sábado, 10 de enero de 2009

Joaquín Leguina

Por

©Luis García



Joaquín Leguina. Villaescusa (Cantabria-España) 1941, se licenció en Ciencias Económicas en la facultad de Bilbao y se doctoró en la de Madrid. Tiene publicados varios ensayos de economía, demografía, política y novelas: La fiesta de los locos, Tu nombre envenena mis sueños , Malvadas y virtuosas: retratos de mujeres inquietantes, Historias de la calle Cádiz, Fundamentos de Demografía, La fiesta de los locos, La tierras más hermosa, 10 Relatos históricos, Cartas abiertas a un lector de periódicos acorralado por la información, El corazón del viento, Años de hierro y esperanza y la exclusiva para todos los lectores de Literaturas.com el próximo libro de relatos que llevará por título Cuernos.




Introducción.- Pocos podían sospechar cuando hace años Joaquín Leguina publicó su primer libro de relatos, Historias de la calle Cádiz, que había nacido para la literatura un escritor que eventualmente ejercía de político. La historia, sobretodo en esa franja que ocupa por derecho propio los años treinta, ha sido generosa con dicha estirpe, si por tal concepto queremos definirla. Baste para ello hablar de los Azaña, Unamuno o Azorín. Pero, salvedad expresa del primer caso, siempre estaríamos hablando de intelectuales que circunstancialmente se asomaban al patio político en unos tiempos en los que sin duda se les necesitaba. Por eso, resulta especialmente significativo el caso de Joaquin Leguina. Por eso, y por más cosas que intentaremos ir desgranando poco a poco. Pero vaya por delante mi reconocimiento público ante dos actitudes de ver la vida aparentemente contrarias, pero, a veces, afortunadamente convergentes. Y digo afortunadamente, porque guste o no, el Joaquín Leguina escritor nunca podría haber escrito El corazón del viento de no haber existido previamente el Joaquín Leguina político.

P.- ¿Qué siente un político como usted, anterior Presidente de la Comunidad de Madrid, metido a novelista y escritor de relatos?.

Joaquín Leguina.- Bueno, tampoco soy el primero, ni me imagino que seré el último. Ha habido muchos políticos dedicados en algún momento de sus vidas a la literatura, incluso con algún éxito. Alguno de ello llegó a ganar el Premio Nobel.

P.- Bueno, pero Churchil fue un poco el pago a unos servicios.

J.L.- Tampoco me estaba refiriendo a Churchil, sino a Echegaray. Pero ya que lo mencionas, tampoco estoy de acuerdo contigo, Léete los Diarios de la Guerra. La obra es excelente. Otra cosa es que él no se dedicara a la literatura propiamente dicha. Hay una tradición de políticos antiguos que fueron magníficos escritores.

P.- El mismo Azaña, sin ir mas lejos, aunque mantenga el estigma de ser un poco el responsable del fracaso de La II República, ya que hay quien mantiene que fue precisamente su carácter de intelectual comprometido lo que derivaría en el Golpe de Franco.

J.L.- Hombre, tampoco es así. El tener a uno, dos o mas intelectuales en el Gobierno debe de ser motivo de orgullo. Lo que pasa que a Azaña le tocó la época de los totalitarismos, le tocó lidiar desde la izquierda con un anarquismo potentísimo aquí en España y con un ejercito anclado en la Guerra de África, sin modernizar. No creo que Azaña cometiera mas errores que Largo caballero por poner un ejemplo.

P.- Afirmaba Borges, que toda novela de más de 150 páginas es autobiográfica. Aplicando dicho razonamiento a El corazón del viento, y una vez que se ha leído con detenimiento, no cabe duda de que la suya lo es. Máxime a poco que nos detengamos en el papel que desarrolla Cesar, su protagonista. ¿En o no autobiográfica?.

J.L. No tampoco es exactamente así. Efectivamente, el ambiente en el que se desarrolla la novela si que es mío. Más el de Chile que el caos que se vivía en España. La fase chilena sí que es autobiográfica, aunque con reservas. No lo es la peripecia personal de Cesar, ni el resto de los protagonistas de la novela.

P. No pude evitar mientras la leía el revivir con nostalgia (a pesar de mi edad) los trágicos y convulsos años del fin de la Dictadura. Y cuando hablo de revivirlos, no quiero decir que los haya vivido, sino del efecto catártico que de los mismos ejercieron en nosotros. ¿No resulta la novela una liberación de Joaquín Leguina, como si tuviera que echar ciertos fantasmas que aún hoy en día viven en su interior?.

J.L. Yo lo que quería era recuperar esa etapa pero sin batallitas, y sobretodo sin idealidades. Yo creo que la gente de mi generación cuando cuenta su juventud, lo hace con un sentido muy poco realista, y excesivamente idealizado. Y eso no me parece que sea una forma de recuperar una etapa tan trascendental. Eso es lo que intenté hacer con la novela, a partir de unos personajes de ficción que viven en un ambiente determinado y muy realista. La novela es desde ese punto de vista costumbrista si se quiere,.

P.- En literatura ocurre una cosa muy curiosa, al igual que por ejemplo en el cine. Y es que cuando aparece una novela como la suya, con un tema determinado de fondo, aparece a la vez otra de otro autor que de alguna forma trata los mismos temas. En su caso coincidió con la de Cebrián, La ternura del dragón...

J.L.- Fue a la vez que la de Cebrian y a la vez que la de Chirbes, aunque en ámbos casos con matices. La de Cebrián se desarrolla en una época posterior a la mía, y la de Chirbes es el último día de la vida de Franco, aunque claro, hay constantes saltos hacia atrás. Pero las tres novelas muy diferentes.

P. Hay un pasaje recurrente en El corazón del viento, y es la constante referencia a modo de homenaje, a la novela Campo de almendros de Max Aub. ¿Qué le debe Joaquín Leguina y todos los de su generación a Max Aub?.

J.L. Es de la saga de Galdós y me parece uno de los mejores escritores de su generación, aunque haya sido de los que menos han escrito. El laberinto mágico es una de las grandes novelas castellanas de este siglo. Es un homenaje, al igual que hay homenajes a Baroja. Mi personaje se llama igual que el protagonista de Cesar o nada... Hay constantes guiños al lector.

P. Usted estuvo directamente involucrado en los trágicos acontecimientos del Chile de 1973, algo que no todos saben. ¿Qué siente cuando visiona una y otra vez por la televisión aquel Palacio de la Moneda en llamas?.

J.L. Directamente estuvimos todos, incluso las piedras. Lo jodido no es verlo en una película, es verlo en directo. Yo no estaba en El Palacio de la Moneda. Yo era militante de base del Partido Socialista, pero sí que tenía una historia con uno de los ayudantes de Allende, concretamente con Juan Garcés, alguien que se hizo famoso últimamente por llevar el peso del asunto londinense de Pinochet. Y este hombre, que sí que estaba en el Palacio, salió y vino a mi casa.

P. Su historia de aquella época resulta tan atractiva para tanta gente que daría para un libro de memorias. ¿No se lo ha planteado?.

J.L.- Un libro de memorias tiene otro abordaje.

P.- Pero también un libro de memorias se puede disfrazar como un diario, como por ejemplo la novela Días y noches de Trapiello..

J.L.- Pero eso es otro estilo. Lo que hace Trapiello es otra cosa... Pero lo cierto es que no me encuentro sicológicamente preparado para escribir un libro de memorias. Puedo contar una historia de personal, pero no pudo huir de ellas. En la novela no. Hay algunos detalles que son personales, pero en general la historia es ficticia.

P.- ¿Qué fue primero, el político o el escritor?

J.L.- El escritor, por supuesto, aunque yo he estado en política desde los dieciocho años.


P.- En una entrevista hace años abogabas por la eliminación de las fronteras y anuncias quizás de una forma apocalíptica esta emigración del sur hacia el norte, de la pobreza a la "riqueza". Hablabas entones, y mantenías que teníamos que empezar a acostumbrarnos a vivir en una Europa multirracial y multicultural. ¿Cómo ve desde esa perspectiva la Europa del III Milenio?.

J.L.- Mal, muy mal. Bueno, yo en realidad me he dedicado durante bastantes años a una disciplina, la demografía, acostumbrada a realizar análisis a largo plazo. Y esto que está pasando era bastante previsible. Recuerdo un viaje a Ghana, a Centro África, en el que fui a un Congreso que nunca existió. Dado que como ya estaba allí, me quedé una semana. Conocí a gente, la Embajada me facilitó un guía, y cuando volví a España en avión, vía Roma, venía con el que durante mi estancia en aquel país había hecho las veces de guía. Y yo le decía,

-¿Y a que vienes tú a Europa?.

-A lo que sea, me contestó.

-Pero, conocerás a alguien en Roma, le pregunté.

-A nadie.

-¿Llevas dinero?

-Cien dólares.


Y era un hombre estudiado, con una cultura. Pero ya entonces se comenzaba a ver, de ahí esta anécdota No era la emigración que habíamos vivido los españoles en los años sesenta y setenta hacia Europa, donde había primero una distancia menor, unos enlaces familiares o de amistad. No. Esta gente no tenía nada de eso. Ahora comienzan a tener esas condiciones los nuevos emigrantes. La demografía es un poco como decía un clásico una ciencia que puede destruir un edificio como las terminas. Trabajamos a muy largo plazo frente a los economicistas.

P. ¿Qué tal la versión cinematográfica de tu anterior novela?. ¿Cómo resultó?.

J.L. Bueno, yo tengo una experiencia ambigua en torno a ese tema. Por una lado la convicción de que la película no es mía. Es del Director, en este caso Directora, del guionista, de los actores... Además es muy difícil que una novela quepa en una película. Pero vista la primera vez, te llevas el disgusto inicial, y a medida que la ves más veces, te das cuenta que tampoco está tan mal llevada. Fue la última `película que dirigió Pilar Miró, y algunos de los personajes están construidos con mucha fidelidad de fondo a la novela. Incluso algunos hasta físicamente me los podía imaginar así. Pilar trabajó mucho en la novela, le gustaba mucho, pero tuvo mala suerte la película porque coincidió en el mercado con otra suya de enorme éxito, con El perro del hortelano. Porque el riesgo que corrió llevando una obra de teatro en verso, al cine, fue tremendo. De hecho, pocos, incluido yo, creían en el éxito de ello.

P. ¿Qué estás escribiendo ahora?.

J.L. Bueno, estoy terminando una colección de relatos, un género que dicen no tiene mucho mercado, pero me da igual. Es un género que me permite más versatilidad. Una novela no te permite cambiar el estilo, y sin embargo en una colección de cuentos puedes tener tantos estilos como relatos. Diferentes abordajes, etc.

P. ¿Cómo se va a titular?.

J.L. Bueno, en principio el título va a ser Cuernos, porque los cuentos giran en torno a infidelidades no necesariamente sentimentales.

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