sábado, 10 de diciembre de 2011

Leonar Cohen

Leonard Cohen
El poeta de las siete vidas

Texto de Javier Lorbada
www.magazinedigital.com

Leonard Cohen celebra estos días su cita con los espectadores españoles. A un mes de cumplir 75 años, el músico y poeta canadiense puede decir que lo ha vivido todo. En estas páginas se recoge la entrevista que le hizo Alberto Manzano en el 2007 y que aparece en un libro que ahora se publica en España. En ella, Cohen desvela algunas de las facetas más íntimas de su lúcida existencia.

Autor de algunas de las letras perennes de la historia de la música, Leonard Cohen (Montreal, 1934) recorre estos días España para celebrar los nueve conciertos programados, que arrancaron en León el 31 de julio y que le llevarán hasta Barcelona el 21 de septiembre, precisamente el día en que cumplirá 75 años. Poeta, compositor, dibujante, Cohen es uno de los más lúcidos artistas de nuestro tiempo, siempre interesado en las reflexiones sobre el amor, la muerte, la felicidad, el dolor, el sexo, Dios, la religión..., es decir, las pautas filosóficas del ser humano.

Alberto Manzano, su traductor en España, ha establecido, a lo largo de años de relación, una profunda amistad con el artista canadiense, fruto de la cual son muchos artículos, varios libros, una extensa colección de fotografías y diversas entrevistas en profundidad, la última de las cuales tuvo lugar en el 2007. Aquí se reproducen algunos fragmentos de ese encuentro.

Su último poemario, Libro del anhelo (Lumen, 2006), recoge no sólo poemas sino también un gran número de ilustraciones, dibujos –sobre todo, autorretratos– y acuarelas. Federico García Lorca también dibujaba –líneas de un solo trazo– y escribió algunas canciones, aunque no sé si llegó a cantar. Hace unos años le regalaron un disco con composiciones musicales de Lorca, una actividad del poeta granadino que desconocía y que le sorprendió bastante.

Me he pasado los últimos años haciendo un autorretrato cada mañana. Tengo cientos de ellos. Era una manera de empezar el día, una estrategia para despertar. Pero, sí, gracias a aquel disco supe que Lorca también escribía canciones. En mi nuevo libro he incluido ese poema, Lorca vive, en el que hablo de su guitarra.


Lo primero que dijo en su primer concierto en España, en Barcelona, 1974, fue: “Mi guitarra ha llegado a casa”. Era una guitarra española, claro…

La primera guitarra que me compré era de segunda mano y me costó 12 dólares. Yo no sabía nada de guitarras, sólo quería tocar una. Debía de tener unos 14 años, y en aquella época sólo los comunistas tocaban la guitarra. No existía el pop ni la televisión. Pero tuve la suerte de conocer a un joven guitarrista flamenco que me enseñó unos acordes y el trémolo. Cuando vi que se retrasaba para darme la cuarta clase, llamé al hostal donde se alojaba y me dijeron que se había suicidado. Pero aquellas tres lecciones formaron la base de la composición de muchas de mis canciones, una combinación de acordes mayores y menores.

En Barcelona, discutió con otro norteamericano porque usted había dado una limosna a una gitana.

No soporto que me digan lo que tengo que hacer con mi dinero.


Y en un kiosco de la Rambla, hojeó unas cuantas revistas porno. Hay muchos dibujos de mujeres desnudas en su libro.
Siempre me ha gustado buscar la forma de las cosas. Veo la foto de una hermosa mujer en una revista porno, o en el Playboy, y tengo que dibujarla. Es una manera de rescatarla, de devolverla a su sitio, al siglo XII.


Siempre con su fama de mujeriego…

Me pusieron el sambenito de mujeriego, sí. Y, como digo en uno de los poemas, “mi reputación de mujeriego fue un chiste que me hizo reír con amargura las diez mil noches que pasé solo”. Como si fuera el único tipo que se ha sentido así por las mujeres. Como si fuera la única persona que ha establecido una profunda conexión con el sexo opuesto.


¿Ha aprendido mucho de las mujeres?

Se aprende todo de las mujeres. Cuando vas hacia ellas, te mueves en un territorio desconocido. El resto son sólo disparates que uno hereda. Pero nadie puede preparar a nadie para encontrarse con el sexo opuesto. Y se ha escrito mucho sobre ello. Ahora hay muchos libros de autoayuda, pero la verdadera confrontación de un joven con el deseo, ese anhelo de realización, es la única educación. Y todo el mundo anda enredado con esa actividad, ya se trate de una realización espiritual, romántica o erótica.


Pero, en definitiva, esta parece haber sido una de sus actividades principales en la vida.

He de reconocer que hubo un periodo de mi vida en que mi única obsesión era ganarme los favores de las mujeres. Sin embargo, algunas de las cosas más interesantes y probablemente la mayoría de las cosas que he aprendido de mí mismo y de otras personas han sido fruto de aquel periodo obsesivo.


¿Qué ha quedado de “los obreros de la canción que iban tras el dinero y la carne”, como cantaba en Chelsea Hotel?

El libre albedrío está sobrevalorado. Pero todos vivimos aquellos tremendos apetitos, y fue maravilloso que unos nos cuidáramos a otros. Fue una época en que todo el mundo daba lo que le pedían. Las mujeres sabían lo que los hombres querían. Pero, al final, nadie tiene suficiente de nada. O tienes demasiado, o no tienes bastante. Nadie encuentra la medida justa para lo que cree que se merece su apetito. Pero aquello duró muy poco. Después, volvimos a la vieja historia de miedo, que todavía sigue hoy. Ya sabe, yo te doy esto si tú me das aquello. Puro negocio. Transacción. Concesiones mutuas. Un contrato.


En los años 70, decía que el matrimonio era el cementerio del amor.

Yo creo que el matrimonio es para gente de noble pensamiento, para personas altruistas. Creo que el matrimonio exige una disciplina más dura y severa que la de cualquier orden monástica. Actualmente, el matrimonio es el monasterio, y el monasterio es la libertad. Sólo se trata de que tengas o no una naturaleza monástica, porque, en definitiva, eso es lo que exige un matrimonio monógamo. La mayoría de la gente lleva una vida chapucera con respecto al matrimonio, lo cual le permite tener otras aventuras. En los años en que me consideraba una persona casada, yo era uno de esos.


Marianne, Suzanne, Dominique, Rebeca, ¿qué le ha separado de ellas?

Ha habido personas que me han dado un amor maravilloso, que me han amado muy profundamente y de un modo auténtico, pero yo no he sido capaz de responder a su amor, porque estaba obsesionado con una especie de sentido ficticio de la separación, lo cual me impedía coger lo que me ofrecían, desde el otro lado de la mesa, desde el otro de la cama, a través de mi canción.


Y ahora, a sus 70 años, ¿qué es lo que quiere de una mujer?

Créame, lo que uno quiere es cenar con alguien. Dormir con alguien de vez en cuando. Telefonearse, escribirse de vez en cuando. Algo muy modesto. Y permitirse algún desliz. Estropearlo un poco. Tomar unas copas e irse a la cama con alguien. No tiene que ser el final del mundo.


Hay una canción en el nuevo disco de Anjani Thomas, Blue Alert (Sony, 2006), cuya letra escribió usted y que habla de “una especie de acuerdo” entre la pareja protagonista de la canción, algo que devuelve directamente a Waiting for the Miracle, que usted estaba escribiendo en el mismo tiempo que la canción Blue Alert, donde decía: “Nena, ¿por qué no nos casamos? Llevamos solos demasiado tiempo. Podríamos estar solos los dos juntos, a ver si somos tan fuertes. ¿Por qué no hacemos algo loco, algo totalmente equivocado, mientras esperamos el milagro?”.

La gente siempre quiere poner nombre a las cosas. Y la mujer pregunta: ¿cuál es exactamente nuestra relación?, ¿estamos comprometidos?, ¿somos novios?, ¿somos amantes? Pero, cuando te haces viejo, sólo quieres acomodarte, y respondes: “Sí, vivimos juntos. Esto va en serio. Esto es de verdad. Eres la mujer de mi vida. No busco a nadie más. Cualesquiera que sean los términos de lo que signifique esta relación: un anillo, un acuerdo, un compromiso o, simplemente, por tu conducta, teniendo que hacer ajustes a cada minuto de la relación”. Y entonces, pasa una mujer, la miras, pero puedes resolver la situación de manera que nadie se sienta insultado, ofendido o en peligro. Estás con alguien, y quieres que la relación funcione. Ya no me interesa desnudarme con una mujer.


¿En qué términos vive con Anjani?

Me gusta despertarme solo. Igual que a ella le gusta estar sola. Los dos somos personas irremediablemente solitarias. Tenemos dormitorios separados, en pisos separados de la casa.


Su amigo el poeta canadiense Irving Layton decía que hay en usted una gran vena hedonista a la vez que un gran anhelo de santidad.

Irving siempre ha dicho que un poeta es alguien que está en un conflicto permanente y que es en su obra donde reconcilia esos conflictos. Ese lugar es el retiro. Es simplemente el lugar donde retirarse, un lugar de reconciliación, el consolumentum, el beso de la paz.


Después de más de veinte años de práctica meditativa en un monasterio, donde se retiraba varios meses al año, de pronto, a mediados de los 90, se recluye siete años seguidos. ¿Cómo tomó esa decisión?

Después de la gira de presentación del disco The Future, en 1993, estaba completamente dislocado. Había bebido muchísimo, y mi salud había caído en picada. Afortunadamente, siempre he tenido un estómago muy delicado, por lo que no he podido abusar demasiado de las drogas y el alcohol. En ese sentido, he sido afortunado, porque he conocido a bastante gente, sobre todo en los turbulentos años 60, que no ha podido sobrevivir. Yo decidí retirarme, cuidarme como nunca lo había hecho. Al fin y al cabo, un monasterio zen es un lugar de rehabilitación para personas traumatizadas, personas que han sido profundamente heridas, destruidas, mutiladas por la vida diaria, y llega un punto en que ya no puedes más.


Se dice que hubo una época en que probó todos los antidepresivos.

Desde el Desipramine hasta la nueva generación, Paxil, Zoloft, Wellbutrin. Incluso un tipo de drogas experimentales de laboratorio que tuvieron un éxito relativo en el tratamiento de la depresión. Me habían dicho que te daban un fondo, un piso por debajo del cual no podías hundirte.


¿Y qué pasó?

Me hundí. Pero todo lo que he probado ha tenido siempre un punto desagradable, de diferente forma, diferencias muy sutiles. Por ejemplo, con el Prozac, creí que había alcanzado una especie de nivel superior, porque había dejado de sentir el menor interés por las mujeres. Entonces me di cuenta de que aquello era sólo un efecto secundario. El Prozac me había aplastado la libido.


Le llamaban Capitán Mandrax.

Sí, mi banda, The Army, me apodó Capitán Mandrax. Aquello fue durante mi primera gira, en 1970. Estábamos atiborrados de tranquilizantes y vino. Recientemente, volví a escuchar aquellas grabaciones y no podía creer lo lentos que íbamos. En aquella época, probé todo para sacudirme anímicamente. Pero no funcionó nada.


¿Cómo salió de la situación?

Bueno, he pasado por fases en las que no podía levantarme de la cama ni salir de casa. Y eso era sólo la mejor parte. Las drogas me hacían sentir como si estuviera viviendo en un acuario de algodón, con un fondo por debajo del cual no podía bajar y un techo por encima del cual no podía subir. Una noche, camino del aeropuerto, me sentía absolutamente deprimido, iba atiborrado de pastillas, y paré el coche, cogí la maleta, saqué todas las pastillas que tenía y las tiré. Pensé que todo aquel arsenal químico ni siquiera había empezado a hacer frente a mi apuro, y que si realmente iba a hundirme, quería tener los ojos bien abiertos. A partir de ese momento, empecé a volver en mí.


¿La meditación, su práctica diaria durante siete años en el monasterio, le ayudó?

No sé lo que pasó, pero fue muy agradable, porque ese fondo de angustia que siempre había estado conmigo desde joven se disolvió. Desapareció.

Y ahora que la angustia existencial ha desaparecido, ¿ha desaparecido también la necesidad de escribir?
Quizá ahora mis canciones sean algo alegres, un poco complacientes, porque me siento bien. Es posible que pronto sea irrelevante.


Bueno, canciones como A Thousand Kisses Deep o Boogie Street no son precisamente alegres. Por cierto, ¿existe Boogie Street, en la realidad?

Hay una Boogie Street en Singapur. De día es una calle de comercio, restaurantes y tiendas, tiendas de discos, montones de discos piratas. Una vez le pregunté a un vendedor si tenía algún disco de Leonard Cohen, y me sacó una caja entera con todo mi catálogo, a un dólar cada disco, lo cual me pareció un precio bastante razonable. Pero de noche se transformaba en un hermoso y peligroso mercado sexual donde había prostitutas de ambos sexos, travestis, gente muy hermosa que se ofrecía para satisfacer todas las fantasías de sus numerosos clientes. Así que Boogie Street se convirtió en una especie de símbolo del comercio y del deseo.


¿La meditación le ha ayudado a despegarse de las cosas?

Has de ser responsable de tus actos, porque el mundo te pasa factura. Pero si entiendes que hay otras fuerzas que determinan lo que haces, entonces no existe el menor asomo de orgullo cuando el mundo te afirma, ni de vergüenza cuando el mundo te niega o te desprecia. No somos los únicos responsables de nuestros actos, no es sólo la persona quien los hace. Hacemos lo que tenía que hacerse.


¿Cómo es ahora su vida diaria?

No es tan diferente a la que llevaba en el monasterio. Es el mismo tipo de vida, a veces difícil, como la de cualquier otra persona. Es una lucha por el significado y el respeto a uno mismo, por el trabajo correcto, por hacer lo correcto.


Desde el aparente pesimismo hasta el júbilo irreal, son extremos con los que se ha tratado de abarcar la amplitud de su obra. ¿Tiene Anjani algo que ver con su nuevo equilibrio?

Es posible. Cuando desaparece la angustia, ves a la gente de manera más clara. A la gente que amas, y a la gente que no amas. Tienes la capacidad de apreciar la realidad de las cosas. Ves las cosas más claramente. El velo cae. Dejas de ver las cosas desde el punto de vista de tu propio sufrimiento.


¿Es verdad que Roshi, el maestro budista, le dijo en una ocasión que aún tenía que cantar más triste?

Sí. Yo estaba grabando New Skin for the Old Ceremony. Gracias a Roshi he aprendido a sentarme sobre el fuego de mi aflicción y quemar mucha mierda. Roshi también me dijo: “Cuando más viejo te haces, más solitario te vuelves y más profundo es el amor que necesitas.”


La meditación es muy dura. La disciplina en el monasterio es muy dura. ¿Es un acto de amor?

Totalmente. Cuando te sientas en el zendo, no ves si la chica que tienes al lado es guapa o fea, si el tío que tienes al lado huele o suda. Lo único que ves es su dolor. A veces el dolor desaparece, y otras veces regresa. Pero todo es dolor. No puedes pensar en otra cosa que el dolor. Estamos todos allí con nuestros corazones rotos, somos corazones rotos.

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