martes, 21 de abril de 2009

DIANA BELESSI

Como Medea, soy vieja pero todavía salvaje"
A partir de la edición de su Poesía reunida, la poeta Diana Bellessi cuenta en esta entrevista qué ganó y qué perdió con los años.
Por: Patricia Kolesnicov
"TENER LO QUE SE TIENE". Bellessi revisa su obra y apuesta al presente.
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ESCUCHE A DIANA BELLESSI leyendo Tener lo que se tiene.
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Es justo venir al Tigre a entrevistar a Diana Bellessi. Es justo, es feliz digamos, viajar media hora en la lancha colectiva, entrar en el olor del río y el verde, andar por el caminito que bordea el arroyo oyendo el plaf plaf diverso del agua contra la costa -a veces piedra, a veces madera, a veces un declive suave-, apurar el paso sabiendo que la tormenta en ciernes es más promesa que amenaza.

Es justo: la editorial Adriana Hidalgo acaba de publicar un tomo de 1202 páginas con su "poesía reunida", que incluye, además de casi todo lo escrito de 1974 para acá, un libro nuevo —Tener lo que se tiene— que da nombre al conjunto. Y el conjunto -ahí íbamos- está atravesado por imágenes como "Espejo sin fin las aguas de la noche", por cuestiones como si "¿Cae la lluvia sobre las hojas del banano?", por "Un pato biguá/deja su estela de plata", por "Sauces y ligustros en apretado abrazo".

Por eso: estamos bien acá, en la galería blanca de la casa y acá Bellessi dice que releyó todo para no quitar nada, que decidió "no meterse con ese sujeto lírico que escribió hace 30 años". Porque "uno tiene que mirarse a lo largo de 30, 40 años de escritura"

—¿Y qué vio?

—Quiero ser sincera: vi coherencia. La vi en las insistencias y en los desvíos, en cómo ciertas cosas retornan pero nunca más al mismo lugar, a algún otro lugar.

—¿Qué cosas?

—El sentido de justicia, la incerteza, el paisaje humano y físico de América latina. Y una meditación sobre el tiempo que es muy diferente a los veintipico que a los sesenta.

—¿Hay algo que hoy le enseñaría a esa poeta de veintipico?

—Sí, aunque también tengo un respeto por esa bárbara que no sabía cosas que sé ahora y que a veces obtenía mejores resultados que los que consigo yo.

—¿Qué le enseñaría?

—La dejaría salvaje, todo el tiempo posible. Es más, yo creo que -estoy citando a Christa Wolf-, como Medea, soy vieja pero todavía salvaje. Le enseñaría un poco más de tradición de poesía en castellano, de la versificación: yo estaba construida en la tradición de ruptura.

—¿Y esa veinteañera tenía algo que la sesentona no tiene?

—Tenía una vida por vivir. El libro, se llama Tener lo que se tiene por eso. Digo: finalmente uno hizo lo que pudo y tiene lo que tiene.

—Volvemos a la revisión...

—A veces uno mira y dice: "A ver quién era yo". Si bien nunca es "yo" quien escribió.

—¿No?

—Mi sujeto lírico es lo mejor de mí. Mira con más atención, con más limpidez, es más certero, es más justo. Si tiene furia, tiene una furia que yo no opaco, si tiene un rasgo amoroso, yo no lo opaco con todas mis suciedades.

—¿Y usted lo mira escribir?

—Algo aparece, que quiero seguir, y me siento y lo escribo. Eso se escribe y luego, cuando leo, suelo querer más eso que se escribió cuando más impúdico parece. Digo, eso que se piensa en silencio, pero que rara vez se va a decir a otro. Eso que, por desnudo, a uno le daría vergüenza decir pero el poema lo dice.

—¿Quién se desnuda ahí?

—Mi sentimiento es que ahí se desnuda cualquier ser humano a través de mi desnudarme. Frente al miedo, frente al amor, frente a la mirada de algo mínimo. Enfrentar eso sin discursos. Enfrentarlo en una zona de intemperie humana, en el silencio de tu propio corazón, me parece que es el lugar de la poesía.

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