sábado, 1 de septiembre de 2012

La vida cultural

"La vida cultural es de una bajeza..."

Arturo Pérez-Reverte

BLANCA BERASÁTEGUI | Publicado el 19/03/2000 | Ver el número en PDF

Cuando Arturo Pérez-Reverte publica novela, ya se sabe: entusiasmo general en la grada, reticencia en algún que otro árbitro y gol imparable en la escuadra de los libros más vendidos. Ya lo verán. Esta vez además Pérez- Reverte ha jugado un buen partido. La carta esférica es una novela intensa, una novela con historia, misterio, amor y literatura. Tiene mayor tonelaje y más memoria que sus obras anteriores y es, en definitiva, “la novela que quería escribir desde hace tiempo”. Así resume Pérez-Reverte los tres años de travesía de esta Carta esférica que dentro de unos días inundará las librerías españolas. Mientras llega, el escritor ha querido que los lectores de EL CULTURAL hagan la primera cala. ¿Es necesario, después de una docena de libros de éxito, decir que Pérez-Reverte es el novelista español que más libros vende? ¿Que es un escritor solitario?, ¿que fue periodista y ya no lo es?, ¿que arrea a babor y estribor, que fondea donde casi ningún intelectual se atreve, que navega tímidamente por la vida, que es libre, implacable...?


Por todas las páginas de La carta esférica se cuela agua salada y pasión marinera. El escritor es marino, y se le nota. Ha crecido familiarizado con las jergas y las gentes del mar, navega la mitad del año, se pierde por las cartografías mediterráneas desde mucho tiempo atrás, y lee, y lee, solitario y arrogante, las mejores historias sobre el mar de los últimos dos mil años. Así que ha soltado amarras, ha volcado su biblioteca, ha recorrido en año y medio todas las calas y ha escrito durante quince meses para lograr La carta esférica.

Cuenta Pérez-Reverte que esta vez, además de los ingredientes de misterio, acción y todas esas cosas que le divierte verter en sus novelas, quería que por sus páginas desfilara toda la literatura sobre el mar que ha leído desde pequeño, desde la Odisea hasta lo último de O’Brien, pasando por London, Stevenson, Conrad o Melville, con guiños continuos, alusiones directas y homenajes a todos sus mitos. “Ha sido un desafío”, dice. “Ha sido meter toda mi biblioteca del mar en una novela, pero, al mismo tiempo, enseguida me di cuenta de que ésta me exigía más. Por ejemplo, me exigía una relación más intensa entre el hombre y la mujer, entre Coy y Tánger, los protagonistas. Debía achicar la acción y agrandar la intensidad. Me interesaba sobre todo ella, porque es una novela sobre la mujer”.

Mar, vida, mujer y aventuras

Lo explica el escritor a toda máquina, con palabra vertiginosa y esas manos curtidas y desconfiadas: “Es la historia de un marino que está a salvo en el mar porque es donde se encuentra a gusto y dispone de cartas naúticas por las que navegar, que se ve arrojado a tierra, frente a una mujer de la cual no tiene referencia ni carta de navegación por la que guiarse y transitar. Es decir, navega a ciegas, y ésa es la aventura”.

Mar, vida, mujer, aventura. Entre esos cuatro puntos se mueve la novela. Es también La carta esférica una incesante historia de amor, la de ese veterano marino, Coy, y una mujer joven, inteligente, pecosa y no tan fría llamada Tánger. Para Coy, como para Reverte, la tierra cuanto más lejos mejor. Reverte, como Coy, intenta poner a raya un mundo que no le gusta y ambos tienen de la condición humana el peor de los conceptos.

“Esa idea, sí, se la he prestado a Coy, el mar es nuestra solución, nuestro refugio. El mar es limpio.Yo en la tierra me siento incómodo, desde hace mucho tiempo además. Por eso, tal vez, soy, como Coy, un solitario”.

-¿Y por eso está permanentemente a la defensiva?
-Sí, yo siempre estoy a la defensiva, no sólo literariamente, también humanamente. ¿Por qué? Pues porque no me gustan muchas de las cosas que veo a mi alrededor, y como no me gustan intento limitar los daños al mínimo y para ello tienes que poner una serie de barreras con lo que la mayor parte del mundo se quede fuera. Mira.... yo soy marino... y el mar es como la vida. Es muy peligroso, muy hijo de puta. Eso de que es bonito y apacible es mentira. En el mar aprendes a blasfemar, no a rezar. Y te está siempre esperando para darte el zarpazo. Por eso en el mar hay que estar despierto. Me gusta el mar porque es como la vida. Tienes que estar siempre a la defensiva, alerta, aquella nube, aquella racha... y luchar por tu existencia, rizar la vela antes de que venga el viento...

-Demasiado agotador, ¿no?
-No, es magnífico. Porque es vivir consciente de que estás vivo. Es ser plenamente consciente de que depende de tu talento, tu valor, tu conocimiento técnico, geográfico, astronómico... el que vivas o que no vivas. Y eso es muy hermoso y está muy bien. Y la vida es eso, pero en vulgar, en sucio, en guarro. En el mar estás tú solo, nadie te ayuda ni te molesta, no puedes decir paren que me bajo, vas hasta el final, con lo bueno y con lo malo. Dependes de ti mismo. Y la ignorancia, la estupidez, la mala fe, la ambición, lo que en la vida en tierra firme te perturba, te invade, te distrae y te amarga la vida, en el mar no se da. En el mar eres tú y la vida, nada más, y no hay ningún hijo de puta que venga a tocarte las narices. Por eso me gusta el mar, ¿comprendes?

“Yo sé que tengo fama de duro y agresivo y no lo soy”, remata quedamente el escritor. “Con la gente soy amabilísimo, ahora bien, cuando me viene un García Martín o un García Posada, entonces sí, saco la navaja, peleo y acuchillo a muerte. Todo el que ha entrado a por mí me ha encontrado”.

Cada vez menos esquivos

-Parte de la crítica literaria, por cierto, y ya que la menta, le sigue siendo esquiva...
-Hay de todo. Cada vez son menos los esquivos. Ahora bien, te digo una cosa: me preocupa más lo que diga el crítico del “New York Times” o de “Le Monde”, a los que les gustan mis novelas, que los de hache o zeta. Los publicitarios sí, se quejan de que les resulta muy difícil encontrar frases elogiosas para poner en las fajas de mis libros de críticos españoles, por eso aparecen los de América y Europa.

-¿Ha sido dura la negociación con Alfaguara?
(Largo silencio y mirada cómplice. El escritor, que es un crack, ha venido publicando sus libros con esta editorial, pero esta vez se lo pensó dos, y diez, veces)
-Ha sido complicada. Pero la ha llevado mi agente, no yo. Yo no negocio. Pero está claro que la ventaja de vender muchos ejemplares es que los editores te tratan con respeto, que se toman en serio tus libros, que te consultan todo, el trato es de igual a igual y muy profesional. Y mis condiciones se cumplen, si no, no publico.

-¿Entre sus condiciones está el no publicar las cifras de venta?
-Sí. Mira, en España todo el mundo miente cuando habla de cifras, mienten por arriba, claro, y a mí me da mucha vergöenza que piensen que yo también miento y faroleo.
Por eso prohibí por contrato que las hicieran publicas. Exclusivamente por eso.

Parecidas razones aduce para no asistir a las Ferias de libros. Hace años que no asiste a la de Madrid, odia hacerlo. “Yo creo, dice, que el escritor de verdad sólo debe ser conocido a través de sus libros. Los de mentira, claro, necesitan hacer vida pública para que los conozcan, pero eso es otra cosa. Lo que no les perdono a los organizadores de la Feria es que la hayan convertido en una competición. Yo no voy a competir con compañeros, con amigos. Es un insulto a los escritores, una vergöenza. El día que empezaron a hacerse públicas las listas, ese día se reventó el espíritu de la Feria, y mientras siga así, yo no vuelvo”.

Volvamos entonces a La carta esférica, una novela clarísimamente cinematográfica. Muchas de sus novelas están siendo llevadas al cine con éxito y complacencia por su parte. Esta teniendo suerte, me parece, con los productores y directores que filman sus historias. ¿Ha pensado en alguien para La carta esférica?
-No, en absoluto. Lo que ocurre es que es muy visual, como todas mis novelas. Pero es que yo una novela necesito visualizarla para escribirla. Yo necesito ver lo que ellos ven, comer lo que ellos comen, tomarme sus copas, pasearme por los sitios. Esta novela me la he navegado entera, con el velero, con cartas antiguas, he visto ese color de la luz por la mañana, las estrellas en las noches de vigilia... eso tiene que notarse de alguna manera, tiene que verse... Nada es casual

Pérez-Reverte es un lector voraz pero no indiscriminado. Le gusta Juan Manuel de Prada, le gusta Mateo Díez, admira a Vila-Matas, y es generoso con los noveles y desconocidos. De Vila-Matas acaba de leer su Bartleby y compañía, que le ha llenado de regocijo. Le parece uno de los escritores más interesantes de nuestro panorama literario, y ahora más, porque en su última novela da una coartada estupenda a todos esos escritores que no escriben: “Tengo el síndrome Batleby, ¿sabe usted?, y esto de escribir historias, eso de planteamiento, nudo y desenlace, no, hombre, no. Es la literatura del no. Yo no. La mía es del sí. Yo sí quiero contar historias y las cuento de la mejor manera que sé y puedo. Otra cosa te digo: eso de la agonía narrativa, la angustia del folio en blanco, tampoco. Si sufriera, no escribiría. Yo escribo porque disfruto, y el día que no disfrute, dejaré de escribir. Es más, yo sé que pronto voy a dejar de escribir. Lo que no has echado a la mochila en 48 años, difícilmente lo echarás ya. Lo que es patético es no tener nada que decir y seguir escribiendo a los 70. Claro que más patético resulta que te pase, como a muchos, a los treinta y seguir insistiendo.

-O sea, que la novela tradicional no está en decadencia, como tantos dicen, no ha sido sustituida ya por el cine, ni desplazada por esos géneros híbridos y amorfos que se agolpan hoy en las editoriales.
-La novela decimonónica está anticuada, en efecto. La cuestión es que, ahora, para contar una historia tenemos que utilizar los mecanismos, las herramientas y las técnicas actuales, es decir, la tv, el cine, el lenguaje de los grandes bestsellers anglosajones. En una palabra, hay que utilizar las armas de tu enemigo, las mismas perversiones que tiene ya el espectador y reconducirlas hacia donde tú quieres para contar esa historia.. O sea, que la novela no está acabada, están acabadas ciertas formas de contar una historia. Para ello, es necesario no tener complejos y conocer muy bien esta literatura decimonónica.

-Por qué dice que la vida cultural es hoy tan pobre?
Es de una bajeza... Lo digo porque hoy o una cosa es de diseño, o no funciona. Se confunde cultura con diseño y te encuentras en las páginas de cultura el desfile tal, el concierto de rock de tal... que está muy bien, pero que no es cultura, es sociedad. Cultura es otra cosa: es memoria, es conocimiento, es dar a la gente herramientas para que se defienda, para que tenga base, solidez y respuestas en la vida. Son tres mil años de literatura, de pintura, de historia, es el Mediterráneo, Europa.... Y en cuanto a eso de que la mejor literatura se escribe en los periódicos, es mentira. La literatura se escribe en los libros. En el periódico se escriben columnas, reportajes, a veces excelentes, otras no tanto, pero la literatura de verdad está siempre en los libros. Sí, ahí está Umbral, que pese a mis reservas personales, me parece un magnífico escritor... Yo le voté en el premio Cervantes... Mi candidato era Marsé y cuando Marsé se cayó, quedaron Umbral y Edwards y, claro, para mí no había elección: voté por Umbral, que no hay color.

La cultura secuestrada

Imparable. Arturo Pérez-Reverte sigue galopando sobre su mirada tierna y su palabra insolente y veloz. “En España -continúa - hay un problema cultural que se basa en lo siguiente: aquí hay un número de personas que tiene secuestrados los mecanismos culturales de este país, que vive de subvenciones de bancos, de organismos, de fundaciones, de todo... Y ésa es la cultura oficial. Eso tiene poco que ver con la cultura. La cultura, ya te lo he dicho, es memoria, ¿Que quiénes son? Ponles tú nombres y apellidos. Aquí se montan feudos, provinciales, estatales... y eso crea un clientelismo gravísimo. Están los de ellos y los que no son de ellos. Hay gente que no ha hecho en su vida nada, que no ha escrito un libro, no ha hecho una película, una obra de teatro, gente que está ahí, que ni siquiera son profesores y que están viviendo por el morro, de subvenciones, manejando la cultura y quedándose con todo. Y a los organismos del poder les conviene mucho tener estos sicarios... El toma y daca”.

“Y acabo: ¿sabes por qué tengo tiempo para escribir novelas? Porque no me paso la vida dando conferencias ni hablando del futuro de la literatura en mesas redondas. Eso me deja mucho tiempo libre”.

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