre va a visitarlos están enojados. Lo más difícil con estos pibes es sostener una identidad. Y también resulta difícil que logren comprometerse afectivamente, que entiendan que todo derecho también implica una obligación.
Noticias: ¿Los chicos que logran reinsertarse vuelven otra vez a la calle?
Anguita: Cada chico tiene una historia y cada historia es muy distinta. Por ahí se enamoran y vuelven a la casa, porque la novia les dice que lo hagan, pero son pibes muy preparados para vivir contingencias, un escenario fijo no es lo de ellos. No tienen un territorio, no pueden distinguir el espacio público del privado.
Noticias: ¿Por qué decidió irse a vivir a Villa Gesell?
Anguita: (ríe) Me fui en el 2002, cuando estaba todo jodido, acá no tenía trabajo, estaba escribiendo un libro sobre la concentración de los medios de comunicación y me parecía que mi ciclo urbano estaba cumplido. Y como mi mujer es de origen normando, le pareció bien un lugar frío con mar.
Noticias: Usted fue gerente de Canal 7 durante el gobierno de De la Rua, ¿no será que se contagió las ganas de dormir la siesta, por eso aceptó un cargo público?
Anguita: (ríe) Estaba en España cuando me llamaron para hacer un archivo histórico de la Nación y me pareció un proyecto fantástico, pero cuando volví me dijeron que mejor fuera a Canal 7. Acepté, con la condición de estar sólo 180 días, así lo hice, mandé un telegrama donde decía que no reclamaba nada como compensación. Creo que debo haber sido el único gerente que se fue sin cobrar indemnización. Pensé que me iban a proponer algún programa de televisión o algo como para... pero lo vivieron como una deserción.
Noticias: Se comenta que salió con las mejores mujeres de la high society…
Anguita: (ríe) Mirá vos, ¡qué bueno! Un colega tuyo me dijo que algún día iba a tener que hablar de alguna mujer...
Noticias: Este es el momento...
Anguita: Nooo. Conocí una mujer cuyo nombre no voy a dar, corriendo por Palermo. Era muy linda, tenía tonada española, corría con otra y hablaban de sus maridos. Se me acercó y me preguntó si estaba casado, le dije que estaba solo. Me propuso presentarme a una amiga y le dije: "No, querida, cuando estés sola, llamame". Y bueno... yo no sabía que era la esposa de un señor importante, al tiempo nos pusimos de novios...
Noticias: ¿Y el marido, bien, gracias?
Anguita: Se separó, tuvimos un noviazgo que siempre fue muy privado. Después ella se fue a España, la seguí y me ayudó a conseguir un trabajo. Un buen día se terminó la relación, pero quedamos muy amigos.
Noticias: ¿Es un ganador, un seductor de raza?
Anguita: (ríe) No creo. Estoy casado con una mujer muy linda, una chica que fue bailarina, actriz, tiene todo el physique du rôle de la mujer fatal, pero es la mina más sencilla que conocí. Le llevo 12 años y ella me ayuda a ganar humildad. Tengo mucho para ganar con Paule y mucho para perder si me hago el canchero. Además, me adjudicaron muchos romances que nunca tuve. Entre ellos en Canal 7, pero en ese canal no tuve ninguno.
Noticias: Quiere decir que en los otros canales, sí...
Anguita: No (ríe), una de las debilidades que me quedó es la pérdida de memoria.
Noticias: ¿Qué les atrae de usted?
Anguita: Me parece que puedo ser un tipo querible, porque hay un espíritu protector femenino que ayuda a que un tipo al que le faltaron cosas y tiene agujeros genere ternura... Alguna vez he utilizado ese recurso (carcajadas). Esta es una sociedad muy histérica y preparada para la seducción fácil, creo que seduce cualquier cosa. Hay una euforia que no se la cree nadie; es una sociedad muy individualista, en la que todos estamos muy solos. Pero cuando vos estás dispuesto a compartir, a entregar, hay enganche, para jugar al truco o para terminar en la cama.
Noticias: ¿Qué tipo de mujer le gusta?
Anguita: Ehhh... me atrae cierta belleza física. Me gusta la mujer de carácter fuerte e inteligente; las que son capaces de enfrentar un escenario con predominancia machista y hacen su propia vida.
Noticias: Habló del aspecto físico, pero supongamos que todo junto no se puede conseguir, ¿prefiere una fea pero inteligente o una bonita y hueca?
Anguita: ¡Qué momento! Supongo que bonita... lo de hueca quedará para después (ríe). A lo mejor, lo que es hueco para vos no lo es para mí. l


Por: Mónica Soraci | Fotos: Diego González y Pablo Puente.asiada reja encima y me faltaba calle.