ENTREVISTA: Tragedia en la montaña PABLO OCHOA Hermano de Iñaki, fallecido en 2008 en el Annapurna tras otro rescate fallido
"Quiero llorar, se me revuelve el alma"
Ó. G. - Huesca - 17/08/2009
Pablo Ochoa de Olza, hermano del himalayista Iñaki Ochoa de Olza, fallecido el 23 de mayo de 2008 en el Annapurna, ha seguido al minuto la evolución del intento de rescate de Óscar Pérez, ofreciendo reiteradas veces su ayuda, sus contactos y toda la experiencia acumulada durante la operación que trató de salvar a su hermano con vida. Iñaki se quedó atrapado junto a otro escalador en una posición de más fácil acceso que la de Óscar Pérez. El suizo Ueli Steck, del equipo rescatador, llegó hasta él. Iñaki murió en sus brazos.
"Los escaladores son gigantes. El común de la gente moriríamos ahí en pocas horas"
Pregunta. El caso de Óscar le habrá revuelto las entrañas...
Respuesta. Muchísimo. Nada más saltar la noticia, mis dos hermanos lo leyeron y me llamaron casi de forma simultánea. Casi se enfadaron conmigo, me apremiaron para que pusiese en marcha los contactos políticos que hice para salvar a Iñaki, pero no hicieron falta. Hemos sido tan conscientes de lo pequeñas que eran sus posibilidades, que ha sido como revivir el caso de Iñaki, salvando que no es mi hermano. El otro día me entraron ganas de coger el coche, ir a Huesca y ayudar al club Peña Guara... o darles un abrazo. Me dan ganas de llorar, se me revuelve el alma sólo de pensar en este muchacho. He esperado que alguien llegue hasta él, que escuchase los helicópteros y que lo bajasen vivo, con su familia.
P. ¿Qué le ha escrito a Lorenzo Ortas, el supervisor del rescate?
R. Le he escrito que recuerde que ningún cadáver merece la muerte de un rescatador, pero que mantuviera la esperanza, que peleasen... son tópicos, pero quería aportar mi granito de arena. Para mi y para mi familia estos días han sido un tobogán de emociones, por eso queremos transmitir nuestro cariño a la familia y a los rescatadores, y a todos los implicados en este suceso.
P. El rescate de Iñaki creó un precedente.
R. Sí, se demostró que se puede juntar un equipo de varios países capaz de crear la ilusión de que se puede ayudar a un herido, confiando en que el accidentado aguante porque es fuerte. Me parece increíble que nuestro gobierno tardase tanto en reaccionar; que muchos medios no diesen importancia a la noticia hasta el miércoles. Me pregunto cómo es posible que no exista un protocolo para socorrer a alguien en el Himalaya. Cada vez habrá más accidentes; sería bueno ponerlo en marcha.
P. ¿Qué opinión le merecen los rescatadores?
R. La misma que los que ayudaron a Iñaki. Son héroes, gente que arriesga su vida para salvar a gente que, en algunos casos, ni siquiera conocen. Gigantes, es otra manera de definirlos. El común de los mortales moriríamos en pocas horas en la misma situación.
P. ¿Cómo puede soportar la familia esta pérdida?
R. La familia escuchará muchas tonterías: les dirán que murió haciendo lo que le gustaba, pero eso no es así. Iñaki y Óscar querían vivir, les definía la vida.
Sencillamente, nada puede mitigar el dolor de la familia, máxime cuando la muerte de Óscar ha sido más dura que la de Iñaki. No sabemos cuándo murió Óscar, pero sí que lo hizo solo, aunque con muchísima gente tratando de salvarle. En el caso de Iñaki sé que se hizo todo lo posible, pero aún así me asalta la duda y me pregunto si no podríamos haber colocado un cohete en la montaña para sacarle de allí. Las dudas de la familia serán aún mayores. Siempre. La posibilidad de rescatar a Óscar nos ha hecho vivir una ilusión intensa. Habrá polémica, mucha gente opinará sin tener ni idea, como yo, pero la realidad es que Óscar ha muerto y no revivirá. Es la única realidad segura y va a costar hacerse a esa idea.
P. ¿Es un sinsentido el alpinismo, una locura?
R. No, no, no. Iñaki tenía razón. Los locos somos los que no vivimos, los que no nos atrevemos a llevar una vida conforme a nuestras creencias. Fíjate, hay gente que proclama a la ligera que hay que vivir la vida pero es incapaz de sentarse a analizar su propia vida. Iñaki era capaz de llevar esa vida, con su carga, con todas las renuncias que implicaba, porque cuando eliges algo prescindes de muchas otras cosas. Lo fácil en esta sociedad es ir por el carril, pero igual el paisaje es más bonito si te sales de la autopista, aunque llegues más tarde. Ya sabemos lo que nos espera a todos al final del camino, es algo que nos iguala, así que disfrutemos del camino. Atreverse a vivir una vida concreta, con sus riesgos, no sólo es valiente, sino sabio. Por eso creo que los alpinistas no son inconscientes, sino gente que sabe los riesgos que corre y está preparada. Los accidentes también ocurren en la carretera, el trabajo o en casa. La siniestralidad se puede medir, pero no hay una manera de medir la intensidad con la que vivimos. Iñaki vivió en 40 años lo que muchos no viviremos jamás. ¿Nos atrevemos a juzgarles, a llamarles locos?
P. ¿Cómo fue la soledad tras la vorágine mediática?
R. Difícil. Pasaron dos meses antes de que interiormente me diese cuenta de que Iñaki estaba muerto. Sabía que estaba muerto, pero no me hacía a la idea de lo que suponía. Hasta que un día, trabajando delante del ordenador ante una foto de Iñaki me derrumbé, me di cuenta de que no iba a volver. Después de un sinfín de homenajes, medallas, actos y amistad que, en un principio, reconfortan pero no solucionan el problema, caes en la realidad. Fue muy duro estar en todos los homenajes porque me impedía llevar el luto de forma íntima.
lunes, 17 de agosto de 2009
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