sábado, 3 de septiembre de 2011

Jospe Llinás

Conferencia arquitecto Jospe Llinás

Ha obtenido tres veces el Premio FAD (1977, 1996 y 2006). Asimismo, el año 1995 fue galardonado con el Premio Ciudad de Barcelona de Arquitectura y el 2006 con el Premio Nacional de Arquitectura y Espacio Público concedido por la Generalidad de Cataluña por la realización de la Biblioteca Jaume Fuster. Es reconocido como el renovador de la arquitectura catalana.

Josep Llinás:
Para esta presentación he hecho una selección de las obras que más han influenciado mi trayectoria profesional. Tengo la sensación de que ahora me gusta lo que hago, aunque me llegue tarde. Hasta hace poco, había un esfuerzo sencillo detrás de cada obra: de hacerlas claras, inteligibles, que estuvieran metidas en su tiempo y que estuvieran todas relaciones. Desde hace un tiempo, noto que el trabajo de arquitecto ha dejado de ser un trabajo y consigo que las horas no cuenten cuando estoy en el estudio. Es el resultado de muchos años de trabajo: conseguir que el trabajo no sea un castigo.

La primera obra que voy a exponer es una casa que hice hace treinta años para mis padres, en el noreste de Cataluña, que da al mar y que es muy turística. Es una casa que creé con toda la artillería que tenía en esos momentos, en el sentido de intentar que la idea de la casa estuviera presente hasta el final de la ejecución. Tenía que ser económica, que no lo fue, y que tuviera capacidad para alojar a mucha gente. Mis padres sabían que lo que hiciera estaría bien, tuviera o no las herramientas.

Esta casa la he vivido siempre y, cuando se acabó, yo estaba horrorizado, porque tenía muchos problemas, sobre todo con el sol, que hasta la una le llegaba con mucha intensidad. La arquitectura como implantación en la realidad es una idea que con los años se me ha ido reblandeciendo. Yo tenía demasiada confianza en la arquitectura y, mis padres, demasiada confianza en mí. El resultado es una casa que, al principio, me costó mucho. Con los años, he pensado que la arquitectura, una de las pocas cualidades que tiene es que, si resiste el paso del tiempo con los años, mejora. Los edificios, con los años, son mejores. Entran en relación con el uso, aparecen piezas que los hacen más habitables, entran en relación con la naturaleza, se acomodan, se acostumbra uno a verlos. Me parece que es un dato importante para tener en cuenta. La casa ahora me gusta, porque me he acostumbrado. Cuando vean mi trabajo de ahora, hay otros factores que no son tan racionales, que serían más ligados a la sugerencia de los sitios, a la voluntad de acomodar los espacios a los usos, que un edificio se vea y se comprenda de un golpe, ya no me importa tanto.

El segundo proyecto que explicaré es la reforma de un edificio que hice junto con Alejandro de la Sota, que es uno de sus proyectos emblemáticos. Fue hecho en la época de Franco, que, incomprensiblemente, ganó un concurso. Estuvimos trabajando tres años en la reforma de ese edificio, que me permitió entender bien el pensamiento de de la Sota y, a partir de entonces, tuve una relación constante de amistad con él. Alejandro murió hace unos diez años. Entendí otras maneras de ver la arquitectura. Era un programa extraño, porque el edificio debía representar al Estado en Tarragona, pero más del sesenta por ciento del edificio eran viviendas, de los mismos administrativos. Se tenía que leer, en relación a la fachada principal, cómo un edificio que representara a la autoridad y a lo público.

Es una operación de un calibre y de una radicalidad intelectual fuertísima. Esa sería la parte donde la arquitectura se pone a prueba, en mi opinión. Todo iba dirigido a que el gobernador, asomado al balcón, concentrase la visión desde el espacio público. Lo que pasó, en realidad, es que la visión se concentró en este enigma. Entonces, yo le decía que es como un fracaso, porque lo que quería es que pareciera eso, pero todo el mundo se pregunta qué es y esta pieza, que es la que está en el eje, pasa desapercibida. Ahí, también, está el mérito de cierta arquitectura, que es incapaz de representar ciertas cosas. Para mí, eso es lo que explicaría el tema de este edificio allá arriba. Había una manera de entender la arquitectura que no es tanto desde la voluntad de obtener un orden, sino desde la aplicación de principios, y se aplica con absoluta tranquilidad este criterio que llega, que alcanza, por ejemplo, un tema; esta voluntad de no entrar en el terreno de la composición, de no enredarse las manos con temas de arquitectura y usar más la abstracción. Es un edificio espléndido en sí mismo, que siempre ha estado incómodamente puesto en la plaza, como un invitado que nunca ha encajado con el resto de los ocupantes de la mesa, si la plaza fuera una mesa. Sólo se puede leer bien si uno se pone muy lejos, para entender el edificio como un alzado. De hecho, el propio arquitecto, cuando ganó concursos, pidió buscar otro emplazamiento. El edificio está hecho desde principios, más que adaptaciones.

Dos años después, me encargan un trabajo que es exactamente lo contrario: la restauración de un teatro hecho por Josep María Jujol, que es un arquitecto por el que siento un especial interés. Ahora mismo continúo pensando que, sin Jujol, cambiaría mucho mi percepción del mundo. Es un arquitecto de la generación siguiente a Gaudí, que había colaborado con él y que aportó su talento a su obra. Escogió una vía que no fue la del lenguaje de la abstracción, sino que continuó anclado en una mucho más próxima a las tradiciones populares. Hay una frase de Alejandro de la Sota que sitúa bien estas dos obras que he explicado, que dice: “la arquitectura, o es intelectual, o es popular”. Él es el primero y, Jujol, el segundo. No se entiende la obra de Jujol sin la acción de las manos. Yo he tenido una suerte de trabajar con polaridad. Jujol, casi siempre, hizo obras de reforma, no tuvo mucha suerte con los encargos.

Nosotros sólo teníamos la información de lo que quedaba del edificio y el conocimiento de otras obras de Jujol y un texto de su hijo, en el que dice que Jujol quería que el edificio fuera como una parábola del barco que salva del naufragio a la comunidad.

Jujol planteaba un problema clásico, que es la fricción entre un espacio estático, regular y cuadrado, con uno de movimiento, de acceso y lineal y, en esa fricción, aparece ese espacio intermedio, que está organizado por la presencia de ese pilar. Creo que, por razones religiosas, intentaba inyectar vida en los materiales y descubrir vida en su interior. Toda la obra de Jujol está llena de relatos. Ha convertido al edificio en un cuento ilustrado y eso me parece excepcional en la obra de un arquitecto, que nos llega, ahora, con el mismo grado de contemporaneidad.

Con estos precedentes, con esta dualidad, he ido trabajando con criterios de hacerlo lo mejor posible. Apareció un encargo, un poco más adelante, que es una casa en el casco antiguo de Barcelona.

Esta obra, la acabamos hace un año, en una ciudad del centro de Cataluña, pequeña, que tiene un centro urbano muy cualificado y tiene mucho significado, desde el punto de vista religioso y de la cultura catalana, es un centro de acción importante. Nuestra propuesta del concurso, que ganamos, fue enganchar el edificio a la parte histórica de la ciudad, vincularlo a la antigua escuela de música y, desde la ciudad, llegar al edificio por el patio de la escuela de música y llegar al parque, que proponíamos en contacto con el río. Era un programa muy complejo. Hay un patio que conecta la escuela de música y el auditorio estaba muy condicionado por temas acústicos, que fue una cosa que me sorprendió, de manera de que todo lo que aparece aquí de geometría, es un tema vinculado a reglas acústicas, pero en el teatro debíamos explicar, de alguna manera, una cierta vinculación con el suelo, con el territorio en el que estaba el teatro.

Esta es la última cosa que hemos hecho, que está acabada hace casi un año, pero, dos años antes, hicimos un edificio en Barcelona, muy importante para nosotros, por el tamaño y por la cantidad de cosas que pusimos sobre la mesa. La ciudad, en 1992, con motivo de las Olimpíadas, construye una ronda, donde se hace un concurso para construir un centro oftalmológico, que gané. Es un sitio fantástico, con vista sobre toda la ciudad y está en el límite entre la ciudad y el parque. Es un sitio que, a su vez, forma parte de una urbanización, que son bloques de viviendas que se meten en el paisaje. Hicimos una propuesta que era hacer un pequeño bosque, para entrar por él, meter el edificio ahí y, como es un edificio clínico y la luz natural está casi prohibida, el sesenta por ciento del edificio está hacia abajo y, lo único que nos preocupaba, era que el edificio no tenía conflictos territoriales, porque quedaba camuflado por la presencia de este bosque. Es un edificio que se dedica al cuidado de los ojos y nosotros queríamos hacer que al cliente le llegara la idea de que ahí se hacía bien. Responde a una idea de cómo puedes ver el sol sin que te moleste y sin perder la cualidad de ver en esta dirección. Es de los espacios públicos con más vida del conjunto y dudo que hubiera sido lo mismo si hubiera estado aquí sometido a esa situación de plaza principal-espacio de atrás.

Hay una idea constante, que forma parte del uso de una biblioteca, que es lo mismo que pasa con los teatros, que la gente está unos junto a otros, sin hablarse, pero en una situación de comunidad increíble, lo que no pasa en los eventos deportivos. Cuanto más se vean desde afuera, mejor, cuanto más se vea la gente que la usa, mejor. Finalmente, lo que uno hace en la biblioteca es lo mismo que puede hacer en su casa.
Acabo muy rápidamente, con un proyecto que estamos haciendo ahora. Este es un sitio importante para nosotros y, también, para Barcelona. Es un encargo de un hotel, que tiene patio, que proponemos conectarlo con la calle, pero no con pasos oscuros, sino con luz natural. Conceptualmente, lo más importante, es que no lo tomamos como una casa entre una pared y otra, sino como una casa que tiene un jardín en la parte de atrás. Es un edificio que debe tener ciento veinte años y que tiene esa cualidad de los edificios feos, que si se hacen viejos, se vuelven honorables.

Hay un concurso que hemos ganado ahora, que es un museo de arte moderno; una pieza que está metida en el patio de unos antiguos cuarteles. Estas son las casas que se han hecho en vez de los cuarteles, acompañado de una biblioteca que se ha empezado a construir y nos parecía que el ambiente es tan neutro y tan inútil en cuanto a sugerencias, que la propuesta fue hacer un edificio que estuviera en movimiento. El museo es una gran nave. El argumento de la luz natural está llevado, con coherencia, a toda la pieza, de manera que aporte cierto grado de movimiento y baile. Lo que aquí nos falta de profundidad, lo podíamos compensar con movimiento.

Otro concurso que hemos ganado en Santiago de Compostella, que tiene que ver con el agua y la propuesta que hicimos fue no trabajar con instrumentos de arquitectura, sino más de contrafuerte. Tenía dos rondas el concurso y, en la segunda, hicimos una propuesta más detallada, donde esos contrafuertes comenzaban a tener patios y salientes, que son las que ven aquí.

Y, el último concurso, lo ganamos hace una semana en Menorca, que es un sitio difícil. Es un antiguo teatro y el concurso era no tocarlo y hacer un conservatorio de música en una parcela que hay al lado y, en este solar, que tiene patios y casas. Nuestra propuesta es repetir esta pieza una y dos veces más. Multiplicarlo, utilizando ventanas altas. Este mismo sistema lo hemos usado en otras áreas, para tapar ese monstruo de telefónica.

Les agradezco muchísimo la atención.

Sala de exposiciones

Marco Antonio de la Parra: hoy tenemos el honor de estar con el arquitecto Josep Llinás y con José Gabriel Alemparte, Decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Finis Terrae.

José Gabriel Alemparte (decano Facultad de Arquitectura y Diseño Universidad Finis Terrae): me tocó ayer presentar a Josep. Es arquitecto, titulado de la Escuela Técnica Superior de Barcelona. Nació en Castellón de la Plana, comunidad de Valencia, pero se fue a los diez años a vivir a Barcelona, por lo tanto, en todos estos años, ha ejercido en Barcelona. A mí me parece que es una de las figuras más importantes de la arquitectura española y catalana, en el sentido de que él se ha inscrito dentro de un grupo importante de arquitectos españoles que, en general, han dado una mirada muy interesante a la arquitectura en los últimos años. Yo lo situaría en una posición crítica respecto de muchos postulados del movimiento moderno y, también, bastante alejados de una mirada tecnológica de la arquitectura como se ha desarrollado en otros países, donde se hace bastante alarde de ésta. Es una arquitectura que conserva gran arraigo con su territorio, con su pasado y, de alguna manera, intenta hacer una costura entre lo antiguo, lo medieval, con la obra contemporánea. Además, se ha sumado un proceso que es bien interesante, que es que el Gobierno o el Estado español, ha estado muy involucrado en las políticas urbanas y ha desarrollado un conjunto de ideas que son ejemplares en todo el mundo. Por lo tanto, Josep participa de ese grupo, ha sido profesor y mantiene un vínculo en ese diálogo, en ese espesor que tiene la arquitectura en España y en Cataluña fundamentalmente. Josep es un arquitecto que, a mi modo de ver, conserva un rasgo ético muy profundo con la arquitectura, ha sido muy fiel a sus ideas y, además, en la conferencia de ayer, nos mostró que tiene una autocrítica y una muy bonita evolución de su propia arquitectura. Es un arquitecto que encuentra una fórmula, que la repite y sigue descubriendo y avanzando; le da una frescura a la arquitectura contemporánea y lo hace desde una mirada artística, porque la evolución de las formas desde el uso del computador y que son producto, más bien, de un juego lúdico con la computación. Lo de Josep es algo que parte desde la arquitectura de reflexiones y del dibujo personal que él desarrolle. Para la Facultad de Arquitectura y Diseño esta visita es señera, porque nos plantea lo que significaría la autoría personal, el arquitecto reflexivo, que ve su entorno y que se aleja de aquellos cánones que, en algún momento, no se podían saltar. Es un arquitecto que mantiene una vigilancia sobre su obra y sobre la crítica que se hace de ella. Para mí, nuevamente es un honor presentarlo y tenerlo junto a nosotros.

Marco Antonio de la Parra: bueno, te llegó la hora. Hay preguntas que siempre me merecen gran curiosidad cuando se conversa con un artista. ¿Cuándo empieza esto?, ¿cuándo empiezas a sentir que vas a trabajar en la creación?

Josep Llinás: yo empecé a estudiar arquitectura porque me gustaba el dibujo. En los años que tenía que decidir qué estudiar, mi padre, con muy buena fe, porque pensaba que como arquitecto me haría millonario, me condujo un poco ahí. No tenía una vocación técnica clara, pero tampoco recuerdo problemas posteriores de decisión. Lo sabe cuando lo haces. En la escuela, los problemas políticos relacionados con el franquismo eran muy fuertes. Al principio, no tanto, pero, a partir del segundo o tercer año, cuando se empezó a formar el sindicato democrático de estudiantes, las interrupciones, las huelgas te mantenían meses fuera de la escuela. Ahí yo aprendí una cierta manera de lo que es estar en la actividad social. En los dos últimos años de carrera, empecé a trabajar en el estudio de un gran arquitecto catalán, que es Coderch, que es una referencia, y ahí es donde me di cuenta de que la cosa tenía una dimensión seria. Lo recuerdo siempre con mucho respeto. Él tenía muy implantada la ética. Decía que si hay un arquitecto detrás de un edificio, por muy malo que sea, se nota. Al principio, si hacía cosas que no me gustaban, daba un paso atrás. Luego, las reacciones positivas vienen de mi relación en la escuela con Moneo, que fue toda una entrada de la arquitectura, con todas sus letras. Yo era su asistente. En ese momento, la escuela era muy de profesionales, muy de suministrar reglas, para que luego pudieras trabajar en la calle. Moneo trajo la cultura en general y arquitectónica para el proyecto.

De la Parra: ¿a qué te refieres con cultura cuando te refieres a Moneo?

Llinás: a la historia de la arquitectura, a la reflexión. No tanto las recetas prácticas. Trajo una visión más cultural, más genérica.

De la Parra: este amor por la ciudad de Barcelona es algo que se ve en toda tu obra, estás relacionándote siempre con la ciudad, hay algo como del paseante, ¿no?

Llinás: el primer encargo que tuve en Barcelona fue hace quince años, entonces entro en contacto no del punto de vista de ciudadano, sino de arquitecto. Luego, hice una cosa en el tejido viejo de Barcelona, que expliqué ayer, que fue admitido, que tuvo el apoyo municipal del ayuntamiento, y creo que ya me convirtió en un especialista de sitios difíciles. Eso hace que me mueva muy bien, que entienda las cosas, cuando estoy rodeado de muchas. En Barcelona buscas siempre el equilibrio. Si la masa construida es la parte negra de la ciudad, lo que dibujamos nosotros como negro, y la parte blanca es lo público, mi trabajo es buscar lo blanco en el negro.

De la Parra: en tu formación como arquitecto y creador, ¿qué otras disciplinas han influido, cómo te acercas al espacio desde otros lados?

Llinás: siempre me ha interesado lo que pasa afuera. Hay un personaje de mi familia, mi tío Ángel, hermano de mi madre, que era una persona con una cultura extensísima, que se dedicaba a temas de teatro, también, pero de manera poco profesional. Él me metió en un pensamiento, que me han situado en la contramonumentalidad. Mucho se lo debo a él.

Alemparte: te quiero preguntar algo que tiene que ver con algo que se percibe en España, con esa continuidad del territorio con la tierra, con su arquitectura y nace ahí una relación no muy antigua, con una manera de hacer el arte, y esto que apareció en tu obra que tiene que ver con la abstracción y lo figurativo. De alguna manera, los españoles se trasladan sin mucha dificultad de lo figurativo a lo abstracto. Me da la impresión de que tú puedes convivir con esas dos maneras de hacer, sin situar lo figurativo en algo popular. Me da la impresión de que tu búsqueda actual es reencontrarte con cosas tuyas, que tienen que ver con este rescate de lo que el movimiento moderno nos dejó afuera.

Llinás: tengo la sensación de que hay cosas que se han sustraído como elementos de arquitectura, que han sido sustraídas por un radicalismo racionalista o funcionalista y que yo sigo reclamando como necesarias. Por ejemplo, las cosas que distraen, las de segundo orden, los cuentos, la narración, que he ido descubriendo en arquitectos por los que he cada vez me he ido interesando más. Me gustaría conciliar ese lenguaje. Yo creo que está bien ver un edificio y distraerte.

De la Parra: ayer hablabas de Jujol y De la Sota, y de la concepción religiosa, ¿cómo se desarrolla tu sensibilidad, cómo te vas encontrando con estos maestros?

Llinás: colaboré con él y lo conocí desde otro punto de vista, a la persona que trabaja desde adentro. Y Sota es quien hizo entrar la abstracción, el radicalismo, la falta de adulación al espectador. Es el contrapunto de este otro arquitecto. Es negarse a hacer aquello que se espera que hagas. Preocuparte por cosas que a nadie le interesan. Creatividad o capacidad de no servir nunca. A veces, la negación es la manera de enfrentarse a la realidad. En el otro lado, la arquitectura de Jujol, que está enraizada con Gaudí o con una tradición vinculada a las tradiciones populares y religiosas. A través de Jujol, me estoy adentrando más en Gaudí, lo que es bastante excepcional. Lo otro que me llama la atención, es que son ultra locales, y a la vez, creo que son capaces de generar obras universales.

De la Parra: a algún arquitecto le escuché alguna vez esto de que, por lo que sea, una casa, un edificio, siempre es una celebración, como una especie de templo, se celebra el amor, la existencia. Tú trabajas mucho este espacio interior que se celebra.

Llinás: la idea de celebrar, de sacralizar, yo nunca la he conocido como estudiante, como profesor; la he descubierto de una manera marginal. Desde luego, es una dimensión imprescindible de la arquitectura y, en la obra de Jujol, que está muy vinculada a situaciones relacionadas con la naturaleza, te das cuenta que se está celebrando el mundo. No es lo que yo sabía hacer, no me lo habían enseñado. Yo sé que, sin arquitectos como ellos, el mundo sería diferente.

Alemparte: yo tenía una pregunta que se refiere a lo siguiente: hoy el elogio de la juventud está presente en todas partes y aparecen estas carreras emergentes muy nuevas. ¿Qué es lo que trae la madurez, cuáles son las libertades que te da cuando ya puedes empezar a buscar en ti mismo y no en el medio?

Llinás: yo creo que es una cosa que nos pasa a todos que un día te levantas y ya no te interesa lo que ayer sí. Desde hace años tengo indicios de que ya estoy fuera del tiempo en el que vivo. Veo cosas de arquitectura y no las entiendo; en aquellos momentos me podría preocupar, pero ya no me preocupa. La única manera posible de estar en el tiempo es no estándolo. La idea de ser intempestivo me gusta. Los arquitectos que me gustan, lo son.

Alemparte: la pregunta apuntaba a algo que dijiste ayer, que era que habías empezado a disfrutar trabajando, que antes te resultaba sacrificado.

Llinás: a mí me ha costado mucho hacer esto. No tengo talento innato para la arquitectura. Hay una manera de trabajar que consiste en cómo trabajar para que el objetivo último no sea un castigo. Encontrar el sistema para que el trabajo no sea una carga es largo. Cuando te metes a solucionar problemas geométricos puedes pasar meses haciéndolo, pero es fuera del territorio de trabajo. El proceso de trabajo en sí mismo se ha vuelto entretenido. Yo creo que es un objetivo sensato el conseguir que el trabajo desaparezca y, en la buena arquitectura, el trabajo no se nota.

De la Parra: en tus obras se nota que te diviertes haciendo arquitecturas. Te quería preguntar sobre la luz, que hablabas ayer. Tus edificios son muy de aparecer. Me llama la atención cómo trabajas la fachada. Yo creo que los espectadores agradecen no saber dónde está la puerta, aunque se desesperen.

Llinás: yo creo que eso es un problema sicopatológico que tengo, porque me cuesta mucho hacer las entradas. Me pasa en todos los sitios, y lo reconozco.

Alemparte: yo te quería preguntar Josep, yo te conozco obras que son más figurativas y parece que hubiera venido en un momento de tu vida una forma de ver que te cambia y aparece la disolución de la imagen, como se llama el número de un artículo en una revista sobre ti. Esto es camotear la fachada y aparece un elemento muy nuevo en la fachada. La arquitectura clásica y la moderna, de alguna manera, también seguía con trazados reguladores sobre las fachadas y tú le encuentras un giro y, ese giro, te permite sacar la fachada como el elemento mediador entre el interior y el exterior, inventas una nueva manera de estar en el exterior. Hay una manera nueva de enfrentar el edificio, uno no sabe si está adentro o afuera y los techos se transforman en el plano del suelo. Es una gran novedad. No tiene mucho que ver con otras cosas que se acercan a eso y que han intentado hacerlo.

Llinás: me lo han hecho ver amigos míos. Soy incapaz de hacer una fachada frontal. No puedo hacer un edificio que planta cara. Es una manera de retrasar el acto de la entrada, me gusta que los edificios establezcan relaciones con el espacio público.

De la Parra: sabemos que las limitaciones son gran incentivo para la creatividad.

Llinás: estar siempre en el lado técnico no genera límites. Cualquier paso se apoya en otros y prepara el salto del siguiente.

Alemparte: respecto de tu forma de trabajo, de tu rutina diaria, ¿cómo es?

Llinás: es como una cocina. Ahora, somos seis arquitectos y tenemos un horario fijo y estamos todos juntos. Yo controlo todo lo que se hace ahí. No tengo despacho, voy siempre cambiando de mesa. No es muy metodológico, pero depende mucho de cada proyecto. Pocas veces, un proyecto tiene un objetivo final. Se hacen varias alternativas de trabajo.

De la Parra: ¿cómo te llevas con la informática, con los ordenadores?

Llinás: mal, pero me gustaría aprenderlo. Me da pereza, si lo hacen los otros, mejor. No tengo ningún prejuicio técnico.

De la Parra: hay dos cosas que me llaman la atención. Una es que, de alguna forma, disminuyes el perfil donde instalas o, incluso, sumerges gran parte del edificio, que es extremo en el plano de las bodegas, que ahí el paisaje manda. Pero, también, hay una preocupación por la luz, que le otorga un lugar muy especial, casi sagrado.

Llinás: eso, yo creo que viene de otra cosa que he ido aprendiendo de mis admirados maestros, y es que un edificio no sólo es una fachada, sino que, también, puedes cortarlo, radiografiarlo, analizarlo, de manera que toda esa parte negra, la vayas haciendo clara. El edificio está vivo por todas sus partes y eso significa iluminarlo, darle inteligibilidad.

De la Parra: todo edificio es un relato, una narrativa. Incluso, están los lectores esotéricos de los edificios. Me tocó conocerlo en un paseo por la Alhambra. Yo siento que en tus edificios hay un trabajo desde el inconsciente. En el subir, en el bajar, ponerse a la luz. Hay un trabajo secreto, intuitivo, poético.

Llinás: yo le doy esa voluntad que te decía, de llegar a la parte más oscura de un edificio. Explorar esa relación de bajar y subir y encontrar dos mundos distintos, me gusta mucho. Me gusta esa relación de zapato que se mete en el terreno.

Alemparte: yo quería preguntarte acerca de la artesanía que tú trabajas, cómo es tu operación. Yo tengo la sensación, y la corroboro en mi oficina, de que hay un corte de forma de entender el espacio que tiene la generación a la que pertenecemos los dos, con los jóvenes. Me da la impresión de que tú tienes, al igual que yo, el edificio dentro de la cabeza, situación que el ordenador ha eliminado dentro de los jóvenes. Es como una nueva nomenclatura para pensar la arquitectura. Yo quiero reivindicar esta manera antigua, que a uno le permite trabajar en partes que no tiene acceso al papel y al lápiz. Uno viaja dentro del edificio.

Llinás: para mí, el dibujo es esencial. Desde mi propia experiencia, con los instrumentos clásicos de control de un proyecto, funciono. De repente estás en ese nivel y el resultado me parece aterrador. Es como ver un fantasma que se te aparece en carne y hueso y con todo lo horroroso que es eso. Un proyecto lo vas viendo entre niebla, vas dando pasos y va apareciendo y, hasta que está hecho, no lo ves, como decía Sota. No sabes lo que es un edificio hasta que no lo ves.

De la Parra: para terminar el encuentro, hay un tema que me apasiona que es la carta a un joven poeta, ¿cuál es la carta a un joven arquitecto?

Llinás: el recado que le dejo es que tiene una responsabilidad y que un edificio ayuda a vivir y a que las ciudades sean más habitables. Creo que sin la arquitectura, entendida como la entendemos, la vida no tendría gracia. Responsabilidad y conciencia de que la arquitectura es un instrumento poderoso.

Pregunta de alguien del público que no se escucha.

Llinás: yo me he movido como arquitecto, cuando era joven, con varias figuras mitificadas, desde los más próximos, hasta las grandes figuras. Con el tiempo, te das cuenta de que los problemas más importantes son los tuyos. Puedes hacer este esfuerzo de animar la construcción con vida, que es lo que yo creo que es la arquitectura, darle sentido a la construcción eficiente.

De la Parra: bueno, te damos un aplauso. Muchas gracias, ha sido un placer.

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