Juan José Téllez, escritor, periodista y director del CAL.Juan José Téllez, escritor, periodista y director del CAL.
Se considera más un vividor que un escritor. Pero no matiza que un vividor necesitado de justicia para poder respirar, pues son dos conceptos que corren juntos para él. Juan José Téllez es una persona generosa, comprometida con su tiempo, además de periodista todoterreno, poeta exquisito y director del Centro Andaluz de las Letras (CAL). Su nombramiento al frente de esta institución se produjo en la última semana de octubre, y ha sido unánimemente celebrado por todos los sectores del libro y de la calle. Pero conociéndole –¡quién no conoce a Téllez!-, intuyo que hará suyo el verso machadiano: separar las voces de los ecos.
Ahora, como gestor cultural, ¿qué es lo que quiere hacer en el CAL? ¿Cuál es su reto?
Mi principal reto es que pueda mantenerse lo esencial del trabajo realizado durante los catorce años anteriores y mejorar aquellos aspectos del Centro Andaluz de las Letras que puedan mejorarse. Quiero abrir puertas y no cerrarlas, sumar sin restar. Es difícil, pero ¿quién dijo miedo?
¿A qué le tiene miedo?
Le tengo miedo al miedo.
¿Cómo es un día normal en su vida?
No hay días normales en mi vida. Si algún grupo terrorista hubiera cometido la insensatez de marcarme entre sus objetivos, lo hubieran tenido difícil: no tengo rutinas, más allá de ver películas de tiros y series de televisión. Leer y escribir son aventuras. Y vivir es la hostia. Siempre dije que soy más vividor que escritor. Y lo mantengo.
¿Qué hace en su tiempo libre?
Hasta ahora, no encuentro demasiadas fronteras entre el tiempo libre y el tiempo ocupado. Nunca el tiempo es perdido, que diría el maestro Manolo García. Vivo como escribo y escribo como vivo. Se torea como se es, dijo José Bergamín de Rafael de Paula. Y estoy plenamente de acuerdo.
¿Su vida es como la imaginó?
En gran medida, sí. Me hubiera gustado escribir mejor pero todavía no descarto poder viajar a unos cuantos países en los que aún no he estado. Por lo demás, he amado y me han desamado. A lo largo de mi vida, me he encontrado con unos cuantos amigos sólidos y un sinfín de fijos discontinuos. También he podido seleccionar a mis enemigos y estoy muy orgulloso de ellos. ¿Quién da más?
¿Conserva su colección de pajaritas?
Por supuesto. Algunas de ellas son de diseño exclusivo, obra de Tere Torres y Javier Cosano o de Elena Navarro. Algunas proceden de lugares remotos y me las trajeron buenos amigos. No me las pongo desde que me dí cuenta de que me realzaban demasiado la papada. Comprenda usted que siempre fui un dandy con lamparones.
¿Cuáles son los valores importantes en su vida?
La vida, el placer, el compromiso, la música, la memoria, la utopía. ¿No es todo ello lo mismo?
Siempre en la frontera, en el borde, con dudas.
Siempre. Es una actitud ante la vida. Cuando empecé a participar en tertulias en televisión, Juan Luis Galiardo me reconvino por ello: “Titubeas mucho”. Inmediatamente, interrumpió su regañina y me dijo: “Claro, claro, tú titubeas porque dudas”. La gente que jamás duda no suele titubear. Ni al firmar una sentencia de muerte.
¿Se siente más cómodo como periodista o como escritor?
Es que ser periodista es ser escritor. Las fronteras sólo están en los mapas y en la miopía de algunos individuos con alma de aduaneros. Yo no me levanto periodista una mañana y soy poeta a mediodía. Pero cuando quiero escribir de mis emociones íntimas no suelo escribir reportajes y el reporterismo, en cambio, me ha ahorrado muchos panfletos.
No parece tener sacralizado el oficio de escribir. ¿Qué le llevó a ello?
Yo empecé a escribir con nueve años porque me enseñaron mecanografía y acababa de leer Moby Dick. Seguí haciéndolo cuando me apunté en el Círculo de Lectores dos o tres años más tarde. Lo definitivo, sin embargo, fue cuando me enamoré perdidamente de una adolescente en una academia. Yo no tenía moto para sacarla a pasear pero sabía escribir ripios para enseñarla a volar. Quizá si hubiera fracasado en aquel escarceo amoroso la literatura no hubiera tenido que soportarme durante tanto tiempo.
¿Cómo está su corazón ante tantos despidos en los periódicos donde ha trabajado?
Teniendo en cuenta que yo fui despedido con anterioridad a todos ellos, puedo decir que siento compasión. Esto es, en su sentido profundo, que me apasiono con cada uno de esos compañeros que han perdido su trabajo, como lo perdiste tú y como lo terminaremos perdiendo todos. Como dice Alejandro Víctor García, no estamos perdiendo un trabajo, estamos perdiendo una profesión.
¿Es aún el periodismo el mejor oficio del mundo, como lo definió García Márquez?
Oficio sí. Pero últimamente también vuelve a ser el más viejo, el más prostituido. Me gustaría que el periodismo se atreviera alguna vez a ejercer el amor libre.
¿Dejará Gibraltar de celebrar alguna vez el Bloomsday?
Curiosamente, en Gibraltar no suele celebrarse el Bloomsday, salvo en algún que otro pub irlandés de la Roca. Hace unos años, con motivo del bicentenario de The Gibraltar Chronicle, Jon Searle, el padre el director del rotativo, Dominique Searle, tuvo la feliz ocurrencia de erigir una estatua en memoria de Molly Bloom en Alameda Gardens. Los joyceanos solemos reunirnos paradójicamente en Sevilla cada 16 de junio.
¿Cuál fue su último gran viaje?
El día que me miré por dentro y supe que no sólo era a veces un buen tipo sino que también escondía a algún que otro canalla.
¿A quién no conoce usted?
No me conozco del todo a mí mismo.
¿Qué se le puede preguntar a una persona que se gana la vida preguntando?
Déme usted unas cuantas respuestas y yo intentaré hacer las preguntas adecuadas.
¿Quién es Juan José Téllez?
El hijo de un albañil y de una hortelana que con nueve años tuvo que convivir durante todo un día con su abuelo muerto. La misma persona que tuvo que huir con mi abuela estraperlista, espoleada por los regulares de Franco, desde La Línea de la Concepción a Jimera de Líbar. En cierta forma, pertenezco a una ilustre familia de fugitivos: a mi abuelo materno lo mató la FAI al confundirlo con un espía fascista cuando en realidad iba a buscar a mis tíos adolescentes que se habían alistado como milicianos para defender a la República. Así que no me extrañó en absoluto cuando, siendo un quinceañero, me sorprendieron robando en unos grandes almacenes y al ser informado mi padre, se limitó a mirarme con cierta ternura y me espetó: “¿Y cómo no les distes un nombre falso?”. A veces, quisiera cambiar de nombre y empezar de cero. Pero mi hijo se quedaría sin raíces y lo más probable es que no me lo perdonara nunca.
Usted empezó como periodista. ¿Cómo se convirtió en escritor?
No, yo empecé como escritor. Me hice periodista porque sabía que, en España, no se podía vivir de la literatura. Luego supe que tampoco era demasiado fácil vivir del periodismo.
Poeta, ensayista, biógrafo, autor de relatos… ¿Cuándo podremos leer su novela La mano del muerto o alguna otra?
Cuando tenga suficiente tiempo para domar a los personajes y que no se me vayan por los cerros de Úbeda. Parecen cimarrones los jodidos.
Cuando escribe, ¿qué busca, qué persigue?
Encontrar palabras, historias o emociones que nadie haya combinado antes de la misma forma. La literatura, a fin de cuentas, también son combinaciones binarias.
¿Sigue una disciplina/rutina?
Sí, solía escribir en las servilletas de los bares cuando me sobrevenía un verso aceptable. Ahora me los envío a mí mismo por SMS.
¿Piensa en un lector determinado a la hora de escribir?
En mí mismo. Pero, no se engañe, tampoco soy demasiado exigente.
¿Utiliza cuadernos para tomar notas o lo hace todo por ordenador? ¿Qué tipo de cuadernos utiliza?
Para la poesía, utilizo sobre todo papeles varios perdidos por mis bolsillos. Pero soy incapaz de escribir prosa a mano, necesito un teclado. El resto del formato no me importa tanto. Tengo algunos cuadernos, pero prefiero en cualquier caso las agendas pasadas de fecha.
¿Cómo tiene la imaginación?
En perfecto estado de revista. Cuando los nutricionistas me recomendaron hacer ejercicio, me lo tomé tan en serio que en vez de flexiones, hice reflexiones. Y en ello sigo.
¿Tiene alguna superstición a la hora de escribir?
No, la tengo a la hora de despertarme. Nunca me pongo primero el zapato izquierdo.
¿Corrige mucho?
Sí, lo cual no impide haber cosechado cantidades astronómicas de erratas.
¿Cómo se clasificaría como escritor?
Un raro. Mediocre, pero con destellos ocasionales.
¿Cuándo comenzó a escribir y qué le motiva a hacerlo?
Después de usar la literatura como placebo sentimental, seguí leyendo. Y descubrí que había cosas que no encontraba en los libros, sino dentro de mí. Así fue como empecé a sacarlas afuera. Pero todo aquella aventura no hubiera sido posible sin maestros próximos como Fernando Quiñones y compañeros de quinta como Rafael Marín y Manuel Jesús Ruiz Torres.
¿Recuerda cuando fue la primera vez que se sintió escritor?
Cuando el ministerio de Información y Turismo del franquismo me censuró mi primera canción adolescente. Su letra decía “Democracia, democracia, sálvame, debo estar ciego y es tan grande mi desgracia, democracia, no te veo”. La cantaba en Cádiz el grupo Sin Nombre. Cuando le dejaban cantarla, claro.
¿Escribir es una forma de entender el mundo?
Vivir es una forma de entender el mundo, escribir es una forma de entender lo que vives.
¿Cuáles son sus afinidades literarias?
Muchas. Sobre todo las que no se parecen a mi estilo. Me gustan muchos poemas aunque no me gusten los libros completos o quienes los escribieron. Crecí con los clásicos contemporáneos –Galdós, Dickens, Stevenson, London, Verne, Melville, Twain, el 98 y el 27, el 50, Hemingway, José Hierro, Blas de Otero, Carlos Edmundo de Ory o Juan Marsé-, leía cómics a hurtadillas y procuro acudir a los bares donde van a leer poemas los jovenzuelos que tampoco tienen moto.
¿Hay algún estereotipo de escritor en el que odiaría caer?
No me gustan los escritores librescos. Don Quijote se encontró a sí mismo por la manchega llanura –León Felipe dixit— no en los libros de caballerías.
¿Dónde escribe?
En donde puedo. He llegado a escribir sonetos en el aire, junto con Tito Muñoz o Alexis Díaz Pimienta. Tengo un despacho-loft en Cádiz y otro en Sevilla, pero mi recado de escribir es cualquier ordenador portátil.
¿Cómo son sus casas?
Llenas de amor, de melancolía, de luz y de fantasmas. Como todas. Los nómadas siempre llevamos una jaima a cuestas.
¿Necesita silencio para escribir o le gusta escuchar música?
Puedo escribir como los pianistas del saloon en medio de una bronca de western.
Una razón para leerlo, señor Téllez.
No me dejen solo.
¿Por qué leer?
Porque no hay que hacerlo por decreto.
¿Leer es vivir?
Sí, pero vivir no es sólo leer.
¿Cómo se debe leer: en voz baja o en voz alta?
Como todo en esta vida, lo mejor es leer a dos voces. Por lo menos.
¿Cuál es su sitio preferido para leer?
Los aviones y los hoteles llenos de alemanes silenciosos.
¿Quién le enseñó a leer?
Una vieja quiosquera que había venido hasta Algeciras huyendo de la independencia de Marruecos. Aprendí a leer en las viñetas del Capitán Trueno, con guiones de Víctor Mora.
¿Qué tipo de lector es?
Irregular, pero aseado.
¿Qué libros le han emocionado en su vida?
No hay nube en el ciberespacio para almacenarlos: Veinte mil leguas de viaje submarino,La isla del tesoroMoby DickHistoria de dos ciudadesDavid CopperfieldEl corazón de las tinieblas, toda la novela negra y policial, El cantar de los cantaresCántico espiritualCrimen y castigoPoesías completas de Antonio Machado, El mal poema de Manuel Machado, La realidad y el deseoPoeta en Nueva YorkMetanoiaBlanco SpiritualsCien años de soledadEl libro de ArenaPedro Páramo y El llano en llamas,Ben JaqanLas Crónicas del 40La canción del pirataHistorias de cronopios y de famasÚltimas tardes con TeresaUn día volveréEl invierno en LisboaEl mar es una tarde con campanasSangrefríaDe un modo cotidianoEl humo de los barcosDe una niña de provincias que se vino a vivir a un ChagallCartas a Clara Schumann, Paseo de los TristesTroppo MareTatuajeEl jardín extranjeroLa intimidad de la serpiente,Concierto barrocoLos vanos mundosVidas improbablesCoñosLas mudanzasEl aburrimiento, LecterEl libro de los abrazosEstelas y Malos tiemposPatente de corsoEl año de la muerte de Ricardo ReisAtributos masculinosLos arácnidosLa Reina del surCazadores de sombrasEn una tierra libreSostiene PereiraÁgata ojo de gatoManual de infractoresLos devaneos de EratoTransparencia indebidaTodo el oro del mundoLa clave PinnerLa vida perra de Juanita NarboniEl corazón helado,El mundo de Juan Lobón y un sinfín más. Pero sobre todo, por razones muy personales,El niño de Samarcanda, de Rafael Marín.
¿Qué libros está leyendo?
Tinta, de Fernando Trías de Bes, una recopilación de las novelas de Plinio de García Pavón y una espléndida antología de la poesía española en torno a Nueva York, que Julio Neira ha publicado en Vandalia.
¿Qué título reciente le ha dejado sin aliento?
El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes. Escalofriante. Como la vida misma.
¿Quiénes son sus autores favoritos?
Algunos ya los he mencionado, aunque tendría que incluir a Quevedo, Chejov, Paul Auster, José María Álvarez, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Paul Bowles, Allen Ginsberg, Georges Simenon, Andrea Camilleri, Raymond Chandler, Omar Keyam… Debe leerse hasta las pintadas en las puertas de los servicios públicos.
¿Cuál fue ese libro que le convirtió en lector?
El primero que entró en mi casa. Quiero decir el primer libro que entró en cualquier casa de toda mi familia. Me lo compró mi padre cuando yo tenía ocho o nueve años e insistía en leer. Se titulaba Mundo juvenil y era una recopilación muy vistosa de relatos y artículos diversos. Lo editó Selecciones de Reader´s Digest. Años después, supe que por aquel entonces en su redacción española trabajaban Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald o Eduardo Tijeras.
¿Qué libro no ha sido capaz de terminar de leer?
Muchos. Algunos los he dejado para cuando me jubile, como Rayuela, de Cortázar. No logró pasar de la página 50 de La conjura de los necios y me he detenido en la descripción de la estación central de La noche de los tiempos, de Antonio Muñoz Molina. Espero decidirme a coger el primer tren que pase para terminar esa novela, pero aún no he podido hacerlo.
¿Cómo se puede fomentar la lectura entre los estudiantes que sólo abren los libros por obligación?
No tengo ni idea. Quizá fundiendo los plomillos de sus casas, pero pueden usar las videoconsolas a pilas. ¿Qué tal si incorporamos la poesía a los twitters o a las Nintendo?
¿Existe una decadencia de la lectura, de los lectores?
Creo que estadísticamente no se ha leído nunca más que ahora. Al menos, en España. Aunque sólo sea por la sencilla razón de que hace cuarenta años, este país era una factoría de analfabetos. Ahora, es una fábrica de listillos que no sabemos que no sabemos.
¿Qué es el libro para usted?
La isla del tesoro.
¿Cuál es su relación ahora con los libros?
No es profesional. Yo siempre he preferido ser amateur.
¿Quién le educó en el amor a los libros?
Los propios libros. De niño, cuando empecé a leerlos el suburbio lluvioso desaparecía bajo una selva de Malasia o una pradera de Karl May.
¿Dónde suele comprar los libros?
En librerías. De las de verdad, como aquella de La Marina, en Cádiz, donde ahora está la maravillosa Q&Q. Cuando con quince años me apoyé en el mostrador y le pedí al librero el número 70 de la colección de bolsillo de Alianza Editorial, me miró de arriba abajo tras sus lentes y me espetó: “No, los Poemas y Canciones de Bertolt Brecht los tenemos agotados”.
¿Qué opina de las librerías tipo Corte Inglés, Fnac o Casa del Libro?
De todo debe haber en la viña del señor, pero yo también vi Tienes un e-mail.
¿Visita las librerías de viejo?
Claro. Fui un hábil cambiador de tebeos cuando niño. Y ahora sigo encontrándome con el niño que fui entre sus estantes.
¿Cuántos libros suele comprar en un año?
No sabría decirle, pero desgravo bastante por ello. Y sin contar los regalados.
¿Cuál es su posesión libresca de la que se siente más orgulloso?
Creo que la poesía completa de José Hierro, autografiada por su autor con unos dibujos a colorines hechos por él mismo con un rotulador.
¿Alguna manía u obsesión con los libros?
Olerlos cuando los compro. Me temo que eso no será posible con el e-book.
¿Posee ex libris?
Me han regalado varios pero no sé dónde los he puesto. Son útiles, sin embargo. En una ocasión, un par de amigas viajaron a La Habana y me trajeron de regalo dos libros que habían comprado en La Plaza de Armas. Uno de ellos era una primera edición deAntología Mayor, de Nicolás Guillén de Losada. Al abrirlo, comprobé que estaba dedicado por el autor a mi amigo Manuel Díaz Martínez, un poeta cubano exiliado en Las Palmas. El segundo libro también era de él: el primer tomo de la obra poética completa de José Martí. Se los envié a su domicilio y me respondió con una carta hermosa en la que me decía que había dejado su biblioteca al cuidado de un ahijado cuando abandonó Cuba, pero éste la había malbaratado para meter en su casa a jineteras. Sin embargo, como había marcado los libros con su nombre, estaban llegando extrañamente a manos de amigos que se los devolvían. Con los míos, había recobrado ya dieciocho.
¿Están sus libros limpios de notas y subrayados o los marca de alguna de manera?
No suelo anotarlos. Si me interesa algo especialmente de ellos lo apunto en hoja aparte. Los libros de ensayo, sin embargo, los marco doblando la página que me interesa.
¿A qué huelen los libros?
A bosques.
¿Qué es un libro que no se lee?
Un nasciturus.
¿Qué opina de ese fenómeno que es la Feria del Libro?
A mí me gustan todas las ferias, incluidas las del libro.
¿Ha practicado en alguna ocasión el bookcrossing?
He mangado libros, pero no los he soltado por ahí. Cuando me divorcié, dejé buena parte de mi biblioteca atrás. Germán Patricio, un amigo, me sorprendió entonces anunciándome que se iba a vivir a Estados Unidos y que me dejaba toda su colección de libros para que yo pudiera reponer algunos de los que me había desprendido. Todo un detalle que aún agradezco.
¿Tiene libro electrónico? Y si es así, ¿cuál?
Tengo uno de los primeros modelos. No recuerdo la marca, pero es un kindle primitivo. Debo confesar que apenas lo he usado. Siempre pido que cuando me regalen un artilugio electrónico, que me regalen también al mecánico que me ayude a ponerlo en marcha.
¿Qué opina sobre el libro electrónico?
Me gusta todo lo que pueda leerse, desde los sarcófagos fenicios a los papiros egipcios.
¿Cómo luchar contra la copia ilegal de libros electrónicos?
Habrá que agudizar el ingenio, pero la historia de la tecnología nos enseña que cuando algo es tecnológicamente posible, resulta inevitable. Es importante intentar blindar las creaciones frente al pirateo, pero hasta ahora no estamos teniendo demasiado éxito. Habrá que buscar, a la corta o a la larga, otras formas de comercializar las creaciones aunque convivan con los filibusteros de la cultura.
¿El libro en papel será en el futuro un objeto de lujo?
Creo que el libro electrónico no podrá reproducir nunca la belleza, por ejemplo, de la mayoría de los títulos de la editorial Siruela. Podremos ensayar otra belleza, pero no será la misma aunque el contenido conceptual pueda serlo.
Su biblioteca es…
Dispersa en el amplio sentido de la palabra.
¿Cuál es su fondo actual de títulos?
Lo ignoro. Quizá cinco mil, pero no podría asegurarlo.
¿Cuál es el número idóneo de libros para su biblioteca?
Realmente, los que pueda leer. Y desde ya le digo que no voy a leer cinco mil libros ni loco.
¿Qué género predomina?
Poesía, principalmente. De distintos tiempos y culturas. Pero muchísima narrativa, bajo similares parámetros. Y ensayos abundantes, pero de los que, en buena medida, me voy desprendiendo a medida que pierden su utilidad inmediata.
¿La tiene ordenada?
No. Es como mi vida.
¿Cómo clasifica su biblioteca?
No creo que merezca el nombre de biblioteca. En cualquier caso, es un almacén de aventuras.
¿Sólo tiene libros en las baldas o también acumula objetos, fotografías u otro tipo de fetiches?
Si usted supiera lo que acumulan esas baldas…
¿Alguna peculiaridad en su biblioteca?
Suele acumular una ingente cantidad de polvo.
¿Qué libros le faltan?
Los de cheques.
¿Posee libros heredados de su familia?
Imposible. Yo fui el primer lector de mi familia. Eso te crea cierta responsabilidad. Al menos, ya tengo muchos primos que también leen. Y sus hijos lo hacen. El mío, por cierto, también.
¿Hace expurgo en su biblioteca con frecuencia?
Ahora estoy en ello, pero llevaba ocho años sin hacerlo.
¿Contiene libros en otros idiomas?
Sí, algunos libros en inglés y en francés, que son los otros idiomas que mejor manejo. Hay clásicos latinos y griegos, alguno en italiano y en portugués, como algunos de José Saramago o la traducción de la excelente novela El baile de los mamelucos, de José María García López.
Juan José Téllez (Algeciras, 1958) es autor de los poemarios Historias del desarrollo, Crónicas urbanas,Medina y otras memoriasCiudad sumergidaBambúDaiquiriMelodías inolvidablesTrasatlántico,Las causas perdidasCiudadelas y sextantesSonadosPoemas a toda plana: poesía y periodismoLas grandes superficies y Grandes éxitos; los libros de relatos Amor negroTerritorio EstrechoEl loro pálido,Main Street y Señora Melancolía; y los ensayos Paco de Lucía: retrato de familia con guitarraMarejada: historia de una revista literariaCarlos Cano: una historia musical andaluzaMoros en la costaChano Lobato: memorias de CádizPaco de Lucía en vivoCrónica de un sueñoMiguelín: fama y persona de un matadorGibraltar en el tiempo de los espíasTeoría y praxis del gaditaSin ninguna base: geografía humana del militarismo en el Sur de Europa y 6 minotauros 6. En la actualidad es el director del Centro Andaluz de las Letras (CAL).