domingo, 12 de agosto de 2012

Tragedia de Munich

Entrevista. Embajador de Israel en Gran Bretaña: “Todavía debemos aprender de las lecciones del terrorismo”
AJN.- En diálogo con la Agencia Judía de Noticias, Daniel Taub destacó: “Debemos recordar para luchar contra el terror y para que el objetivo de los Juegos Olímpicos se cumpla”. El martes pasado se llevó a cabo una ceremonia en Londres en memoria de las víctimas del atentado de Munich, luego de que el COI se negara a hacer un minuto de silencio durante la ceremonia de apertura de la competición.




Luego del evento de recordación de las víctimas del atentado de los Juegos Olímpicos de 1972, en el que once atletas israelíes fueron asesinados, el embajador de Israel en Gran Bretaña, Daniel Taub, expresó, en diálogo con la Agencia Judía de Noticias: “Desafortunadamente, todavía debemos aprender de las lecciones del terrorismo y de la masacre de Munich hoy en día. No podemos olvidarlo. Debemos recordar para luchar contra el terror y para que el objetivo de los JJOO se cumpla”.

El martes pasado la Embajada de Israel de Gran Bretaña, la comunidad judía de ese país y el gobierno inglés llevaron a cabo una ceremonia en el famoso Hall Guiad de Londres en memoria de los deportistas olímpicos asesinados por el grupo Septiembre Negro en las Olimpíadas de Munich hace 40 años. El acto se hizo luego de que el Comité Olímpico Internacional se negara a efectuar un minuto de silencio durante la ceremonia de apertura de las Olimpíadas Londres 2012, a pesar de los reclamos.

Estamos muy decepcionados de que no se encontrase una manera apropiada de recordar a las víctimas de Munich. Fue un evento importante el que hicimos porque eran atletas israelíes, pero también eran atletas olímpicos. Entonces sentimos que deberían ser recordados en el marco de las Olimpiadas ya que este fue el momento más oscuro de los Juegos Olímpicos”, expresó el embajador Taub.

El funcionario israelí también aseguró que, a pesar de que los israelíes disfrutan mucho de las Olimpiadas, es muy difícil para ellos mirarlos sin recordar la tragedia de Munich. “Ellos fueron asesinados solo por ser israelíes. Entonces juntarnos para reconocerlos fue muy importante, particularmente para las familias de las víctimas”, agregó.

Consultado sobre la influencia iraní en el terrorismo internacional, el embajador dijo que “no hay duda de que hay varios ataques apoyados por Irán y su aliado Hezbollah contra objetivos israelíes” y recordó los recientes atentados de la India, Georgia, Tailandia y Bulgaria.

“La explosión al micro de turistas israelíes en Burgas ocurrió el mismo día, 18 días después, del ataque a la AMIA en Buenos Aires en el que murieron 85 personas en 1994. Entonces tenemos una larga historia del apoyo iraní al terrorismo. El mundo libre y democrático debe trabajar en conjunto para enfrentarlo”, destacó.

Sin embargo, mostró un poco de optimismo y expresó que muchas regiones están trabajando para construir un mundo mejor. “A pesar de que hay fuerzas que intentan incentivar el prejuicio y retrotraer a sus pueblos a un estado primitivo, nuestro objetivo debe ser pensar en un futuro mejor para nuestros hijos. Debemos trabajar juntos para apagar las voces de extremismo y antisemitismo”, aseguró.

Taub también se refirió al antisemitismo en Gran Bretaña y dijo que hay ciertos incidentes que son “preocupantes”. Esta semana la policía británica arrestó a una pareja en Manchester que estaba preparando una serie de ataques contra judíos e israelíes. “Necesitamos estar atentos y trabajar con las autoridades británicas para asegurarnos de que estas amenazas sean eliminadas”, dijo.

También enfatizó el apoyo que Inglaterra tiene en Israel y aseguró que existe una muy buena cooperación en los campos de seguridad, ciencias, medicina, cultura y otros. “Esto es lo que debemos intentar incentivar”, dijo.



JC

domingo, 5 de agosto de 2012

Carlos Mugica -

Entrevista a Carlos Mugica


Fuente: Revista 7 Días, Junio de 1972.

Un cura se confiesa
Fue muchas veces señalado como un sacerdote subversivo. Sin embargo, Carlos Mugica (el polémico capellán porteño) cree respetar los mandatos de Cristo y descerraja sus iras contra "las jerarquías clericales comprometidas con el dinero, el privilegio y el desorden establecido en todo el país".


Es una ráfaga implacable, un martilleo de palabras, la lúcida coherencia que se transmite eléctricamente al gesto en esa permanente y reconcentrada actitud del que amenaza con violentar todos los esquemas -un dogma, una religión, una filosofía- pero repentinamente cede y adopta posiciones expectantes. Rubio, de ojos azules, pulóver de cuello alto y pantalones negros, no parece un sacerdote; sólo los libros que trepan por las paredes de su departamento de un ambiente, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, denuncian la presencia de un miembro de la Iglesia Católica.

Es que Carlos Mugica (39, profesor de teología en las facultades de Economía, Ciencias Políticas y Derecho de la Universidad del Salvador y capellán de la parroquia San Francisco Solano, en Villa Luro), a diferencia de la nueva corriente de sacerdotes católicos, prefiere ignorar ese halo paternalista, el status privilegiado que la sociedad se empecina en otorgarle, para dar de sí -espontáneamente, sin premeditación- la imagen de lo que cree ser: simplemente un hombre común, con toda la riqueza y las limitaciones de los seres humanos; a lo sumo, siente quizá con más profundidad que sus "hermanos" -palabra habitual en su vocabulario- una problemática responsabilidad, ser también mensajero de sus conflictos.

Pero esa humildad -que se refleja inflexivamente en su manera de vivir- no le posibilitó soslayar una creciente popularidad alrededor de su figura. Lo publicaron así sus declaraciones por radio y televisión ("El socialismo -espetó en una de las emisiones del programa Tiempo Nuevo, dirigido por Bernardo Neustadt, en Canal 11- es el régimen que menos contraría la moral cristiana"); lo sacaron del anonimato pronunciamientos tales como el que barbotó cuando Arturo Illia fue elegido presidente de la Nación: "Hoy es un día triste para el país -dijo Mugica el 12 de octubre de 1963-, una parte importante del pueblo argentino ha sido marginado de los comicios y será dirigido por un hombre a quien sólo votó el 18 por ciento de los electores".

El fogoso sacerdote reconoce que fue arduo el camino recorrido para que pudiera recalar, finalmente, en esas posiciones, "no extremas -defiende- sino coherentes con la actual actitud de un grupo relevante de obispos de la Iglesia Católica".

Sin embargo, cuando usted eligió ser sacerdote no enarbolaba las mismas banderas.
En efecto. Ingresé al seminario hace 18 años, en 1951, y vivía en esa época, el catolicismo individualista, fiel al slogan "salva tu alma".

¿Qué significaba para usted ser sacerdote?
Salvar mi alma, es decir: ir al Cielo, buscar la felicidad, esa que está en Dios. Evidentemente era bastante egoísta mi actitud, aunque también entonces cambió radicalmente mi vida, porque fue cuando descubrí la alegría de vivir en Dios.

¿Quién es, qué es Dios?
Definitivamente, Dios no es una idea sino alguien. Dios es una persona que se entregó totalmente a mí y se dejó matar por mí. Para mí Cristo es mi Señor, mi amigo, mi maestro, mi modelo de vida. Su entrega tiene un valor especialísimo: Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se pone al servicio del hombre y por eso todo hombre que da su vida por los otros sea un ateo, un marxista, o lo que fuere, ése, verdaderamente se une a Cristo.

¿Quién consolidó en usted el cambio de actitud que se atribuye?
Un sacerdote francés, el abate Pierre, de quien todavía recuerdo una frase decisiva: "Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor conseguirle un techo".

Es decir que conseguirle techo a una persona ya es hablarle de Dios. No nos olvidemos que Cristo curaba a los enfermos, les daba de comer a los que tenían hambre y de beber a los que tenían sed. Y no lo hacía para que después escucharan el sermón sino porque esa es su manera de amar: agarrando al hombre por entero. Antes de ingresar en el seminario yo tenía una visión maniquea de la existencia. El alma era buena y el cuerpo malo. Eso viene de Platón, y se metió en la Iglesia con San Agustín; aún perdura esa concepción, sobre todo en lo relativo al sexo. Pero estamos viviendo un amplio proceso de liberación para desterrar esa actitud individualista del seno de la Iglesia. Antes, como muchos de mis compañeros que luego también evolucionaron, yo estaba preocupado por la salvación de mi alma. Luego empecé a preguntarme ¿por qué salvar mi alma y no mi cuerpo cuando esa división no es, precisamente, una actitud cristiana? En la Biblia no se habla nunca de alma y cuerpo; la Biblia es un libro muy carnal, muy concreto, en el cual se define al hombre como polvo que respira.

¿Qué sucede entonces cuando muere un hombre? Es decir, ¿no es su alma, según las concepciones cristianas, la que asciende al Reino de los Cielos?
Insisto en la falsedad de esa concepción dual. Ningún teólogo podrá decir nunca que, después de muerto el hombre, el alma queda flotando en algún lugar. Es una visión tonta, materialista, de la resurrección. No sabemos mucho al respecto. Toda imagen que podamos tener después de la muerte de un hombre es muy pobre. Sabemos, sí, que vivirá en Dios. Y suponemos que eso significa que va a estar presente como persona en todos los seres.

Muchos cristianos siguen aferrados a esa concepción maniquea (alma: buena; cuerpo: malo). Y aún más: persisten en adoptar la posición que usted calificó de individualista. ¿A qué se debe?
A una visión distorsionada de la realidad. El cristianismo es esencialmente comunitario. No decimos "padre mío" sino "padre nuestro". Para entender claramente esto basta con acercarse al pueblo. Estar en contacto directo con él. Cuando yo estaba en el seminario iba a un conventillo de la calle Catamarca. Allí viví algo muy especial, trascendente en mi evolución; precisamente en el contacto con los hermanos míos del conventillo descubrí lo que ahora llamaría el subconsciente de Buenos Aires. El día que cayó Perón fui, como siempre al conventillo y encontré escrita en la puerta esta frase: "Sin Perón no hay patria ni Dios. Abajo los curas". Mientras tanto, en el barrio Norte se habían lanzado a tocar todas las campanas y yo mismo estaba contento con la caída de Perón. Eso revela la alienación en que vivía, propia de mi condición social, de la visión distorsionada de la realidad que yo tenía entonces, y también la Iglesia en la que militaba, aunque ya por esa época muchos sacerdotes vivían en contacto directo con su pueblo.

¿Qué papel supone usted que jugó la Iglesia en ese momento?
Pienso que entonces algunos sectores de la Iglesia estaban identificados con la oligarquía. No digo que la Iglesia volteó a Perón sino que contribuyó a voltearlo. Pero pienso que también había deterioro en las filas peronistas. Creo que el peronismo perdió fuerza revolucionaria desde la muerte de Evita.

¿Cuál cree que debe ser su verdadero compromiso con los argentinos, con su pueblo?
Pienso, siguiendo las directivas del Episcopado, que debo actuar desde el pueblo y con el pueblo: vivir el compromiso a fondo, conocer las tristezas, las inquietudes, las alegrías de mi gente a fondo, sentirlas en carne propia. Todos los días voy a una villa miseria de Retiro, que se llama Comunicaciones. Allí aprendo y allí enseño el mensaje de Cristo.

¿Qué mensaje?
Los signos concretos del mensaje de Cristo se pueden detectar cuando Él dice: "En esto se conocerá que ustedes son mis amigos, en el amor que se tengan unos a otros". Y el índice de mi adhesión al mensaje de Jesucristo es mi amor real, concreto, palpable, por mis hermanos.

¿Cómo se manifiesta, cómo se materializa ese amor?
Es muy significativo que el capítulo 25 del Evangelio de San Mateo (versículos del 30 al 46) Cristo hable del Juicio Final en estos términos: "Cuando el hijo del hombre vuelva con sus ángeles a juzgar a los hombres los reunirá a todos en su presencia y va a separar a unos de otros como el pastor separa a las ovejas de los cabritos. Entonces va a decir a los de su derecha: vengan conmigo benditos de mi padre". Ahí se puede pensar, bueno, vengan conmigo benditos de mi padre porque fueron a pie a Luján, o porque tuvieron mucha devoción a San Cayetano, o porque hicieron y cumplieron muchas promesas, o porque dieron limosna a la Iglesia. Pero Cristo no va a decir eso. Va a decir: "Vengan conmigo, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, porque tuve sed y me dieron de beber, porque estuve en la cárcel y me vinieron a ver, porque estuve enfermo y me curaron, porque anduve desnudo y me vistieron".
Es decir que en el Día del Juicio Final vamos a encontrar a la derecha de Dios a mucha gente que jamás pisó una iglesia y que sin embargo estuvo toda su vida amando a Jesucristo, porque estuvo amando de una manera eficaz a su prójimo, a sus hermanos. Y, lo contrario, Cristo va a decir a los de su izquierda estas palabras terribles: "Apártense de mí, malditos, al fuego eterno". ¿Por qué? Bueno, ahí podríamos pensar que porque no hicieron la comunión pascual, que porque no dieron limosnas. Y sin embargo, no. Cristo va a decirles: "Yo tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, estuve en la cárcel y no me vinieron a ver..." Y lo notable va a ser que algunos preguntarán: 'Pero Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y no te dimos de comer?' Y Cristo responderá: "Cada vez que no lo hicieron con uno de éstos". Y es en ese terreno donde se manifiesta mi amor, mi compromiso y el de todo hombre.

¿Quiénes cree usted que no se comprometen a ese nivel?

Aquellos que ven a un tipo sufrir en la villa miseria y dicen: "pobre". Aquellos que se compadecen pero pasan de largo y siguen viviendo como burgueses. San Agustín fue muy claro al respecto: "Hay muchos que parece que están adentro de la Iglesia y sin embargo están afuera". Es decir: son muchos los que fueron bautizados o tomaron la comunión pero no tienen amor concreto por su prójimo. Son cristianos muertos, no son cristianos. Por eso hay mucha gente que va a comulgar a misa, cree que comulga pero solamente traga la hostia. Cree que recibe la comunión y no se da cuenta de lo que eso quiere decir. Exactamente: común unión. Y si yo voy a recibir la comunión y soy racista, o sectario, o un explotador que oprime a su hermano, me dice San Pablo: "Ingiero el cuerpo del Señor indignamente; me trago y me bebo mi propia condenación". Porque vivir en el egoísmo, eso es el pecado. Aquel que se la pasa contemplándose el ombligo es un pobre hombre que ya tiene el infierno en vida, que vive en el pecado.

¿Qué entiende por pecado?

Pecar es negarse a amar. No hay pecado sexual: hay pecado contra el amor.
Uno peca sexualmente cuando utiliza a una persona como cosa, como objeto. Por eso aquéllos que pretenden decir: "Ah, bueno, pero yo tuve relaciones con una prostituta, para descargarme...", esos pecan doblemente. Están contribuyendo con su actitud a mantener un estado de esclavitud, aunque sea aceptado por la persona a la que esclavizan.

Entonces son muchos los cristianos que viven en el pecado, que no aman.
Son todos aquellos que tienen una imagen desfigurada de Dios. Dios es para ellos el gran súper-yo-castrador y viven con Él una relación mítica, supersticiosa, mágica. Para ellos es un Dios que justifica la inmovilidad, un Dios que permite preguntas tales como "¿Y? ¿Qué vamos a hacerle si existen pobres y ricos?". Ése es el Dios que ataca Marx, ése es el Dios que hace creer a algunos que la religión es el opio de los pueblos. La verdadera fe cristiana, la auténtica fe en Cristo hace trizas esa creencia. Tener fe es amar al prójimo, y eso me moviliza a fondo, tanto como para dar la vida por mis hermanos, tanto como para brindarme íntegramente por ellos.

¿Inclusive hasta el punto de engendrar la violencia masivamente?

Ese es un problema demasiado complejo. Toda violencia es consecuencia del pecado del hombre, de su egoísmo. Ahora lo que sucede es esto: en concreto encontramos en América Latina -incluso en nuestro país- una situación de violencia institucionalizada. Es la violencia del hambre. Como dice Helder Cámara "El general hambre mata cada día más hombres que cualquier guerra". Es decir que existe la violencia del sistema, el desorden establecido.

Frente a este desorden establecido yo, cristiano, tomo conciencia de que algo hay que hacer y me encuentro entre dos alternativas igualmente válidas: la de la no violencia en la línea de Luther King o la de la violencia en la línea del Che Guevara; hablando en cristiano la violencia en la línea de Camilo Torres. Y pienso que las dos opciones son legítimas. Es erróneo tratar de ideologizar el Evangelio. Decir, por ejemplo, como he oído: Cristo es un guerrillero. Él, personalmente, no fue violento, sólo en algunos casos concretos cuando echó, por ejemplo, a los mercaderes del templo a latigazos. Es decir, que Cristo fue solamente muy violento contra los ricos y los fariseos. Creo que la versión en cine menos alejada de lo que Él fue la da Pier Paolo Pasolini en su Evangelio según San Mateo.

¿Pero cuál es, cuál debe ser la actitud del cristiano ante lo que usted llama el desorden establecido, la violencia organizada del sistema?

Del Evangelio no podemos sacar en conclusión que hoy, ante el desorden establecido, el cristiano deba usar la fuerza. Pero tampoco podemos sacar en conclusión que no deba usarla. Cualquiera de las dos posiciones significaría ideologizar el Evangelio, que más que una ideología es un mensaje de vida. Pasará Marx, pasará el Che Guevara, pasará Mao, y Cristo quedará. Por eso pienso que es tan compatible con el Evangelio la posición de un Luther King como la ideología de un Camilo Torres.

¿En cuál de esas tendencias se enrolaría usted?

Se me ocurre que actualmente en la de la no violencia. Como dijo Monseñor Devoto: "Yo no soy violento, pero no sé qué va a ser de mí si las cosas siguen así". Pero ojo: pienso que hay muchos que exaltan la no violencia ignorando lo que es. Porque Luther King, uno de sus principales teorizadores, fue asesinado. Es decir: la no violencia no es quedarse en el molde sino denunciar, poner bien de manifiesto la existencia de la violencia institucionalizada. Y para eso también hay que poner el cuero. Pero que esté claro: si yo ante el desorden establecido enfrento lo que llamo la contraviolencia y logro reducir la violencia total, es legítimo que la use. Pero si sólo exacerbo aún más la violencia del sistema contra el pueblo, no puedo menos que pensar que es contraproducente que la utilice.

Un cristiano, ¿tiene derecho a matar?

No lo sé. Lo que sí está claro es que tiene la obligación de morir por sus hermanos. Pienso que tenemos mucho miedo a la violencia por una actitud individualista. De repente nos escandalizamos porque alguien puso una bomba en la casa de un oligarca, pero no nos escandalizamos de que todos los días en las villas miserias o en el interior del país mueran niños famélicos porque sus padres ganan sueldos de archimiseria. La idea fundamental me parece que es ésta: el cristiano tiene que dar la vida por sus hermanos de una manera eficaz. Cada uno verá de acuerdo con su ideología, de acuerdo con la valoración particular que haga de la realidad, con la información que tenga, lo que tiene que hacer.

¿Cuál debe ser la función de un sacerdote en países desarrollados como Francia, Inglaterra o Italia?

Sin duda la misma que en la Argentina, en Bolivia o en Paraguay. También hay explotadores y explotador en Francia (el subproletariado argelino, el subproletariado español), hay miseria, hay villas de emergencia. Yo a esos países los llamo subdesarrollantes, porque son países que viven de los pobres.

¿Qué piensa que deben hacer los sacerdotes en sociedades socialistas?

Cumplir con su función habitual: enseñar y amar. Yo no conozco China, pero tengo entendido que allí hay algo positivo: creo que ahora hay 700 millones de chinos que tienen pantalones y antes no sabían que era usarlos. Lo que me preocupa de China es que puede haber algo así como una especie de imperialismo cultural. Es decir, no me gusta que los chinos pretendan exportar su modelo de revolución a todo el mundo. Contra eso tendrían que combatir los sacerdotes, contra el dogmatismo político. Con respecto a los llamados países socialistas de Europa, pienso que son naciones que se encaminan cada día más rápidamente hacia el capitalismo, precisamente porque se metieron con corsé en el socialismo. De todas maneras no me cabe la menor duda de que los pueblos son los verdaderos artífices de su destino y, aunque yo personalmente crea que el sistema menos alejado de la moral y del Evangelio es el socialismo, se me ocurre que en la Argentina tenemos que hacer nuestra revolución, nuestro socialismo, que no necesariamente debe adaptarse a modelos preestablecidos. Además, estoy seguro de que ese proceso pasa, aquí, por el peronismo.

¿Cuál debe ser para usted la ingerencia de la Iglesia en cuestiones económicas y políticas?

¿Cómo justificar el poder económico, las relaciones de la Iglesia con el dinero?

No se trata de justificar sino de analizar. El gran escándalo del Concilio Vaticano II fue que se tuviera que hablar allí de la Iglesia de los Pobres, cuando lo natural es que si la Iglesia viviera de acuerdo con la orientación clarísima que le dio Jesucristo, de acuerdo a como fue la Iglesia los primeros siglos, cuando todos poseían sus bienes en común repartidos según las necesidades de los fieles, no debería haberse mencionado el asunto. El cristianismo empieza a degradarse cuando se desarrolla el espíritu de propiedad, y al reconocerlo Constantino (año 313) como religión oficial del Imperio, otorgándole a la Iglesia poder político.

Lo natural, insisto, en el Concilio Vaticano, hubiera sido que se levantara un obispo y dijera: "Un momento. ¿Por qué la Iglesia de los Pobres? La Iglesia también es de los ricos". ¿Por qué? Porque la Iglesia también tiene que evangelizar a los ricos, entendiendo por evangelizar a los ricos, ayudarlos a dejar de serlo. Lo cual no significa que tire todo por la ventana sino que ponga todos sus bienes al servicio de la comunidad. Es evidente que es un problema, porque si viene un empresario católico y me dice: "Yo que me convertí, padre, yo quiero realmente vivir el Evangelio", no me queda otro remedio que contestarle que cambie radicalmente el enfoque de su empresa, dándole participación efectiva en las ganancias a todos sus trabajadores. Claro, así la empresa se va a fundir en 15 días porque la competencia la mata. Entonces la otra respuesta para un empresario que quiera vivir realmente el Evangelio está en que se plantee seriamente el problema de la revolución.

Eso es lo mismo que dejar de ser empresario.
No necesariamente. Si Alberto José Armando viene a mí y me dice "yo quiero cambiar" le contesto que bueno, que le saque todo el jugo a los capitalistas que lo rodean y que con su fabulosas inventiva le cree al pueblo situaciones en las que pueda ser realmente protagonista de su destino.

A usted se lo acusa de pregonar una filosofía de vida casi rayana en el ascetismo, que no coincide con su manera de vivir, más acorde -se dice- con hombres de su misma extracción social.
Usted ve donde vivo: es un cuarto en una terraza de una casa de departamentos bacana, pero un cuarto al fin. Además es cierto: yo soy de origen oligarca, y eso tiene sus limitaciones. El hecho de que a mí nunca me haya faltado nada tal vez haya relativizado mi visión de las cosas. Pero también es cierto que a la oligarquía la conozco de adentro y sé, efectiva, concretamente, cuales son sus corrupciones. De todas maneras a mí no me falta absolutamente nada, pero trato de que me sobren cosas.

¿Cuáles son sus carencias afectivas? ¿No se siente frustrado como hombre?

No me siento frustrado en absoluto. Pienso que desde el momento en que contraje el compromiso de ser célibe ante Cristo y ante la comunidad me debo a él. Por supuesto el celibato presume una lucha cotidiana. No solamente la lucha en cuanto se refiere al impulso sexual sino en cuanto a la soledad. El problema profundo no es el de la ausencia de contacto carnal, sino la soledad, así, simplemente. Esa es una tensión que vivo permanentemente y por la cual tengo que estar muy sobre mí mismo porque fácilmente se puede desvirtuar mi afectividad.

¿Ese es uno de los principales conflictos que originó el éxodo de sacerdotes de la Iglesia?

Pienso que no, que las raíces de la crisis sacerdotal está en otro lado. Pienso que el sacerdote se siente inútil en muchos lugares; es decir: ha perdido el sentido de su vida. Para mí el sufrimiento más grande que puede tener un ser humano es sentirse demás y eso es lo que le pasa a muchos curas.

Baltasar Garzón

ENTREVISTA
“Soy el último exiliado del franquismo”
El exmagistrado de la Audiencia Nacional liderará el equipo jurídico de Assange
Desde su inhabilitación, Garzón ha creado un bufete y una fundación pro derechos humanos
NATALIA JUNQUERA 5 AGO 2012 - 00:00 CET1178
Archivado en: Baltasar Garzón Julian Assange

El exjuez Baltasar Garzón, en Madrid el pasado miércoles / CRISTOBAL MANUEL
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Cuenta Baltasar Garzón entre risas que, al verle caminar solo, sin escoltas, hay gente que le para por la calle y se ofrece a escoltarle hasta el sitio donde vaya. Lo dice mientras entra en el parque del Retiro sin esas sombras que le han acompañado y protegido durante años de una larguísima lista de enemigos —la más larga que ningún juez podría escribir en España— y cuya retirada abrupta provocó un duro enfrentamiento con el secretario de Estado de Seguridad, Ignacio Ulloa. “La escolta no es un servicio de mayordomía que presta el Estado”; el riesgo de Garzón no viene “de los terroristas, sino de la ciudadanía”, dijo el número dos de Interior. Él dice que no tiene miedo. Sigue recibiendo amenazas de muerte, pero ya no en España, sino en los sitios donde ahora trabaja: Colombia, México..., donde sí tiene protección.

Hace algo más de dos años y dos meses que bajó las escaleras de la Audiencia Nacional por última vez, suspendido cautelarmente por el Consejo General del Poder Judicial después de que el juez Luciano Varela, instructor de la causa contra él por la investigación de los crímenes del franquismo, dictara siete resoluciones en un día para forzar su suspensión. Y han pasado casi seis meses desde que fue condenado a 11 años de inhabilitación por las escuchas de Gürtel, poniendo fin a una carrera judicial de 31 años, 22 de ellos en la Audiencia Nacional, desde donde desarticuló el entramado de ETA, desmanteló multitud de redes de narcotráfico y blanqueo, y ordenó la detención del general Pinochet. “Yo soy juez, no ex. Todavía tengo mi título”, se resiste. Está decidido a luchar “hasta el último aliento” en todas las instancias judiciales por que un tribunal diga que esa sentencia “nunca debió dictarse”.

Del vacío que esa condena ha dejado en Garzón habla la delirante lista de trabajos y compromisos que ha adquirido para rellenarlo: además de asesorar a la justicia colombiana y a la mexicana en la lucha contra el crimen organizado y la corrupción, supervisa la reforma de la función judicial en Ecuador, asesora a la cámara de diputados argentina en asuntos de derechos humanos, colabora con la Unesco y con la Universidad de Seattle, ha creado una fundación para promover la jurisdicción universal y acaba de asumir la defensa del enemigo público número uno de EE UU, el fundador de Wikileaks, Julian Assange.

Fue el australiano quien hizo la primera llamada, y el pasado 19 de julio se vieron en Londres, en la Embajada de Ecuador, donde Assange ha solicitado asilo. Garzón aceptó coordinar su estrategia de defensa. Le han echado de la judicatura, pero con Assange regresa de alguna manera al lugar donde más le gusta estar: en mitad del incendio, a punto de abrasarse o de salvar a alguien. Esta es la primera entrevista que concede desde que fue condenado.

Pregunta. ¿Por qué aceptó coordinar su defensa? ¿Qué impresión le causó Assange?

Respuesta. Es bastante diferente de las fotos que yo había visto. Me pareció una persona muy firme en sus convicciones, en su defensa de la libertad de prensa, de información, de expresión. Le vi muy tranquilo, pese a su situación de riesgo para su integridad física y psíquica. Vi que no tiene ningún temor a que se le juzgue, pero quiere que se haga con garantías. Se le está investigando y persiguiendo por algo diferente de lo que se dice. Yo he asumido su defensa pro bono, sin honorarios de por medio, porque creo en su inocencia y en su causa. Para mí es evidente que la petición desde Suecia [le reclaman para interrogarle por acusaciones de abusos sexuales y violación] es la excusa para juzgarle en EE UU por revelar informaciones que afectan a las instituciones norteamericanas en un proceso similar a los que se están produciendo desgraciadamente en el área de terrorismo. La fiabilidad de ese juicio es nula. Assange no tendría un juicio justo en EE UU porque no sería un juicio por hechos delictivos reales, sino una pura represalia política por las informaciones que dio. Si no le conceden el asilo, pediremos en los tribunales internacionales que se garanticen sus derechos.

“La petición de Suecia es la excusa para llevarle a EE UU. Assange no tendría un juicio justo allí. Sería una represalia política”, explica Garzón
P. ¿Participará también en la defensa de Manning, el soldado al que el Pentágono acusa de alta traición por filtrar cables de Wikileaks?

R. No conozco a Manning. No se puede hablar con él porque está en una especie de secuestro legal, en una situación realmente dramática, incomunicado y sometido a un maltrato físico y psíquico evidente. Sé que sus abogados van a presentar una demanda por torturas.

P. ¿Assange puso a gente en peligro al publicar miles de cables diplomáticos sin ocultar fuentes?

R. Hubo una contención en esas publicaciones y uno de los problemas que Assange tiene ahora es precisamente que no se publicó toda la información que tiene. Tememos por su seguridad porque se intuye que los que no tienen esa información pueden intentar que no se conozca nunca. Lo que hemos conocido por Wikileaks no se refería a grandes hechos que hubieran cambiado la humanidad, sino más bien a hechos zarrapastrosos, de suciedad y política de bajo nivel. A mí me sonrojan muchas de las informaciones que conocimos y que desmontan ese tópico de la grandeza de determinados servicios de inteligencia y diplomáticos. Creo que Wikileaks debería contribuir a una reformulación con profundidad de esos servicios y el sentido de los mismos en una época en la que la guerra fría ya está lejos.

P. Pero en la última tanda de cables publicados se revelaba la identidad de activistas de derechos humanos. ¿No los puso en peligro?

R. No he hablado con él de esas publicaciones en concreto. Se lo preguntaré. Habría que analizar cuál ha sido el riesgo y si se ha producido alguna incidencia.

“Yo sabía que esto podía ocurrir. Estaban obsesionados conmigo. Querían mi muerte civil por celos, por envidias”
P. ¿Fue una sorpresa descubrir en esos cables los intentos de EE UU para frenar en la Audiencia Nacional las causas de Guantánamo, José Couso y los vuelos de la CIA con la colaboración de políticos y fiscales españoles?

R. Fue una tristeza descubrir que hay personas que se puedan dedicar a eso en vez de trabajar seriamente por la justicia. Quien lo haya hecho, algún día tendrá que explicar por qué. Me causó indignación ver que un país amigo y democrático realizara ese tipo de interferencias, propias de otras épocas históricas.

Dice que ya es “agua pasada”, pero aún se indigna al hablar de las tres causas que el Supremo abrió contra él simultáneamente y de la condena que finalmente le apartó de la judicatura. “Nunca se tendría que haber producido. No pueden condenar a un juez por interpretar la ley de una forma que no les guste, y con una sentencia que trasluce animadversión contra mí con expresiones claramente fuera de lugar”. Le dolió especialmente la de prácticas propias de “regímenes totalitarios”. “En mi juventud, lo único que hice fue pelear contra la dictadura. Soy juez desde los tuétanos y comencé mi ejercicio profesional después de la Constitución, al contrario de algunos de los que estaban en ese tribunal —el Supremo—. No he bebido de otras fuentes más que de la lucha contra los totalitarismos, por activa y por pasiva, despierto y en sueños. No sé si ellos pueden decir lo mismo.

P. En el recurso que ha presentado en el Constitucional dice que su condena estaba “escrita de antemano”. ¿En qué momento cree que se decidió su suerte? ¿De dónde cree que viene esa animadversión?

R. Creo que mi condena se decidió desde el principio, cuando se admitieron a trámite las querellas en el caso de la memoria histórica de unos actores populares [Falange y Manos Limpias] que, cuando menos, dejan bastante que desear. ¿Y qué sentido tenía abrir un procedimiento como el de Nueva York [por el patrocinio de unos cursos] cuando ellos mismos [la sala penal del Supremo y el Poder Judicial] lo habían cerrado? ¿Por qué se mantuvo el procedimiento abierto si estaba prescrito? ¿O es que vino la iluminación del arcángel san Gabriel para el señor Marchena [Manuel, instructor de la causa] y se dio cuenta dos años y pico después de que estaba prescrito? ¡Es muy fuerte! A cualquier jurista debería darle vergüenza ver esto. Abrió una investigación general contra mí, la extendió a mi familia, a todo mi patrimonio. Extendió dudas incluso a la hora de archivar [el caso], y lo hizo en medio de otra deliberación de la que él formaba parte [por la causa de las escuchas de Gürtel]. ¡Pero estamos locos! Yo no he visto una cosa igual ni aquí ni en la peor de las dictaduras que haya conocido. En el caso de la memoria histórica y de Gürtel se demostró en el juicio que mi caso no era el único, sino el de varios jueces más. Si al final hubiesen procedido contra todos los que participaron, podría tener algún sentido, pero no fue así. El ministerio fiscal dio su conformidad a esas medidas [las escuchas] y otro magistrado las confirmó. Hasta utilizaron como indicio en mi contra un borrador del anteproyecto que presentamos para demostrar que las escuchas en estos casos no estaban reguladas y que se tenía intención de hacerlo, con lo cual era evidente que no estaban tipificadas. Crearon el delito, lo inventaron para condenarme por lo de Gürtel. Claro que mi sentencia estaba escrita de antemano. Cualquier ciudadano que haya seguido el juicio lo sabe. Y hay un doble rasero que se vio desde el momento de admisión de las querellas cuando dijeron que no era inverosímil que yo hubiera cometido un delito. Aplicando la misma teoría, al presidente del Supremo, Carlos Dívar, tendrían que haberle abierto un procedimiento, pero en 15 minutos decidieron que no hacía falta. A mí me abrieron tres. La justicia no es igual para todos.

P. ¿Cree que deberían haber investigado a Dívar?

R. Yo respeto al magistrado Dívar. Pero si no era inversosímil que yo hubiese cometido un delito en los casos de la memoria histórica, Gürtel o Nueva York, tampoco debería serlo en el caso de la denuncia que un propio vocal del Consejo General del Poder Judicial [José Manuel Gómez Benítez] puso contra él por utilizar presuntamente fondos públicos para fines particulares. Eso tiene un nombre en la ley española. Pero, vamos, que no solo es el caso de Dívar. Deberían investigarle a él y a otros altos responsables judiciales que podrían estar en una situación similar, según varias denuncias. Ya que se han invertido recursos del Estado en investigar a un juez por triple vía, a ver si caía de alguna forma hasta que cayó, sería muy bueno empezar una purificación por ahí. Para la sociedad española hubiera sido una lección impresionante conocer en qué gastan el dinero no ya el presidente, sino los consejeros del Poder Judicial cuando salen de viaje; como sería genial que el Consejo investigara si los honorarios que se perciben por cursos financiados por entidades bancarias o por preparar a otros jueces y fiscales se declaran o no a Hacienda... Hay un tabú permanente y me parecería genial que se investigase todo eso, pero claro, la doble moral... Parece que las puertas del infierno se abrieron para acabar con Garzón, y cuando se acabó con Garzón se volvieron a cerrar.

“La justicia no es igual para todos. A mí me abren tres procesos y a Dívar deciden en 15 minutos que no hay que investigarle”
P. ¿Se siente una víctima?

R. Objetivamente, soy víctima de una injusticia, pero subjetivamente no me siento así, porque yo sabía el terreno en el que jugaba. Sabía que esto podía ocurrir. Estaban obsesionados conmigo. Querían mi muerte civil. Pensaron: “Se acabó Garzón. Este es el momento”. Querían acabar con un determinado modelo de juez, que era yo, que no les gustaba, por envidias, por celos, por muchas cosas de esas que nos acompañan tanto a los españoles. Yo he procurado siempre, dentro y fuera de España, defender a la justicia española y a los que la administran. Nunca he ido, al contrario que otros muchos, a denostarla, y por eso me dolía y aún me duele tener que explicar esto. Fuera de España nadie lo entiende. A estas alturas no creo que ni ellos mismos entiendan cuál fue la razón. Yo sí. Sé que no fue una razón jurídica. Me da pena, siento vergüenza como ciudadano español, como juez, de que esto haya sucedido. A ningún juez le deseo que le ocurra lo mismo, y mucho menos por motivos tan oscuros.

P. Además de esa animadversión de sus colegas de la que habla, ¿cree que pudieron influir otro tipo de enemigos?

R. Imagino que no ha sido solo eso. Eran temas que afectaban a puntos neurálgicos. El del franquismo hizo mucho daño porque todavía no se ha superado y hay un sector de la población y sobre todo de la política que no quiere que se toquen esos temas, y lo que menos le importan son las víctimas. Ese fue el detonante. Gürtel era el caso de corrupción de más amplitud y mayor incidencia en el mundo político y, además, afectaba a un partido que ahora está gobernando. La incidencia que eso pudo tener la viví porque hubo personas como Federico Trillo que, por encargo del PP, coordinaron ataques contra mí a todos los niveles y con clara incidencia en determinados sectores judiciales. A mí me han jodido, eso está claro. Me han quitado mi profesión, me han sacado fuera, pero voy a seguir peleando mientras me quede una gota de aliento porque creo que se lo debo a la función judicial.

P. ¿Confía en la justicia española?

R. Sé que hay buenos y grandes jueces y fiscales, pero sé que también hay malos jueces y fiscales que anteponen su ideología y su propio interés al de la justicia y nadie les juzga o les controla. Son intocables. Hay que modificar el sistema para definir claramente cómo juzgar a los que están, por ejemplo, en el Supremo. No pueden juzgarse a sí mismos. Tampoco es bueno el sistema de elección del Consejo. El CGPJ es el órgano de gobierno de los jueces, el poder judicial reside en el pueblo, y tendría que ser el pueblo el que eligiera a sus miembros. Solo así podríamos decir que el CGPJ está realmente legitimado.

P. Ha recurrido su inhabilitación al Constitucional, y la asociación de juristas Medel ha presentado una petición de indulto en su nombre. ¿En qué opción confía más?

R. El indulto yo no lo he pedido. Medel lo hizo en mi nombre y me enorgullece y reconforta que jueces de toda Europa y de Latinoamérica que se han adherido a esa petición te reivindiquen. Pero a mí lo que me interesa, aparte de agradecer ese gesto, es que el sistema judicial establezca que sufrí un proceso sin garantías; que se violaron mis derechos fundamentales y que esa condena nunca debió producirse. Siempre he confiado en el Constitucional, y si no se reconocen mis argumentos seguiré confiando en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo y acudiré hasta el final, no solo para defenderme a mí, sino para defender la independencia del poder judicial, que ha sido agredida desde dentro. Creo que, al final, en alguna instancia se establecerá que no hubo garantías y que los casos contra mí eran artificiales.

P. ¿Cree que está demasiado desacreditada la justicia española?

R. Habría que preguntar a los ciudadanos. Desde luego, no es de las instituciones mejor valoradas. ¿Han podido influir los casos contra mí? Sin lugar a dudas. Y fuera hay un desprestigio por el mazazo de la ley de jurisdicción universal de noviembre de 2009 y la aplicación restrictiva que han hecho los tribunales y el propio Supremo. España había conseguido una posición preeminente en la defensa de los derechos humanos desde los casos de Argentina, Pinochet, Guatemala..., ahora se ve la regresión en la defensa de los derechos humanos. Tampoco ayuda que se ignoren los requerimientos del Comité de Prevención de la Tortura, que todavía haya reticencias a corregir determinadas prácticas como el tratamiento de las incomunicaciones. La lucha limpia es la única vía posible contra el terrorismo. En muchas cosas hemos ido para atrás y eso es muy preocupante.

P. Tras la condena ha abandonado España. ¿Se siente desterrado, exiliado?

R. Me siento el último exiliado de franquismo. Aunque la condena la pusieran finalmente por el tema de Gürtel porque era aparentemente la menos costosa para los que habían decidido que esto se acabara.

P. ¿Le gustaría que prosperara la causa contra el franquismo en Argentina?

R. Las víctimas del franquismo no han sido defendidas nunca y ahí incluyo a todo el espectro político y social de España. Están solas y yo no voy a consentir que sea así: desde el lugar en que esté voy a seguir peleando por que se les reconozca su derecho a la verdad, a la reparación y a la justicia, pese a las decisiones del Supremo. Cuando aquí iniciamos las investigaciones sobre Argentina lo hicimos porque creíamos que teníamos que hacerlo. Argentina ahora está haciendo lo mismo. Ojalá prospere esa investigación. Esa es la grandeza del principio de jurisdicción universal: que es un principio, como dice mi compañera la fiscal Dolores Delgado, de ida y vuelta.

P. ¿Se ha planteado volver a la política?

R. En este momento, no. Sí quiero participar en la vida política, sobre todo en estos momentos de crisis, pero eso no significa estar en la política parlamentaria, sino a través de mis artículos...

P. ¿Le han tentado?

R. No, nadie me ha tentado, pero sí he hablado con personas muy preocupadas por la situación de España sobre el cambio profundo que debe experimentar el sistema democrático. Tenemos el 15-M, una clara muestra del desapego de la política tradicional de los jóvenes y los no tan jóvenes por la falta de transparencia, la corrupción... Desde mi punto de vista hay determinados delitos económicos y financieros que podrían ser crímenes contra la humanidad porque nos afectan a todos. Me refiero, por ejemplo, a esas agencias de calificación que son capaces de arruinar a decenas de miles de personas; a las entidades reguladoras que no regularon nada, a los que han dejado a señores de 80 años sin ahorros con las preferentes. La justicia debe emplearse a fondo en esos casos para exigir responsabilidades hasta las últimas consecuencias.

P. “En este momento, no”. ¿Quiere decir que en un futuro sí se plantea volver a la política?

R. Lo voy a pensar.