domingo, 27 de marzo de 2011

Richard Gere

miércoles 25 de noviembre de 2009
En las nubes con Richard Gere
Es un actor consolidado y un símbolo sexual a prueba del tiempo, además del rostro internacional del budismo y un hombre de familia.

Miguel Cane

Richard Gere 75th Academy Awards

Alto, jovial, con el cabello totalmente blanco, Richard Gere, ganador del premio Globo de Oro, cuenta con más de 50 producciones cinematográficas en su carrera tan exitosa. El pasado mes de agosto cumplió 60 años y este otoño estrena su nuevo filme, Amelia, una cinta biográfuca dirigida por Mira Nair, basada en la apasionante vida de Amelia Earhart, la primera mujer piloto que cobró fama internacional, en la que comparte créditos con Hilary Swank e interpreta al célebre editor George P. Putnam, que fuera esposo de la legendaria Earhart, que desapareció sin dejar rastro en 1937.

Considerado uno de los hombres más atractivos del mundo, Gere aún no había cumplido los treinta años cuando Hollywood lo catapultó a la fama como el nuevo símbolo sexual en Looking for Mr. Goodbar (1977) como el amante de ocasión de una solitaria Diane Keaton y posteriormente al estrellato total como el personaje titular en American Gigolo (1980), donde era un prostituto de alta sociedad que encuentra el amor con la esposa de un senador (Lauren Hutton); a lo largo de estos años, ha acumulado un historial impresionante de trabajo – sobre todo, en una industria que él mismo admite en un principio no lo tomaba en serio- y ha aprovechado su prominencia para promover causas sociales como la independencia del Tibet (Gere es budista y abogado por esta causa desde hace veinte años), el medio ambiente y otras más, sin perder su atractivo de taquilla.

Richard Gere in Touchstone Pictures' Pretty Woman

¿Conocía la historia de Amelia Earhart antes de interpretar a su marido en este filme?
Sabía quién era Amelia, pero no conocía del todo los detalles de su vida. Me quedé muy sorprendido con su personalidad, Amelia era una mujer que sólo se sentía feliz cuando volaba. No era la típica heroína americana. Era una niña que no había terminado de crecer, eso formaba parte de su atractivo. Putnam era un hombre fuerte capaz de enfrentarse a ella, pero, al mismo tiempo, de brindarle seguridad. Cuando estaba con él se relajaba, se reía, era mucho más natural, George era capaz de quitarle las alas durante unas horas. Eso me pareció muy importante dentro de su relación.

En el filme se ve a su personaje como un hombre entregado por completo a Amelia.
Creo que en la película Mira (Nair, la directora) ha dramatizado la situación, para darle un aspecto más romántico, pero al final acabamos mostrando en pantalla cierto equilibrio entre lo que Amelia quería conseguir y lo que mi personaje era capaz de hacer por ella. A mi modo de ver, lo que hace funcionar la relación entre ambos es que George encuentra a Amelia fascinante por su pasión por volar.

¿A su modo de ver, qué hace a los ojos que una mujer sea irresistible?
Eso es como preguntarme qué es lo que hace que una película sea un éxito (ríe). Creo que la gente dbe sentirse cómoda en su propia piel. Es cierto que la belleza física llama la atención, pero si esa persona que te atrae no se siente atractiva, a los de diez minutos de hablar con ella empiezas a ver las fisuras, y al poco tiempo ese sentimiento que te sorprendió al principio desaparece por completo. La belleza física es un concepto muy superficial. Más aún en esta industria del cine y el entretenimiento. A George no le importaba el aspecto físico de Amelia, y en cierto sentido, eso lo aplico a mi vida; mi relación con mi mujer (la actriz Carey Lowell) no se basa en el aspecto, sino en lo espiritual. Así somos felices.

Carey Lowell and Richard Gere at the New York premiere of Miramax Films' Shall We Dance?

¿Siente que hay un extra en ser Richard Gere, celebridad internacional, opuesto a ser sólo Richard Gere, padre de familia?
Supongoque si, pero nunca pienso en ello. Mi visión es mucho más personal, interpersonal. No pienso en el poder de la fama. Le doy más importancia a la relación personal, uno a uno, son mucho más interesantes para mí. Me gusta la gente. Creo que todo mundo tiene una historia interesante que contar. Como en este caso,

¿Hay alguna película, alguna historia, que no ha contado y que le gustaría contar?
Ahora mismo estoy invirtiendo mi tiempo en películas independientes, algo que quiero hacer es producir y tengo cinco filmes que me gustaría sacar adelante, pero todos ellos son historias complicadas de algún modo y no encuentro financiación para hacerlas por culpa de la crisis económica. Nadie quiere invertir en el cine porque este es un negocio de alto riesgo, así que trabajamos con lo que podemos. Hacer cine ya no es una garantía de estabilidad financiera, todos trabajamos, algunos con más fortuna que otros, pero es un trabajo.

¿Disfruta con los beneficios de la celebridad?
La fama nunca ha sido algo que yo haya buscado. Jamás he estado interesado en ella. Al principio de mi carrera me deslumbró tener dinero, mujeres, pero eso quedó atrás igual que mi motocicleta, misma que eventualmente tuve que descartar.

Richard Gere Golden Globes

¿Tiene que cubrirse la cara o esconderse, cuando sale de su casa, para que no lo reconozcan?
No, no lo hago. Es terrible haber llegado a un punto en que hay quienes se sienten obligados a hacerlo. Yo no le veo el caso, a cada lugar del mundo que voy, por ejemplo aquí, en España, me reconocen. (Rie) Hace bastante tiempo que trabajo, he tenido suerte con algunas películas (se encoge de hombros) solo puedo estar agradecido con que se reconozca el trabajo que hago... así que aunque lo hiciera... No me creerías si te dijera la cantidad de veces que he tratado de pasar desapercibido y siempre hay alguien que se me acerca y me reconoce… ¡Y no te estoy engañando! (Carcajadas)… así que, lo acepto como parte de todo. Te digo, me gusta la gente y mientras haya un módico de respeto, yo no tengo problemas. Al final de cuentas, quien yo soy en realidad y quien ustedes ven en pantalla, son dos entidades muy distintas y no hay que confundirlas, aunque algunas veces sea inevitable… pero ¿cambiaría yo lo que hago por esa razón? Puedes poner ahí que no. Me gusta lo que hago y como lo hago y no lo cambio por nada.

viernes, 25 de marzo de 2011

Alessandro Baricco

Diálogo con Alessandro Baricco, por Jordi Corominas i Julián
Por Jordi Corominas i Julián | Destacados | 25.03.11

Sorprende, en una ciudad como Barcelona, pasear por el centro un viernes por la mañana y contemplar mil negocios cerrados. Las vallas son indicio de un problema con seis letras y millones de afectados. La realidad lo hace visible de muchas maneras, tantas que al final nos cabrearemos y saldremos a la calle porque somos conscientes de lo se cuece para nuestra desgracia. Los protagonistas de Emaús (Anagrama), última novela de Alessandro Baricco, son adolescentes que viven en compartimentos cerrados, ajenos al mundanal ruido. Han recibido una educación católica a la que están apegados hasta que una señal impulsa la transformación, alterando una lógica que no era tal. Siempre olemos la esencia, pero para atraparla debemos agudizar los sentidos y soltar amarras de los límites que coartan nuestro paso.

Alessandro Baricco (Foto: José A. Muñoz)

La trama de Emaús habla de una normalidad que puede superarse si existe la voluntad de ir más allá de la misma. Pese a que la novela se sitúe temporalmente a principios de los años sesenta creo que la situación de los protagonistas es similar a la de los jóvenes de hoy en día.

Sí, pero era otra época. De todos modos es un libro sobre la juventud, sus pasiones y contradicciones. Eso no cambia. Sin embargo, el paisaje de estos cuatro chicos es muy diferente al de Italia en nuestros días. Los chicos pueden parecerse a los de la actual generación, pero el país ha cambiado mucho.

Su cerrazón es distinta a la de los jóvenes de hoy, pero al mismo tiempo la similitud reside en que la educación recibida en ambos casos complica el momento de dar el salto cualitativo de maduración, de atreverse a generar una visión propia del mundo.

Creo que si un chico de 18 años lee mi libro seguramente imaginará una Italia que no conoce, pero podrá entender que las palabras hablan de su situación. Seguramente percibe rostros e historias que le pertenecen porque son actuales pese a la ubicación de la trama en un tiempo pretérito.

¿Cómo es que decidiste situar la trama en ese contexto tan concreto?

Sucede en Italia durante los años setenta en una ciudad del norte, que es donde crecí. Tenía dieciséis años y me eduqué en ese ambiente, pero nunca lo había narrado en un libro y me apetecía contar mi tierra y sus circunstancias de ese momento. Creo que un escritor debe hacerlo tarde o temprano.

Escribir una novela de formación cuando ya tienes la madurez para analizar de manera retrospectiva ese pasado.

La he escrito con cincuenta años. Lo que más amo del libro es que la voz narrativa es irrazonable, es la de un chico de dieciséis años, pero junto a la suya se unen otras más maduras, la vida entera. Hablan simultáneamente, y eso sólo sucede en los libros. Hay una estratificación, una mezcla que produce un efecto curioso porque puedes escuchar una voz concreta, pero todas están presentes. Lo encontré difícil técnicamente y disfruté mucho con el reto.

Y estas voces te transportan, juegan contigo y al final conforman un espejo social mediante la mirada de padres e hijos.

Sí, pero fíjate que a lo largo del libro se observa Italia desde el punto de vista de los protagonistas, un mundo donde no aparece la política, no hay una sola línea donde se hable de esa problemática.

Quizá se intuye en el aire, está presente sin estarlo.

Puede, pero si hablas de los setenta en Italia todos mencionan el tema político: Lucha armada, Brigate Rosse… la Historia de mi país durante ese período se identifica con la política.

Pero los cuatro protagonistas son de una ingenuidad primigenia.

Viven en un mundo donde los grandes temas existen pero no tienen ninguna importancia. Hasta la escuela carece de trascendencia pese a ser un lugar formativo para su edad.

Sí, pero cuando aparece tiene mucha importancia simbólica. El narrador acompaña a Luca hasta el colegio y éste decide no entrar, lo que es una renuncia a un tipo de mundo.

Para ellos la escuela es una obligación, el fuego de su existencia está en otra parte, sin intereses políticos y académicos. Son muy extraños, porque viven muy intensamente la vida desde parámetros muy alejados a los que predominaban por aquel entonces.

Si el libro fuera una película pensaría en un largometraje basado en interiores. Ellos no entienden lo que acaece en la calle, se ciñen a los valores aprendidos en casa y en la iglesia. No ven la calle, es la tentación prohibida.

Sólo la ven de noche en bicicleta, cuando salen del hospital o visitan a las putas. No hay luz en su existencia.

No conocen el mundo, pero en ciertos momentos parecen fuera del mismo porque son incapaces de entender su funcionamiento.

Son inadaptados, pero también San Francisco de Asís lo era. Hay una larga tradición de inadaptados que terminan triunfando.

Su punto trasgresor es totalmente anómalo.

Algo que formaba parte de la vida de los santos.

Ellos mismos lo dicen. El santo es un loco, una vocación muy fuerte e incontrolable.

Tienen ese componente incontrolable que viven con absoluta relajación, algo que por otra parte es típicamente católico.

"Cena en Emaús" (Caravaggio, 1601)

La idea del grupo de compañeros se inserta de lleno en una tradición narrativa italiana, muy presente en el cine, consistente en mostrar el tránsito de la adolescencia a la edad adulta a través de la transformación de los miembros de la pandilla de amigos. Para que exista la ruptura irrumpe siempre una fuerza que activa y trastoca esquemas. En Emaús es una chica, Andre, que en cierto sentido ejerce la función de Cristo, revela verdades.

En Andrea se funden muchas cosas. Su personaje tiene muchos matices. Los cuatro chicos no están acostumbrados a valorar la belleza física o artística. Además es rica, lo que es muy importante, un verdadero impasse. Para ellos el mundo de los ricos es inmoral y brillante, tiene una espectacularidad de fondo y destino que genera una especie de resplandor. Si juntas todos los elementos tienes el resultado. No es sólo su belleza física lo que determina la atracción que sienten hacia su figura.

Pero su belleza abre puertas de libertad.

Ven un esplendor diferente al que no están habituados.

Y a medida que avanza la novela cada uno de ellos siente la libertad a través de Andrea.

Efectivamente ella es la puerta que abre todas las salidas hacia una nueva situación. Esto es literatura, síntesis, pero me gusta este uso de la palabra como fábula sintética. Un capitán, una ballena blanca…

Leyendo la novela pensé en lo que decía Antonio Tabucchi del fusil. Si aparece al principio de la novela significa que alguien lo usará para matar. En tu caso sucede con la pistola del Santo.

Los libros son hechizos. Si entras y funciona no debes preguntarte el porqué de determinados elementos. ¿Es posible encontrar una ballena blanca surcando el océano? En literatura es posible, y en Emaús sucede lo mismo con la chica.

Lo que puede verse como una parábola.

Sí, porque ellos piensan de este modo, con parábolas. Forman parte de su lenguaje.

Los personajes parecen roles prototípicos de esos años en Italia. Bobby toca el bajo y al intimar con Andrea recibe el espaldarazo para exprimir mejor su talento. Luca no logra armonizar su mente con lo que le ofrecen. En cambio, con el Santo he pensado en determinadas historias de los años setenta donde el aburrimiento impulsaba a los jóvenes ricos, como en el crimen del Circeo de 1975, a matar pobres para saciar su aburrimiento.

Los chicos del Circeo pertenecían al mundo de Andrea.

Pero el Santo se mezcla con ellos.

Los más místicos y radicales sentían complicidad con determinados personajes laicos, sin ningún atisbo de religiosidad, pero con su misma desesperación. Compartían una especie de destino trágico. En los ricos este sentimiento nacía del cinismo y el ateísmo; en el caso católico partía de una extrema religiosidad.

Ninguno de estos dos grupos se sentía satisfecho con la vida.

Y de este modo buscaban emociones al límite que la existencia no les proporcionaba y finalizaban ingresando en universos cargados de droga, violencia y lucha política.

Mientras ayuda en el hospital, el narrador habla con un paciente que exagera mucho cuando habla de la droga y sus efectos. Es como si su indignación mostrara otra comprensión de la realidad.

Y era así, la gente como él veía las cosas de esa manera.

Alessandro Baricco (Foto: Niccolò Caranti - wikipedia)

Da la sensación que la estructura de la novela está muy pensada, tanto que casi determina el resto de la obra.

Para mi tener una idea precisa de la estructura del libro es fundamental. Cada libro tiene su forma, es como construir una iglesia. Siempre ves su arquitectura y eso impide su anarquía, algo que sucede hasta en mi primer libro, Castelli di rabbia, que puede parecer caótico pero no lo es, todo tiene un sentido. Me gusta mucho este trabajo arquitectónico, da fuerza al conjunto, pero en el resultado final debe ser sutil. Más escondido permanece mejor es. ¿Notaste mucho la intencionalidad de la estructura?

No se ve mucho, pero claro, hay cuatro personajes, una chica… se genera un esquema.

Tiene una estructura geométrica, racional. Si el contenido del libro es fuerte a nivel emotivo tiendo a concretar mucho más la estructura.

Y con una arquitectura así, cerrada, puedes potenciar más su intencionalidad, no es sólo un placer formal.

Encontrar la forma justa de una historia es la mitad del trabajo. No se trata sólo de belleza. No es decoración.

Y esta arquitectura se junta con una importante economía de medios, no metes paja en la narración, sólo lo esencial. La combinación de ambas cosas crea un estilo.

Lo que dices está muy presente en Emaús, no así en otros libros. La idea de escribir sólo lo esencial es muy anglosajona. Imagina quitar lo innecesario de Cien años de soledad.

Se pierde la magia.

Sí, pero lo haces con Moby Dick de Herman Melville y no queda nada, es un libro muy americano.

Estaba pensando en tu Homero, Iliada, donde sintetizas quitando la parte de la historia donde intervienen los dioses.

Yo soy partidario de la velocidad, mis libros lo son. Emaús podía ser cinco veces más largo…

De ser así hubieses creado La meglio gioventù literaria (ndlr: película de Marco Tullio Giordana que dura seis horas).

(Risas) La velocidad no significa sintetizar, no debe ser un valor. Hay historias que nacen para ser contadas con pocos medios, pero no es algo imperativo. Lo que cuento en Emaús es fuerte, propio de la juventud, con muerte, lucha, violencia, sexo…

Aparecen todos estos elementos, pero sin el efecto que tienen actualmente.

Porque el narrador reflexiona retrospectivamente. Recuerda y analiza.

Sí, pero un lector joven quizá lee el libro y nota cómo le ofrecen temáticas muy actuales, en realidad eternas, desde una óptica diferente porque incita a la reflexión y prescinde del impacto que en el siglo XXI tienen estos motivos, que siempre lindan más con la banalidad de lo gratuito.

Para un adolescente de 2011 leer un libro de este tipo puede que le haga pensar más de lo normal. También debe tener ganas de hacerlo.

¿El viaje al pasado de Emaús busca la memoria histórica?

No. Cuenta una historia que sucede en los años setenta, sin más.

De todos modos la situación, volviendo al inicio de la charla, de estos jóvenes de los setenta es equiparable a la de los de hoy en día por mucho que el contexto haya cambiado. La década narrada en Emaús contiene muchas enseñanzas válidas para entender nuestra época.

Es una cosa extraña porque cuando he escrito el libro no pensaba en un texto sobre la actualidad. Cuando apareció la novela en Italia muchas voces dijeron que era una parábola que explicaba la situación de nuestro tiempo en mi país y sus raíces católicas. Ahora veo que en España pensáis igual.

Cuando era más pequeño siempre asociaba la cuestión de las raíces católicas italianas con Federico Fellini, que siempre repetía que el sentimiento de culpa católico es algo inconsciente que flota en el aire.

Un poco como el humo pasivo, que infecta hasta a los no fumadores. En Italia todos tenemos el complejo de culpa. Todos menos Berlusconi. Por eso la gente lo vota.

¿Cómo imaginas a los protagonistas de Emaús en 2011?

El narrador seguramente habrá dejado de ir a Misa, tampoco Bobby, aunque en Italia es muy difícil abandonar el catolicismo. Con el Santo no lo sé. Conocí gente como él en los setenta, y la mayoría tomaban caminos extremos.

En realidad muchos de los personajes viven experiencias parecidas a las que poetizaban los cantautores de los setenta, como Fabrizio De André.

Existía un mundo de belleza y poesía relacionado con los cantautores, que en esos años eran un indispensable punto de referencia. Se puede explicar una cierta literatura italiana de la época a través de Guccini, Battisti, De André, Paolo Conte…

Mostraban la normalidad captando detalles que escapaban a la mayoría.

Eran los poetas de lo cotidiano. La música que los cuatro chicos de la novela tocan en la iglesia es una versión pobre del trabajo desarrollado por los cantautores.

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Al menos los tenían, lo que significa pertenecer a una sociedad con voces críticas que llegan al corazón de sus semejantes. El narrador, Bobby, Luca y el Santo topan con la inevitable quiebra de su caparazón e ingresan en otro estado. Cada época tiene su forma de expiación. Analizar las pasadas sirve para comprender las posibilidades presentes, infinitas si consideramos que supuestamente hemos perdido la ingenuidad y sólo, que ya es bastante, debemos sacudir la capa de pasivo conformismo que congela el sueño de un futuro mejor, más justo, humano para los humanos.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com